Un tal V¨¢zquez alcanza la gloria
JOAQU?N VIDAL "Torea un tal V¨¢zquez". Eso se o¨ªa decir antes de que empezara la funci¨®n, y result¨® que, al terminar, el tal V¨¢zquez hab¨ªa ascendido a la gloria.
La mayor parte del p¨²blico de Las Ventas no sab¨ªa qui¨¦n era el tal V¨¢zquez. Con ocasi¨®n de la isidrada va a Las Ventas un p¨²blico especial, que le quitas los cuatro o cinco nombres de la fama y no tiene ni idea de qui¨¦nes son los que hacen el pase¨ªllo. A veces hasta es necesario explicarles que, los de oro, son matadores; los de plata, subalternos; los de rojo, monosabios, y los de negro, toros.
"?Y qui¨¦n dice usted que torea, perdone que le moleste?". "Un tal V¨¢zquez. Muy conocido en su casa a la hora de comer".
Eso era rondando las siete de la tarde, poquito antes de sonar el clar¨ªn. Pero a las nueve de la noche, al tal V¨¢zquez ya lo conoc¨ªa todo el mundo y ¨¦l estaba en la gloria. Cuando un d¨ªa le llegue lo que a todos nos ha de llegar y vaya al cielo (lo que ocurrir¨¢ dentro de un siglo), no le va a coger de nuevas. ??ngeles, arc¨¢ngeles y querubines? ?Las trompetas de la corte celestial, San Pedro, La Virgen? Todo eso lo vio el tal V¨¢zquez -le llaman ya don Javier, doctor en Tauromaquia- bajo el clamor de una muchedumbre enfervorizada que le vitoreaba desde los tendidos y se romp¨ªa las manos de aplaudir, y mientras otra muchedumbre jubilosa le sacaba a hombros por la puerta grande.
Pe?ajara / Cepeda, Camino, V¨¢zquez
Toros de Pe?ajara (dos fueron devueltos por inv¨¢lidos), de espl¨¦ndido trap¨ªo, muy serios, algunos inv¨¢lidos, otros fuertes (sobre todo 5?), con casta. Sobreros: 4? de Luis Jorge Ortigao Costa, serio y cuajado, bravuc¨®n, con casta; 6? de Rom¨¢n Sorando, bien presentado, inv¨¢lido, dificultoso.Fernando Cepeda: bajonazo descarado (silencio); pinchazo hondo trasero, rueda de peones y tres minutos de capotazos en los que se le ahonda el estoque y dos descabellos (bronca). Rafael Camino: pinchazo, bajonazo y descabello (silencio); pinchazo y estocada perdiendo la muleta (pitos). Javier V¨¢zquez: estocada ladeada (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada ladeada (dos orejas); sali¨® a hombros por la puerta grande. Plaza de Las Ventas, 31 de mayo. 24? corrida de feria. Lleno.
Nadie le regal¨® nada, no se le hab¨ªa aparecido la gloria en un encuentro casual a la vuelta de la esquina. Por el contrario, la estuvo buscando toda la tarde, toro a toro, no importaba que fuese deslucido; interviniendo en quites; apurando hasta la ¨²ltima posibilidad de hacerles faena. Al primero de su lote, que estaba inv¨¢lido y sac¨® casta, le porfi¨® pases con tenaz insistencia sin conseguir acoplarse a su desigual embestida. Al otro, en cambio, a¨²n m¨¢s dif¨ªcil -pues era top¨®n, en ocasiones derrot¨®n y se quedaba en el centro de la suerte-, lo tore¨® con valent¨ªa e intensidad. Fue la faena del triunfo.
La inici¨® el tal V¨¢zquez en el centro del redondel mediante una emocionante pedresina, que tuvo us¨ªa. Y ya empez¨® a ser Javier V¨¢zquez el desconocido diestro, don Javier V¨¢zquez, torero de cartel y de fama. ?Se le quedaba el toro? Pues le aguantaba los parones al toro. ?Le derrotaba el toro? Pues le quitaba el vicio de derrotar al toro.
En la pelea de poder a poder que se sustanciaba en el centro geom¨¦trico del redondel, gan¨® el torero, porque expuso con generosidad su integridad f¨ªsica oblig¨¢ndo al toro reserv¨®n a tomar la muletilla que le presentaba sugerente y retadora.
Tore¨® Javier V¨¢zquez al natural. Tantos toros pastue?itos como se han ido durante la feria molidos a derechazos, sin que la figura egregia se atreviera a echarse la muleta a la izquierda, y aqu¨ª estaba ese tal V¨¢zquez tirando del toro reacio, embebiendo su embestida dificultosa, en ejecuci¨®n estricta de la suerte b¨¢sica de la tauromaquia que es el toreo al natural. Y, ligadas las tandas, las remataba sac¨¢ndose por delante al toro vencido alivi¨¢ndolo con el pase de pecho, y a¨²n se permiti¨® el lujo el giran torero de resolver un postrer guada?azo, diluy¨¦ndolo en la gracia airosa del afarolado. No lo conoc¨ªa casi nadie... Los aficionados, sin embargo, s¨ª lo conoc¨ªan. Javier V¨¢zquez ha toreado mucho en Las Ventas, de novillero, y ha hecho faenas de irreprochable pureza. Sab¨ªan, pues, que alg¨²n d¨ªa tendr¨ªa la oportunidad de exhibir su torer¨ªa. En el toreo, igual que sucede en la vida, muchas veces el futuro depende de la entereza con que se sepan aprovechar las oportunidades.
No s¨®lo Javier V¨¢zquez tuvo la suya en esta tarde de gloria. A sus compa?eros de terna tambi¨¦n se les presentaron y las dejaron escapar lamentablemente. Toros de encastada nobleza se les fueron al desolladero sin torear. Rafael Camino pegaba derechazos m¨¢s pendiente de alejar las embestidas que de embarcarlas. Fernando Cepeda tir¨® l¨ªneas de parecida manera con el codicioso sobrero. Al parecer quer¨ªa el toro moribundo y tontorr¨®n, y ese fue el que abri¨® plaza. Lo brind¨® al p¨²blico a pesar de que protestaba su invalidez; estuvo cinco minutos de reloj peg¨¢ndole deslucidos derechazos; fracas¨¦ en un fugaz intento de torear al natural; meti¨® un bajonazo indecoroso, y cuando se retir¨® a la barrera hab¨ªa hecho el mayor de los rid¨ªculos.
Luego, a lo mejor, ambos diestros le echar¨ªan la culpa a los toros acus¨¢ndoles de marrajos, y al p¨²blico de intransigente. Pero ser¨¢ una forma de disimular como otra cualquiera. Porque cuando un torero quiere triunfar de verdad, y pone en el empe?o su coraz¨®n valiente y su torer¨ªa, no hay toro que se le resista ni p¨²blico que no se le entregue. Ah¨ª est¨¢ el ejemplo de aquel desconocido que empez¨® siendo un tal V¨¢zquez, acab¨® con tratamiento de don y ahora mismo est¨¢ saboreando las mieles de la gloria, rodeado de ¨¢ngeles, arc¨¢ngeles y querubines.
Babelia
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