La impaciencia de Aznar
Hace unos d¨ªas, el Partido Popular peg¨® en Sevilla unas tiras con la leyenda "?que se vayan!". No es cierto que fuera un eslogan inventado por Herri Batasuna. Lo fue, en los inicios de la transici¨®n, por Euskadiko Ezkerra, por lo que tal vez su inventor milite ahora en el PSOE vasco. Se refer¨ªa a la polic¨ªa y a la Guardia Civil, y serv¨ªa de estribillo a una copla que se cantaba en las fiestas de los pueblos. Pero es verdad que la consigna que luego adoptada como santo y se?a por HB, y los que ten¨ªan que irse eran ya todos los que no fueran ellos mismos. La frase figura, por ejemplo, en los carteles que estos d¨ªas llamaban asesinos a tres periodistas de la televisi¨®n vasca. Es una consigna que desde hace a?os simboliza en el Pa¨ªs Vasco el sectarismo infantiloide del abertzalismo radical.La comparaci¨®n establecida entre el Partido Popular y Herri Batasuna por haber utilizado esa consigna es sin duda exagerada, pero ello no hace menos inquietante el mensaje sectario que intenta transmitir. El sectarismo es una de las manifestaciones del infantilismo que, seg¨²n el economista Schumpeter, acecha siempre a la actividad pol¨ªtica. Gentes tolerantes y de opiniones matizadas en otros terrenos demuestran, en lo tocante a la pol¨ªtica, un fanatismo sin fisuras que las hace absolutamente incapaces de admitir no ya las razones, sino hasta la buena fe de los contrincantes. En periodo electoral, esa tendencia se agrava, y el relativismo propio de las sociedades pluralistas se diluye en favor del principio premoderno de la verdad ¨²nica y la falsedad m¨²ltiple. La sinceridad s¨®lo es digna de aprecio si respalda esa verdad ¨²nica, y el error resulta doblemente peligroso si se sostiene sinceramente.
De ah¨ª que el reconocimiento leal del rival, habitual en otras facetas de la vida, est¨¦ excluido en pol¨ªtica. ?se es el drama de los pol¨ªticos, a los que s¨®lo el reconocimiento de sus enemigos podr¨ªa consolar de las amarguras de su profesi¨®n. Adolfo Su¨¢rez, desesperado, tuvo que retirarse para obtenerlo de Felipe Gonz¨¢lez. Y ¨¦ste no puede esperar de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar otra cosa que fr¨ªo desprecio: ni siquiera ha aceptado que en el debate de Tele 5 el otro se cobr¨® la revancha.
Pero lo niega Aznar con la misma energ¨ªa con que niega o afirma todo lo dem¨¢s: que no dijo lo de "pedig¨¹e?o" o que va a bajar los impuestos, lo que induce a dudar de la sinceridad de esa energ¨ªa que intenta transmitir con la mirada. Es una mirada que significa "a m¨ª usted no me la da", pero que revela tambi¨¦n cierta impaciencia: por desalojar al otro, por ocupar su lugar. Seguramente muchos votantes de Aznar confunden esa impaciencia con indignaci¨®n c¨ªvica.
Pero el exceso de impaciencia del aspirante -tan gr¨¢ficamente puesto de relieve en su irritada huida de los estudios tras el debate del lunes- puede ser un argumento decisivo para que no le voten quienes estuvieron tentados de hacerlo para castigar el uso sectario de su mayor¨ªa por parte de los socialistas. Pues si ¨¦stos necesitan una cura de humildad, tal vez los de Aznar est¨¦n necesitados de tratamiento para su exceso de furia.
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