Vino y amor al arte
Una antigua tienda de ultramarinos se convierte en un ins¨®lito y ef¨ªmero espacio art¨ªstico
?Son arte s¨®lo las as¨¦pticas y costosas exposiciones de museos y galer¨ªas? Un grupo de creadores pretende demostrar que el arte puede ser una especie de parque de atracciones a mitad de camino entre el tren fantasma y un bar de moda, sin ser ninguno de los dos. Una antigua y distinguida tienda de ultramarinos en un edificio del centro a punto de ser derruido se ha convertido en el Establecimiento, el ef¨ªmero lugar para los juegos de los artistas. Sin subvenciones, sin patrocinadores, porque no esperan nada de nadie, por puro amor al arte.
No es una exposici¨®n colectiva, pero los espacios, rincones y s¨®tanos de la centenaria tienda de ultramarinos Pecastaing (Pr¨ªncipe, 11), en Madrid, albergan durante pocos d¨ªas, de ocho de la tarde a doce de la noche, una serie de instalaciones, esculturas y actividades como conciertos, performances, danza y conferencias.Hay que pasar el escaparate, con alacenas donde el vidrio machacado parece cristal de roca; un aviso al visitante despu¨¦s, un papelito que habla del sitio y del arte en tiempos de. crisis. Y atravesando un bosque de arbolitos vacilantes con ra¨ªces de cemento se llega a la barra de bar. O algo parecido. Son verdes botellas iluminadas, donde el paseante puede introducir un papel con su lamento personal. Es una obra de arte m¨¢s. Ahora se sirven chatos de vino sobre ellas. M¨¢s tarde, los lamentos del n¨¢ufrago ser¨¢n echados al mar.
'Colada' de chocolate
Una cuerda con una colada de chocolates atraviesa el sal¨®n y el visitante puede coger uno de ellos y com¨¦rselo tranquilamente. Pero eso es s¨®lo el principio, porque es en los s¨®tanos donde est¨¢ la acci¨®n.En cada espacio hay una instalaci¨®n: desde el pozo con el reflejo del v¨ªdeo de un caballo blanco que se mueve en el agua (de Pedro Garhel), la alegor¨ªa a Baco (Johanna Speidel), la Copulaci¨®n mec¨¢nica (Fel¨ªcitas Hern¨¢ndez), la bell¨ªsima y po¨¦tica M¨¢quina de hacer huevos (Marta G¨®mez Pintado, Eva Manzano y Gabriel Delojo) hasta las esculturas de Fernando Cornejo y las instalaciones sonoras de Luis Guti¨¦rrez se sucede una sorpresa tras otra. Hay que abrir puertas, caminar en la oscuridad, mirar a trav¨¦s de agujeros o barrotes, descubrir los patios y moverse con curiosidad a trav¨¦s de este laberinto del arte.
El edificio ha sido comprado por una inmobiliaria a punto de empezar la reforma. Fernando Cornejo, abogado y escultor y uno de los miembros de esa empresa, es el impulsor del espacio art¨ªstico. "Me enamor¨¦ del local y empec¨¦ a pensar en hacer algo muy libre, que conectara con el canto de cisne de este espacio de m¨¢s de cien a?os. Hab¨ªa toneladas de desechos y muchas cosas que suger¨ªan ideas y formas. Empezamos a trabajar en noviembre de 1992 y hemos abierto las puertas a principios de este mes", afirma Cornejo. Pasado ma?ana concluye el sue?o, pero quiz¨¢ no. La gente acude cada noche. "Nuestra intenci¨®n es que algo de este local perviva en las obras y que sea un sitio vivo por ¨²ltima vez hasta que se decida qu¨¦ suceder¨¢ con ¨¦l", prosigue el artista.
Sombras portuguesas
La sombra de un caballero portugu¨¦s con capa -el tadricional anuncio del oporto Sandeman- se repite 20 veces por lo menos... y est¨¢ en venta con precio ¨²nico, 8.000 pesetas. Cada silueta es distinta: ¨¦sta lleva una pluma; aquella, una bufanda. Se exhiben y venden objetos hechos con las piezas encontradas en el viejo establecimiento de licores y delicattessen y otros realizados a partir de algunas de sus im¨¢genes. Los materiales tambi¨¦n han inspirado parte de las instalaciones, que incluyen adem¨¢s v¨ªdeos, rayos l¨¢ser y mecanismos de fantas¨ªa. "El circuito de galer¨ªas. ya no nos da nada", dice Cornejo. "Las exposiciones han llegado a una uniformidad y aburrimiento que parece no tener salida. No hemos recibido ninguna ayuda y nadie gana un duro con esto. Si vendemos algo, lo que ganemos ser¨¢ para cubrir gastos. Hay que emprender iniciativas propias".
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