El toreo bueno
Aldeanueva / Romero, V¨¢zquez, FinitoToros de Aldeanueva (dos, devueltos por inv¨¢lidos), con trap¨ª¨®, varios sospechosos de pitones; inv¨¢lidos; encastados y pastue?os. Sobreros, ambos con trap¨ªo: 2? de Puerto de San Lorenzo, manso con casta. 5? de Rom¨¢n Sorando, flojo, noble. Curro Romero: pinchazo y estocada corta escandalosamente baja (divisi¨®n); pinchazo bajo y estocada corta delantera (bronca). Curro V¨¢zquez: pinchazo hondo trtasero y tres descabellos (ovaci¨®n y salida a los medios); dos pinchazos bajos, otro hondo bajo y dos descabellos (vuelta protestada). Finito de C¨®rdoba: estocada ladeada (dos orejas con algunas protestas); metisaca escandalosamente bajo y estocada en el mismo sitio (silencio); sali¨® a hombros por la puerta grande:
Plaza de Las Ventas, 6 de junio. 28? y ¨²ltima de feria (fuera de abono). Lleno.
Toreo del bueno se vio en esta corrida de la m¨¢xima expectaci¨®n. El p¨²blico tiene un sentido especial para detectar lo que puede merecer la pena y all¨ª estaban la afici¨®n, sus allegados y los curiosos, como un solo hombre, abarrotando la plaza hasta la bandera. Primero hab¨ªan ido a votar; luego, a aplaudir. Y los toreros les dieron motivo. Incluso Curro Romero les dio motivo, cuando meci¨® el lance a la ver¨®nica y cuando sac¨® su primer toro al centro del redondel (no exactamente; un poquito a un lado, pues en el centro geom¨¦trico hab¨ªa barro), e instrument¨® unos derechazos con la t¨¦cnica del parar, templar y mandar.
Quien hizo m¨¢s toreo, y en ocasiones de calidades excelsas, fue Finito de C¨®rdoba. En realidad, los tres espadas ejecutaron el toreo en proporci¨®n inversa a sus respectivas edades, lo cual es perfectamente l¨®gico. Finito, el jovencito de la terna, sali¨® a arrollar, y arroll¨®. Curro V¨¢zquez, el maduro, a consolidar su cartel madrile?o con algunos rasgos de su torer¨ªa honda, y lo consolid¨®. Y Curro Romero, el sesent¨®n, a recordar el arte y el estilo que han venido sustentando su fama desde que ten¨ªa la edad de Finito, y lo record¨®.
La veteran¨ªa es un grado, no cabe duda, aunque lo dificil es llegar a la jubilaci¨®n sin haber cedido a nadie el trono de fara¨®n, y eso es lo que admira de Curro Romero. Ya no est¨¢ para trotes, el hombre, pero retiene lo que tuvo y a¨²n es capaz de llevarse el toro al centro del redondel (o cerquita; por lo del barro) para adelantar la muletilla, embarcar el redondo, ligar tres tandas y rematarlas con variedad, que es donde est¨¢ el gusto. En su otro toro, un inv¨¢lido absoluto, tambi¨¦n se estir¨®, aunque torero estirado junto a toro ca¨ªdo no hacen arte; hacen el el rid¨ªculo, y eso tambi¨¦n sucedi¨®.
Curro V¨¢zquez sac¨® coraje para apoyar su reconocida torer¨ªa e hizo dos faenas emotivas, ambas de corte cl¨¢sico, planteadas sobre la derecha, quiz¨¢ por no desentonar, pues los tres diestros se manifestaron derechacistas a ultranza. Tuvo en las trincherillas y los ayudados sus momentos mejores y el p¨²blico los core¨® con los ol¨¦s rotundos de las grande solemnidades.
El alboroto, sin embargo, lo provoc¨® Finito, con capote y muleta. La docena de ver¨®nicas que instrument¨® al sexto puso la plaza boca abajo. Y su primera faena constituy¨® un aut¨¦ntico por el gusto, el temple y la arrmon¨ªa con que la desarroll¨®, hasta culminarla con otra teor¨ªa de pases de la firma y ayudados, que levantaron oleadas de entusiasmo.
Por naturales, en cambio, s¨®lo tore¨® en una tanda, y aunque tambi¨¦n fue buena y el toro embest¨ªa superior, no la volvi¨® a repetir. Da la sensaci¨®n de que a los toreros la muleta en la mano izquierda les quema. Al sexto ya no lo tore¨® bien Finito, abus¨® del pico, no le cog¨ªa el temple, perd¨ªa terreno, y lo liquid¨® de dos infamantes bajonazos. Sali¨® a hombros por la puerta grande, seg¨²n le correspond¨ªa reglamentariamente -?hab¨ªa cortado dos orejas!- mas el desaguisado que acababa de perpetrar no tyen¨ªa demasiado encaje con tanto triunfalismo.
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