La aceptaci¨®n de Dinamarca
EL 'S?', de Dinamarca en el segundo intento de ratificaci¨®n del Tratado de Maastricht tiene consecuencias que van mucho m¨¢s all¨¢ de la simple aceptaci¨®n por su ciudadan¨ªa de un marco de progreso econ¨®mico y de un primer proyecto de uni¨®n de Europa. Es m¨¢s: para los daneses ni siquiera supone la aceptaci¨®n sin condiciones de toda la disciplina acordada en la ciudad holandesa.Por un porcentaje significativamente alto si se tiene en cuenta el rechazo de hace un a?o, los daneses endosaron Maastricht no sin quedarse expresamente fuera de tres cuestiones tan importantes como la moneda ¨²nica, la defensa com¨²n y la pol¨ªtica judicial y policial (una objeci¨®n esta ¨²ltima est¨¦ril: era indiferente que Dinamarca se excluyera del Tratado porque su puesta en vigor en esta cuesti¨®n exige la unanimidad y, por tanto, su veto hubiera sido suficiente). Es decir que Dinamarca sigue adelante pero como miembro comunitario autorestringido. Sus reservas (tambi¨¦n impuestas por Gran Breta?a, aunque s¨®lo para la eventualidad de la moneda com¨²n), desvirt¨²an la adhesi¨®n total de Dinamarca pero permiten que la CE prosiga su camino e incluso que los daneses decidan sumarse m¨¢s adelante a las disposiciones que ahora rechazan. El verdadero alcance de la votaci¨®n de ayer es otro, sin embargo. Produce gran satisfacci¨®n que Dinamarca, tras los titubeos que hace un a?o paralizaron el proyecto, no haya querido apearse del carro en el que estamos subidos los dem¨¢s. Pero como europeos y europe¨ªstas, nos satisface a¨²n m¨¢s comprobar que ayer fue levantada la losa colocada entonces por Copenhague -y por Londres- sobre las ambiciones comunitarias. En junio de 1992, la CE hab¨ªa quedado sumida en la desesperanza. No es seguro que salga ahora de ella autom¨¢ticamente, pero al menos ha sido removido uno de los grandes obst¨¢culos. Ahora queda el ingente trabajo de superar los restantes que el no dan¨¦s hab¨ªa dejado al descubierto: las acusaciones de d¨¦ficit democr¨¢tico y de utop¨ªa y, sobre todo, la recesi¨®n econ¨®mica que tiene a casi todas las econom¨ªas continentales en estado de postraci¨®n.
Dicho todo lo cual, el proceso de duda, rechazo y aceptaci¨®n final de Maastricht por Dinamarca y el que queda por hacerse en Gran Breta?a, subrayan el gran interrogante que ha dejado sobre el tapete un a?o de incertidumbres: la necesidad de que en un momento u otro se revise el estado de la construcci¨®n europea, se haga m¨¢s trasparente, m¨¢s democr¨¢tico, acaso menos r¨ªgido.
Los 12 esperan que la Uni¨®n recupere el ritmo que ten¨ªa al d¨ªa siguiente de firmarse el Tratado en Maastricht, un ritmo entonces quiz¨¢ excesivamente optimista, pero ahora necesario para superar el emergente fatalismo. Cuando se habla de cu¨¢les econom¨ªas deben tirar de cu¨¢les otras para propiciar el final de la recesi¨®n, de c¨®mo la acci¨®n com¨²n es indispensable para llevar a buen puerto las negociaciones del GATT, de c¨®mo debe concebirse el rumbo de una uni¨®n m¨¢s profunda que muchos quieren, se est¨¢ evidenciando lo indispensable del proyecto comunitario.
Pero no son s¨®lo los 12 los que esperaban que ello ocurriera: entre los temas pendientes que ahora han sido moralmente liberados (la literalidad no tendr¨¢ efecto hasta que Gran Breta?a ratifique a su vez el Tratado), est¨¢n prioritariamente los de la ampliaci¨®n de la CE a cuatro pa¨ªses que aguardan impacientemente que se les franquee el acceso, Austria, Finlandia, Suecia y Noruega, y algunos m¨¢s de la Europa Oriental que viven pendientes de acuerdos comerciales con la CE. Dinamarca acaba de reabrir la puerta cerrada hace un a?o.
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