Un fara¨®n reina en Par¨ªs
Termina en el Grand Palais de la capital francesa una gran exposici¨®n sobre Amenofis III
Una vez m¨¢s, el Sena pretende ser el Nilo, y el Grand Palais abandona su aspecto de Exposici¨®n Universal para fingirse la Casa Dorada de Tebas. La exposici¨®n Amenophis III, le Pharaon-Soleil, concede cierto cr¨¦dito a semejantes pretensiones. Si alg¨²n pa¨ªs puede permit¨ªrselas es precisamente Francia, cuya actividad en Egipto ha sido incesante desde la expedici¨®n napole¨®nica. La grandeza de Tebas estrecha la mano de los inventores de la grandeur. Es un pacto que no carece de l¨®gica. La muestra ha recibido gran cantidad de visitantes y se encuentra en sus ¨²ltimos d¨ªas.
Este evento se inscribe en lo que ya empieza a ser otra gran tradici¨®n parisiense: el intercambio cultural con el Museo de El Cairo y la presentaci¨®n al gran p¨²blico de los principales periodos fara¨®nicos, mediante un trabajo de informaci¨®n generalmente mod¨¦lico. En 1967, Par¨ªs acogi¨® la primera etapa del largo viaje de Tutankamon por algunas capitales occidentales. En 1976 recib¨ªa triunfalmente los restos del gran Rams¨¦s II. Ambas exposiciones se debieron a la poderosa iniciativa de madame Christine Desroche Noblecourt, una de las principales autoridades mundiales en el campo de la egiptolog¨ªa (sus excavaciones en las necr¨®polis tebanas son legendarias).En la actual exposici¨®n de Amenofis III, la organizaci¨®n ha escapado parcialmente de manos francesas. De hecho, fue auspiciada por el Cleveland Museum of Art y exhibida en sus salas y posteriormente en las del Kimbell Museum de Fort Worth (Tejas) antes de llegar a los sofisticados espacios del Grand Palais. En el selecto y generoso cat¨¢logo, que en realidad es una obra con autonom¨ªa propia, se informa sobre los or¨ªgenes del proyecto: "?ste se inscribe en el marco de un vasto proyecto fotogr¨¢fico y fue iniciado en 1977 por Arielle Kozloff, conservadora del Museo de Cleveland. Ten¨ªa como prop¨®sito conservar documentadamente las pinturas murales de la XVIII dinast¨ªa que adornan algunas tumbas tebanas, en los aleda?os del valle de los Reyes. Nuestra exposici¨®n arranca de la convicci¨®n inicial de Arielle Kozloff: la posibilidad de identificar las contribuciones individuales de los artistas. Mientras realizaba sus investigaciones en Egipto, conoci¨® por casualidad a Betsy M. Brian, profesora del departamento de arte y arqueolog¨ªa egipcios de la Johns Hopkins University. Con gran entusiasmo, ambas mujeres conjugaron sus esfuerzos en el estudio de todo el material disponible de este floreciente periodo del arte egipcio... ".
Aparte de obras de las colecciones permanentes del Louvre y del Museo de El Cairo, conviene destacar muchas otras cedidas por museos de Alemania, B¨¦lgica, Estados Unidos, Austria, Italia, Rusia, Holanda y el Reino Unido. En alg¨²n caso, la cita parisiense implica el reencuentro con piezas inolvidables, como la exquisita talla de la reina Tyi, procendente del Museo de Berl¨ªn y una de las obras maestras del arte am¨¢rnico; en otros casos, ratificamos la maestr¨ªa artesanal del barroco tebano en objetos de cosm¨¦tica o fragmentos de ajuares funerarios procedentes de importantes colecciones norteamericanas. Y, entre las piezas estelares, Europa puede saludar al espl¨¦ndido sarc¨®fago policromado de la Cantante de Amon-Udejebu, conservado en San Luis.
Vida cotidiana
El exceso de procedencias pudiera abrumar al lector, del mismo. modo que fascina al visitante, conducido por los distintos periodos del reinado de Amenofis III a trav¨¦s de los m¨¢s variados aspectos de la vida cotidiana. Aspectos y vida que, en ¨²ltima instancia, son dorados como lo fue la ¨¦poca de este rey emblem¨¢tico, acaso el ¨²ltimo gran personaje de la XVIII dinast¨ªa antes de que ¨¦sta se abismase en los des¨®rdenes provocados por la herej¨ªa am¨¢rnica, obra de su descendiente Amenhotep IV, m¨¢s conocido como Akenaton.
El t¨ªtulo de Pharaon-Soleil otorgado en esta exposici¨®n al gran Amenhotep (Amenofis es denominaci¨®n griega) parece una redundancia si pensamos que la identificaci¨®n solar es inherente al cargo del fara¨®n desde las primeras dinast¨ªas. Se piensa en una boutade muy al gusto franc¨¦s, un paralelismo con la omnipotencia de un Luis XIV que irradiase sus rayos desde el palacio de Malgata como prefiguraci¨®n de Versalles. Y es cierto que, salvando distancias y lecturas, el paralelismo es plausible. Al fin y al cabo, el palacio de Malgata, al que Amenhotep dio el nombre de Casa del Jubileo (Per hay), adquiere los poderes y la significaci¨®n de una corte estrictamente organizada que se erige en centro de la vida pol¨ªtica y social de Tebas hasta alcanzar un rango parecido al del templo de Karnak en lo religioso. Amenhotep gobierna un Estado que alcanza su punto m¨¢ximo de equilibrio interno al tiempo que afirma los logros de los anteriores faraones tebanos. Un Estado cuyo prestigio internacional se mantiene a trav¨¦s de alianzas pac¨ªficas, como demuestran los fragmentos de correspondencias diplom¨¢ticas hallados en distintos puntos de Egipto.
El palacio de Malgata es hoy un informe campo de despojos detr¨¢s del Valle de las Reinas, en una zona que muy pocos viajeros suelen visitar. En lo que hoy es un p¨¢ramo desolado, se levant¨® anta?o un extenso lago rodeado por frondosos jardines. S¨®lo queda el testimonio en alguna representaci¨®n gr¨¢fica y en la imaginaci¨®n de alg¨²n novelista de ¨¦xito. Pero permanece intacta la huella de la familia real, debidamente representada en la exposici¨®n del Grand Palais.
Es un linaje que ha dado mucho que hablar. Conocemos por supuesto a Akenaton, de quien siempre se dir¨¢ poco; podr¨ªamos citar tambi¨¦n a su misterioso corregente Smenkar¨¦, a la divina Nefertiti y terminar con Tutankamon (?nieto de Amenhotep, como hacen sospechar sus rasgos f¨ªsicos?).
La reina Tyi
Pero entre todos ellos destaca el personaje de la reina Tyi, que ha sido llamada "una de las mujeres fuertes de la XVIII dinast¨ªa" (las otras ser¨ªan Hatchepsut y Nefertiti). Sin embargo, el tratamiento se me antoja de cortos alcances. En la medida de nuestros conocimientos, ella es una de las mujeres que se perfilan con m¨¢s firmeza en la entera historia de Egipto. Su destacado papel como "esposa favorita" aparece en numerosas representaciones, igual que, posteriormente, aparecer¨ªa Nefertari en la vida de Rams¨¦s II. Pero Tyi presenta caracter¨ªsticas m¨¢s singulares: intrigan sus rasgos negroides y extra?a que no fuese de sangre real.
En cuanto a su papel en la vida pol¨ªtica, se revela mucho m¨¢s activo que el de Nefertari. En la famosa correspondencia cruzada entre Akenaton y el rey de Mitammi, Tuchratta, ¨¦ste declara: "Tu madre Tyi conoce todas las palabras que yo cambi¨¦ con tu padre. Nadie m¨¢s que ella puede conocerlas...".
Se ha dicho que la influencia de tan singular mujer fue m¨¢s all¨¢ de la pol¨ªtica, hasta interferirse en la religi¨®n. En opini¨®n de algunos autores, su hijo aprendi¨® de ella las bases del culto a Aton que, por otro lado, aparecen ya prefiguradas en el reinado de Amenhotep III. ?Estuvo tambi¨¦n ¨¦ste influido por la doctrina y fue quien la transmiti¨® a Akenaton? En cualquier caso, resulta apasionante investigar los sinuosos caminos que tuvo que pasar la divinidad solar -ciertamente, no la ¨²nica en la mitolog¨ªa egipcia- para convertirse en culto, despu¨¦s de dogma, y finalmente en herej¨ªa revolucionaria.
Babelia
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