Nos morimos

"Vi a una ni?a de unos ocho a?os tumbada en el suelo con la cabeza destrozada y vi a otros ni?os m¨¢s ensangrentados, a la gente gritando, a dos se?oras a las que les faltaba parte del pecho y una de ellas se abraz¨® a m¨ª llorando". ?sa fue la imagen que Julio L¨®pez, due?o del bar Galaica, situado junto al lugar del primer atentado, se top¨® tras abandonar el local a gatas: "Estaba cortando jam¨®n y todo comenz¨® a saltar; el bar se ilumin¨® con las llamaradas que echaba la furgoneta. Todo se inund¨® de humo y sal¨ª corriendo".Un furg¨®n se consum¨ªa entre llamas y, a la derecha, los cuerpos de varios ni?os yac¨ªan ensangrentados en el suelo". As¨ª lo contaba una mujer de 20 a?os, habitual de ese establecimiento: "El bar estaba abarrotado y todos los clientes fuimos arrojados al suelo tras el estallido en medio de una espesa nube de humo y polvo". La mujer indic¨® que los cuerpos de los ni?os -entre ellos los de las hermanas Juana y Gabriela Ca?izo, de 8 a?os y 15 a?os, respectivamente- estaban en una zona donde los ni?os esperan a diario el autob¨²s escolar.

El alba?il Cruz Calcerrada, que trabajaba en la plaza cuando se produjo la explosi¨®n, se lament¨® de no haber podido salvar la dos personas que se quemaban dentro de un autom¨®vil".

Andr¨¦s Garc¨ªa Moreno no acudi¨® ayer a trabajar. El alcalde de Madrid le eximi¨® para que pudiese buscar cobijo nocturno para su familia. Andr¨¦s, oficial de protocolo del Ayuntamiento de Madrid, bajaba por el segundo piso del ascensor de su vivienda, en el n¨²mero 61 de la calle de Joaqu¨ªn Costa, a las 8.15 de la ma?ana de ayer cuando su esposa, Rosa, le dijo: "Nos morimos". Una bomba de 40 kilos de amosal acababa de estallar frente a su portal.

Ni Andr¨¦s Garc¨ªa ni Rosa sufrieron heridas porque el ascensor era met¨¢lico y sin espejos. El susto s¨ª fue impresionante porque algunos cables se rompieron y el elevador se qued¨® muchos minutos descolgado. Emilio, el portero, les liber¨® y, nada m¨¢s ver la luz del descansillo, una obsesion: sus hijas, de 14 y 13 a?os, se hab¨ªan quedado en la cama con una prima y una amiga norteamericana. Galoparon por las escaleras hacia el quinto piso y se las tropezaron en un rellano. La explosi¨®n las levant¨® y dej¨® su casa sin ventanas.

El impacto del primer coche bomba, recogido incluso en directo por la emisora Antena 3 de Radio, cuya sede se encuentra a escasos metros, destroz¨® interior y exteriormente los tres bloques situados en frente y, aunque no da?¨® su estructura, s¨ª los dej¨® inhabitables, con desperfectos en los techos y paredes de escayola, en los balcones, y con serios da?os en las conducciones de agua, luz, gas o tel¨¦fono.

La onda expansiva del artefacto fulmin¨® a unos 30 veh¨ªculos y acab¨® con la resistencia de los cristales -incluso blindados- en varias manzanas a la redonda. La polic¨ªa acordon¨® la zona y se provoc¨® un gran atasco. La secci¨®n municipal de Protecci¨®n a la Edificaci¨®n inici¨®, despu¨¦s del atentado, una actuaci¨®n de emergencia para devolver a la normalidad los 20 edificios afectados. Unas 80 personas se quedaron sin casa y se les busc¨® alojamiento en las Juntas de Distrito cercanas, sobre todo la de Chamart¨ªn.

Los testigos coincidieron en la confusi¨®n inicial. Un empleado del Centro de Investigaciones Biol¨®gicas del Centro Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, situado en las cercan¨ªas, especific¨®: '"Lo primero que v¨ª fue un hombre muerto, un furg¨®n ardiendo y varios conductores con miradas de desesperaci¨®n atravesados en el asfalto".

"He sufrido un terror¨ªfico amanecer, el peor de mi vida; la ventana se desintegr¨® y tuve que protegerme con la ropa de la cama", explic¨® la propietaria de un piso de la glorieta de L¨®pez de Hoyos. Dos agentes de un coche patrulla de la Polic¨ªa Municipal salvaron ayer su vida por el color rojo del sem¨¢foro que les detuvo en la entrada de esta glorieta instantes antes de la explosi¨®n.

Purificaci¨®n S¨¢nchez Robles, cocinera del bar hawaiano situado frente al portal de la calle de Serrano donde explot¨® el segundo artefacto, se sorprendi¨® sobre todo por su resonancia: "Yo soy de Alicante y estoy acostumbrada a las tracas pero lo de esta ma?ana no tiene nada que ver". El t¨ªmpano de Jos¨¦ Luis Sevillano, el quiosquero de la esquina, casi revienta porque la explosi¨®n lo cogi¨® a menos de 10 metros: "El que se libr¨® por poco fue el rutero de EL PA?S, que se acababa de marchar".

Una comerciante maldec¨ªa a los provocadores del bombazo mientras barr¨ªa los restos de su escaparate: "Esta gente no tiene nombre, habr¨ªa... A ver, ahora por qu¨¦ han hecho esto".

En otro lugar de la glorieta, pero con m¨¢s tranquilidad, el inspector jefe de la Polic¨ªa Municipal, el general Manuel Fern¨¢ndez-Monz¨®n, alababa el funcionamiento operativo de sus agentes y daba una explicaci¨®n pol¨ªtica de los atentados: "Est¨¢ claro lo que quiere decir esta gente [los terroristas]: que de pactos nada".