Documental sobre un crimen famoso
En 1924, en Chicago, Richard Loeb y Nathan Leopold, dos j¨®venes estudiantes, secuestran y matan a un ni?o, no tardan en ser arrestados y condenados a 99 a?os de prisi¨®n. El llamado caso Leopold-Loeb tiene gran repercusi¨®n y da lugar a tres producciones norteamericanas muy diferentes entre s¨ª.El maestro Alfred Hitchcock parte de ¨¦l, o m¨¢s bien de la obra teatral que, bas¨¢ndose en los escuetos hechos, escribe el dramaturgo Patrick Hamilton, para hacer La soga (1948). Un brillant¨ªsimo ejercicio de estilo, tan s¨®lo rodado en ocho complicad¨ªsimos planos, que se sit¨²a entre sus mejores y m¨¢s claustrof¨®bicas pel¨ªculas, sobre el momento del descubrimiento del crimen.
Por su parte, Richard Fleischer toma una obra dram¨¢tica de Meyer Levin sobre el mismo tema para rodar Impulso criminal (1959), una de sus mejores pel¨ªculas de su etapa 20th Century Fox. Dividida en dos partes claramente diferenciadas, la preparaci¨®n y ejecuci¨®n del crimen y la captura de los culpables, por un lado, y el largo y complejo juicio, por otro, dan lugar para que Orson Welles, en su papel de abogado defensor, haga un eficaz alegato contra la pena de muerte.
Swoon
Estados Unidos, 1991. Director y guionista: Tom Kalin. Fotograf¨ªa: Ellen Kuras. Int¨¦rpretes: Daniel Schlachet, Craig Chester, Ron Vawter, Michael Kirby. Estreno en Madrid: Renoir (versi¨®n original subtitulada).
Tono documental
Y, por ¨²ltimo, el debutante Tom Kalin, mucho m¨¢s cerca de la versi¨®n de Richard Fleischer que de la de Alfred Hitchcock, vuelve a narrar en Swoon c¨®mo en mayo de 1924 Richard Loeb y Nathan Leopold raptan y matan al ni?o Bobby Franks dentro de la sucesi¨®n de hechos violentos que les mantiene apartados del aburrimiento, pero haciendo gran hincapi¨¦ en un tono documental y desdramatizado, as¨ª como en la homosexualidad de ambos personajes y en el hecho de que son jud¨ªos.Mientras el tono documental con la inclusi¨®n de actualidades de la ¨¦poca, resulta muy afortunado, pero hace que la fotograf¨ªa en blanco y negro y 16 mil¨ªmetros tenga demasiado grano para igualar, el tono desdramatizado resulta excesivo, sobre todo por la inclusi¨®n de una voz en off que va leyendo los diarios de uno de los asesinos, y hace que los hechos que se muestran resulten muy fr¨ªos.
Tanto en la versi¨®n de Hitchcock como en la de Fleischer, la homosexualidad de los asesinos era algo tan expl¨ªcito que no hac¨ªa falta indagar sobre ello, mientras parece ser el motivo principal que ha llevado a Tom Kalin a rodar Swoon. De forma que resulta gratuito, innecesario, como demostraron sus antecesores, y hace que la primera parte, que es la que m¨¢s insiste en ello, resulte especialmente mon¨®tona.
Frente al correcto trabajo de John Dall y Farley Granger en La soga y, sobre todo, el excelente de Dean Stockwell y Bradford Dillman en Impulso criminal, por culpa de la desdramatizaci¨®n continuada a que Tom Kalin somete la historia, Daniel Schlachet y Craig Chester no consiguen ni diferenciar a sus personajes, ni siquiera darles una entidad propia en Swoon. Dentro de la eficacia del tono documental, Tom Kalin narra la historia de los dos criminales hasta el final. Por lo que sabemos, Richard Loeb fue asesinado en la c¨¢rcel en el a?o 1930 por un obseso sexual, y Nathan Leopold termina de cumplir su condena en 1958, contrae matrimonio y posteriormente trabaja como t¨¦cnico de rayos X.
Babelia
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