El maestro y el inv¨¢lido
Lo que son las cosas... Lo que esesta fiesta, que permite pasar de la protesta a la euforia en un segundo, del fracaso a la gloria en un minuto. Lo que es, tambi¨¦n, la sapiencia de un maestro que lo hace posible.Sali¨® a la arena el quinto de la tarde. Espartaco lo recibe con unos lances muy templados en los que el animal se emplea. El toro evidencia ya que no le sobran fuerzas. El picador lo picotea en lugar de picarlo, y los 562 kilos de toro se desplomaron contra el suelo. La afici¨®n, que es sabia, sentenci¨®: est¨¢ inv¨¢lido. El presidente no opinaba igual. El tercio de banderillas fue bochornoso: un solo palo qued¨® prendido en el animalito. La plaza, de bote en bote, se ven¨ªa abajo contra el presidente y la cuadrilla.
Ruiz / Mu?oz, Espartaco, Finito
Cuatro toros de Daniel Ruiz (dos fueron rechazados en el reconocimiento), muy blandos y nobles; 1?, bravo y encastado; 2? y 5?, inv¨¢lidos. Dos de Jos¨¦ Luis Marca: 3?, flojo y noble; 4?, manso y deslucido.Emilio Mu?oz: estocada y dos descabellos (ovaci¨®n); cuatro pinchazos, media y descabello (silencio). Espartaco: estocada y dos descabellos (ovaci¨®n); estocada baja (oreja). Finito de C¨®rdoba: dos pinchazos y estocada baja (ovaci¨®n); pinchazo hondo (ovaci¨®n). Plaza de C¨®rdoba, 28 de mayo. Corrida de feria. Lleno.
Cuando Espartaco toma la muleta, el griter¨ªo es ensordecedor. Pero no se inmuta. La gente se empe?a en que lo mate, mientras Espartaco pide calma. Con mimo, con mucha suavidad, intenta torearlo por el lado derecho, cuando el toro hace ?plasss!, y cae a todo lo largo. Aquello ya no era una plaza; aquello era un manicomio. El torero toma la muleta con la mano izquierda y el toro vuelve a su querencia natural, que era el suelo. ?M¨¢talo, m¨¢talo!, le dec¨ªan.
Pero Espartaco se neg¨® al fracaso. Estaba ya mediada la faena cuando surgi¨® el prodigio m¨¢gico de una t¨¦cnica insuperable capaz de exprimir la casta inv¨¢lida de un toro para convertir la protesta en delirio. No volvi¨® a la arena el animal y, sobre el lado derecho, ayud¨® a la gestaci¨®n de una faena preciosista, medida, sentida, artista, casi perfecta, producto de la sabidur¨ªa de un maestro del arte de torear. Son¨® la m¨²sica y la afici¨®n cordobesa se entreg¨® a la evidencia. Una faena emocionante por inesperada y sorprendente. Una lecci¨®n de toreo aut¨¦ntico. En su primero, m¨¢s inv¨¢lido a¨²n, tambi¨¦n lo intent¨®, pero s¨®lo destac¨® la voluntad de Espartaco.
Finito es un ¨ªdolo en C¨®rdoba, y, entre su gente, se transfigura. No es el Finito ap¨¢tico y sin ¨¢ngel, sino un hombre apasionado y valiente. Persigui¨® el triunfo toda la tarde. Emocion¨® de verdad con un toreo de calidad ante su flojo primero, y se jug¨® el tipo ante el deslucido sexto.
Emilio Mu?oz se encontr¨® con el toro m¨¢s encastado de la tarde y su actuaci¨®n no fue reconocida por un p¨²blico muy exigente con el trianero. No dibuj¨® una faena de ensue?o, pero se faj¨® en un toreo desgarrado y profundo. En el otro, manso, estuvo precavido.
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