Oskar J¨¹rgens y la plaza de Oriente
PEDRO NAVASCU?S PALACIO
Entre las novedades editoriales de las ¨²ltimas semanas hemos visto con satisfacci¨®n y agradecimiento la traducci¨®n merit¨ªsima de una obra fundamental sobre la historia de las ciudades espa?olas, rara de encontrar en las bibliotecas y de inhabitual manejo por estar escrita en alem¨¢n. Pese a ello, de all¨ª salieron muchas noticias, ideas y dibujos h¨¢bilmente utilizados por autores posteriores. Me estoy refiriendo a la Spanische stadte (Ciudades espa?olas), del ingeniero alem¨¢n Oskar J¨¹rgens, publicada en Hamburgo en 1926.Si traemos aqu¨ª esta obra, editada por el Ministerio para las Administraciones P¨²blicas y excelentemente traducida por Mar¨ªa Teresa Pumarega, es porque nos permite invitar a su autor, s¨®lo desde el recuerdo, para participar en una imposible mesa redonda sobre la plaza de Oriente de Madrid, puesto que Oskar J¨¹rgens falleci¨® en 1932. Sin embargo, este libro hace llegar hasta nosotros su opini¨®n acerca de "la plaza de Oriente y el proyecto de Oriol" de tal forma que su parecer est¨¢ fuera de toda sospecha partidista, como se viene se?alando a quienes nos hemos manifestado de modo civilizado en contra de la transformaci¨®n de esta plaza madrile?a.
La actualidad de las p¨¢ginas de este libro es tal que al lector no avisado le crear¨ªa una confusi¨®n seria. J¨¹rgens, que fue hombre de madurada opini¨®n propia y de exquisita sensibilidad hacia lavivencia y morfolog¨ªa de la ciudad, escribe textualmente: "?ltimamente se han realizado varias propuestas para enlazar m¨¢s estrechamente el palacio y su entorno con el viario de la ciudad, la m¨¢s ambiciosa de las cuales est¨¢ contenida en el proyecto de Oriol...".
Escrito esto en 1926, no puede referirse, naturalmente, al proyecto de Miguel de Oriol, sino al de uno de sus antecesores, Jos¨¦ Luis de Oriol, autor de un conocido y disparatado proyecto de reforma interior de Madrid (1921) que, afortunadamente para nuestra ciudad y sus habitantes, no lleg¨® a cuajar. Jos¨¦ Luis de Oriol quer¨ªa, seg¨²n J¨¹rgens, "dar mayor realce al palacio y a la catedral" que la que su nieto nos propone.
Pero ahora me interesa sobre todo transcribir los argumentos para este no al proyecto de Jos¨¦ Luis de Oriol por parte de Oskar J¨¹rgens, porque son de una sensatez digna de recordar a la hora de repetir el no a la propuesta de Miguel Oriol que apoya nuestro Ayuntamiento, sin entrar en detalles referidos a los subterr¨¢neos, ni a la contaminaci¨®n, ni a otros mil seudoargumentos que se han venido esgrimiendo.
Escribe J¨¹rgens: "Contra esta propuesta se ha objetado -con toda la raz¨®n- que en una ¨¦poca como la nuestra, en la que ya no se conocen la pompa y el boato de la monarqu¨ªa absoluta y en la que existen gran cantidad de problemas edificatorios m¨¢s importantes que resolver, no tiene ya ning¨²n sentido una plaza palaciega...., tanto m¨¢s que, para ser creada, habr¨ªa que realizar una reforma muy costosa de una plaza ya existente, que no resulta tan mal y que, en cualquier caso, puede ser mejorada con medios much¨ªsimo m¨¢s modestos. Y dejando aparte este inconveniente fundamental, contra semejante reforma se podr¨ªa objetar tambi¨¦n el hecho de que con ella se incrementar¨ªa la ambig¨¹edad existente en la ordenaci¨®n actual, de forma que ser¨ªa ya completamente imposible dar al conjunto una soluci¨®n art¨ªstica enteramente satisfactoria, a menos que tambi¨¦n se reformase el palacio, adapt¨¢ndolo a las nuevas condiciones proyectadas".
Con voz arcana
En estas palabras se resume cuanto luego se ha venido a decir no tanto contra el proyecto de Miguel Oriol como en favor de la plaza de Oriente de Madrid. Mutatis mutandis, en Madrid y en el resto de las ciudades espa?olas podr¨ªan se?alarse otras muchas situaciones an¨¢logas que el libro de J¨¹rgens, con voz arcana, nos ha venido a recordar con una naturalidad y cordura que, me temo, hemos perdido en nuestros d¨ªas. La cr¨ªtica exposici¨®n de la ciudad hecha por Oskar J¨¹rgens, como espacio pensado por y para el hombre en la que se dan cita la arquitectura y el paisaje, en una realidad hist¨®rica que no hemos sabido asumir, supone una amarga reflexi¨®n al analizar este siglo.
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