Pujol no quiere ser Cambo
El l¨ªder de Converg¨¨ncia sabe que si entra en el Gobierno de Espa?a, debe cambiar su discurso en Catalu?a
"Somos los regionalistas catalanes un caso ¨²nico en la flora pol¨ªtica espa?ola, quiz¨¢s en la flora pol¨ªtica de Europa ( ... ). Nosotros somos un grupo de hombres de gobiemo, que hemos nacido para gobernar, que nos hemos preparado para gobernar, que en la esfera de acci¨®n donde hemos gobemado hemos demostrado aptitudes para gobernar, y, no obstante, se?ores diputados, estamos condenados a ser hombres de oposici¨®n". Eso era en 1916. Y quien as¨ª se lamentaba desde la tribuna del Congreso de los Diputados era Francesc Camb¨®, el dirigente pol¨ªtico de la burgues¨ªa catalana.Aquel grupo de catalanes se encontraba ante la imposibilidad de llevar a la pr¨¢ctica desde el Gobierno la idea de Espa?a que acompa?aba a su idea de Catalu?a. Se lo imped¨ªa la desconfianza que provocaba su procedencia exc¨¦ntrica. Y que, en el contexto general espa?ol de principios de siglo, aquella derecha catalana era una fuerza relativamente progresista. Ten¨ªa una idea de la modernizaci¨®n y regeneraci¨®n de Espa?a que chocaba con el conservadurismo espa?ol entonces dominante.
En la pol¨ªtica espa?ola de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas se confunde a veces el nacionalismo catal¨¢n dirigido por Jordi Pujol con una continuaci¨®n de aquella burgues¨ªa catalana agrupada en la Lliga Regionalista en tomo a Camb¨®. La pol¨ªtica de Camb¨® se orient¨® directamente a dirigir los asuntos de Espa?a desde su condici¨®n de catalanista. La de Pujol es otra cosa.
La burgues¨ªa catalanista de la Lliga ya no existe. El cambonismo, tampoco. Y Converg¨¦ncia i Uni¨® (CiU) es s¨®lo, como Jordi Pujol se ha cuidado de recordar estos d¨ªas en los jardines del palacio de la Moncloa, un partido nacionalista. Y no otra cosa. No es por azar que a la hora de definir el ideario de este partido se haya acu?ado en Catalu?a el t¨¦rmino pujolismo. El pujolismo es un populismo interclasista, de ra¨ªz cat¨®lica, que subraya su gusto por la moderaci¨®n y su rostro humano. Con ¨¦l se siente identificada la clase media y clase media baja, pero atrae tambi¨¦n a trabajadores, sobre todo empleados del sector servicios.
En las elecciones auton¨®micas cuenta adem¨¢s con el voto de la gran derecha y los sectores empresariales. Ante la debilidad del Partido Popular (PP), esas derechas le han votado desde 1980 como ¨²nica opci¨®n capaz de evitar que la izquierda alcanzara el Gobierno de la Generalitat. Aunque es bastante menos conservador que el PP.
El objetivo principal del pujolismo no es llevar a cabo una determinada idea de Espa?a. Es mucho m¨¢s humilde. Su objetivo es estar en el Gobierno de la Generalitat. Y en esto es, adem¨¢s absolutamente sincero. Jam¨¢s ha enga?ado a nadie. Pretende tambi¨¦n, claro est¨¢, influir en el Gobierno de Espa?a. Pero s¨®lo porque de¨¦ste dependen muchas cosas decisivas para Catalu?a y porque Pujol es perfectamente consciente de que si las cosas van mal en Espa?a, no podr¨¢n ir bien en Catalu?a. No hay nada m¨¢s.
La direcci¨®n de CiU no es en absoluto equiparable al grupo de hombres de que hablaba Camb¨®. No se trata de ninguna manera de un grupo que se considere preparado para gobernar Espa?a, quiera hacerlo y est¨¦ condenado a quedarse en la oposici¨®n. Al rev¨¦s: los pujolistas se est¨¢n. quedando ahora a las puertas del Gobierno y la mayor¨ªa de ellos rebosan satisfacci¨®n por este parad¨®jico ¨¦xito.
?lite pol¨ªtica
Camb¨® se refer¨ªa en su lamento a una ¨¦lite pol¨ªtica espec¨ªfica. Pero por extensi¨®n hablaba de toda una clase social que estaba tras ella: la de los industriales catalanes que tan mala fama ten¨ªan en el resto de Espa?a y entre los trabajadores de Catalu?a. Quer¨ªan estructurar Espa?a de una manera moderna, en l¨ªnea con los pa¨ªses industriales de la ¨¦poca, porque Catalu?a ten¨ªa una estructura econ¨®mica m¨¢s similar a la de ¨¦stos que a la del resto de Espa?a.
Aquella ¨¦lite y aquella clase contaban en la Catalu?a de principios de siglo, no obstante, con unos apoyos que sobrepasaban los l¨ªmites de la. propia burgues¨ªa. Fue un influjo tan fuerte que incluso ahora, casi un siglo despu¨¦s y tras dos dictaduras militares, una guerra civil con revoluci¨®n social en Catalu?a y 15 a?os de democracia-, hay muchas familias de la derecha catalana en las que todav¨ªa se recuerda y a?ora a Camb¨®. Y en amplios c¨ªrculos de opini¨®n de toda Espa?a se tiende a¨²n a confundir catalanismo con burgues¨ªa catalana. En Catalu?a mucha gente desea un nuevo Camb¨®. La ¨²ltima vez que Pujol se dej¨® tentar por esta opci¨®n fue en 1986, cuando impuls¨® con Miquel Roca la operaci¨®n reformista. El desastre electoral le alej¨® de este modelo. Pujol lo interpret¨® como rechazo a lo catal¨¢n.
A pesar de todo, Roca ha mantenido viva en Convergo1ncia esa tendencia, aunque en minor¨ªa. Lleva a?os hablando de la pol¨ªtica espa?ola en t¨¦rminos que recuerdan a Camb¨®. Apuesta por una v¨ªa- intervencionista, que ahora llevan a su partido al Gobierno. En el fondo de su idea est¨¢ el convencimiento de que el aliado para modernizar la Espa?a actual es el PSOE. Pero sabe perfectamente que la realidad de su partido no se lo permite. CiU es una fuerza creada por Pujol seg¨²n su personal idea de Catalu?a, no seg¨²n una idea de Espa?a.
Una fuerza soldada por fidelidades internas a lo largo de 13 a?os de presidir la Generalitat. Y pendiente de satisfacer a un fragmento del electorado catal¨¢n que piensa, desde siempre, que el Gobierno de Espa?a, incluso el propio Estado, es algo que no le compete, o le compete s¨®lo indirectamente, cuando no es el enemigo que le esquilma.
No hay, ah¨ª, espacio para el cambonismo. La idea de que los votos de los catalanes tienen que servir para que sus destinatarios lleguen al Gobierno de Espa?a est¨¢ hoy en otros partidos. Singularmente el socialista. Y puede que, de ahora en adelante, tambi¨¦n en el PP.
Porque el deseo de un cambonismo agita estas semanas a importantes n¨²cleos empresariales y econ¨®micos catalanes. De manera que la necesidad bien pudiera acabar creando el ¨®rgano. Que s¨®lo ser¨¢ CiU si Pujol quiere. Pujol sabe, y tiene toda la raz¨®n, que si su partido entra en el Gobierno de Espa?a, deber¨¢ sustituir su discurso estrat¨¦gico en Catalu?a. Cambiar. Convertirse en otra cosa. No podr¨¢ continuar se?alando al Gobierno como al adversario de Catalu?a.
Podr¨ªa cambiar, sin duda. Se trata de un l¨ªder con una enorme capacidad de seducci¨®n y conex¨ª¨®n con su base social. Pero no est¨¢ nada claro que necesite hacerlo. ?l cree que, al fin y al cabo, la experiencia de Camb¨® termin¨® en fracaso. Lleg¨® al Gobierno de Espa?a a base de comprometerse con el conservadurismo espa?ol, pero entonces perdi¨® pie y popularidad en Catalu?a. Terrible antecedente. A diferencia de Camb¨®, la opci¨®n de Pujol no es la de estar en el Gobierno de Espa?a, sino la de influir en ¨¦l para defender lo que a su juicio son los intereses de Catalu?a. La de constituir un lobby catal¨¢n en Madrid Cuanto m¨¢s fuerte mejor, por supuesto. Esto es pujolismo.
Que no quiera aliarse en un Gobierno con el PSOE no es ninguna sorpresa inimaginable para quienes conocen a Pujol. La sorpresa ser¨ªa que, alg¨²n d¨ªa, entrara en un Gobierno de coalici¨®n con el PP, pese a sus coincidencias ideol¨®gicas. Porque, en el fondo, el problema para el pujolismo no es que el aliado sea el PSOE o el PP, sino que el marco de la alianza sea el Gobierno de Espa?a.
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