"Mis pasiones: Dios, la patria y la poes¨ªa
Hace dos a?os lleg¨® a Fuenlabrada un comisario de 46 veranos. Que se sent¨® frente a una m¨¢quina de escribir de las que pesan cinco kilos, oje¨® las estad¨ªsticas de cr¨ªmenes y robos, meti¨® la gorra en un armario y, bajo una l¨¢mpara de las que usa Jes¨²s Quintero en La boca del lobo, le dedic¨® unos versos al pueblo: "( ... ) Ya s¨®lo me queda decirte / que siempre oir¨¦ tu llamada, porque diste vida a mi alma mi rosa de amor perfumada, que tomas mi angustia en calma, / mi querida Fuenlabrada".De noche parti¨® hacia Arg¨¹elles, su barrio, salud¨® a la luna y se propuso llevarse bien con todo el mundo. El comisario de un distrito apenas conoce al concejal de la Junta, y s¨®lo en las fotos ve al alcalde de Madrid. Pero en un pueblo de 140.000 habitantes, los curas, m¨¦dicos, concejales y polic¨ªas locales, m¨¢s que otra cosa, han de convertirse en amiguetes del comisario.
Y emprendi¨® la tarea. Para ello contaba con la mejor arma del poblado y el peor de sus vicios: la. charla; no la conversaci¨®n, la charla. Antonio Vicente es el t¨ªpico personaje que se despacha a gusto por tel¨¦fono mientras a su interlocutor le da tiempo a licenciarse en Telecomunicaciones.
"Nada, soy sin t¨ª"
Entre tanto parloteo logr¨® que descendiesen robos, atracos y denuncias, al tiempo que se congraciaba con las sagradas alturas con versos tipo "nada soy sin ti, Redentor divino, / tan s¨®lo dependo de tu indulgencia., / conc¨¦deme tu amor y tu clemencia / para que huya de tanto desatino".Dice que va a misa todos los domingos, que se le nota. "Y quien se crea religioso y luego se porte mal... malo: c¨¢ncer de pulm¨®n".
Procura repartir sus versos entre las monjitas, porque a ¨¦l le salen como hongos, a patadas, y sube los hombros hasta las orejas como diciendo, buenoooo, si esto est¨¢ tirao, no s¨¦ c¨®mo la gente emplea tanto tiempo en escribirlos. En los cajones se confunden sonetos a su abuelo con las denuncias por violaci¨®n. Con la tecla es una fiera, dice, y lo mismo plancha un huevo que fr¨ªe una corbata. Un alejandrino por all¨ª y una de violaciones por all¨¢, y marchando, que es gerundio. La maquinorra nunca par¨® de escupir versos desde que se estrenara como inspector de guardia.
Antonio fue durante 18 a?os uno de esos personajes con gorra amarrados a la m¨¢quina de hierro que inmortalizan el robo de una cartera o de la rueda de repuesto, o el pu?etazo en la cara. El primer contacto de un denunciante con la polic¨ªa llega al chocar la mano del inspector de guardia. Y as¨ª apabullaba, a base de consejos, a legionarios navajeros por Nochebuena, alojaba a ni?os abandonados en colegios y tranquilizaba a las v¨ªctimas de los tirones. "A la gente no le gusta esperar en una comisar¨ªa y hay que agobiarla de atenciones. En este pa¨ªs le das una gorra a alguien y ya la has jodido, ya se cree que puede mandar sobre todo el mundo, y no se da cuenta de que estamos para servir".
Pero no todos merecen el mismo servicio: "A los humildes hay que darles mejor trato que a los poderosos".
Detr¨¢s de todo ello hay una preocupaci¨®n obsesiva por buscar el cari?o de los dem¨¢s. Todo el mundo desea que le aprecien y que le quieran, pero Antonio, m¨¢s. No soporta malas caras. Los p¨®mulos albergan siempre una S, como dise?ados para acoger la sonrisa de su boca grande.
Entre frase y frase, risas, bromas y firmas de denuncias, la charla de Antonio deriva hacia la patria, a la que ¨¦l ama a pesar de todos los pesares, porque el d¨ªa en que Federico Mart¨ªn Bahamontes "se llev¨®" el Tour cre¨ªa que lo hab¨ªa ganado ¨¦l mismo. "Y cuando le hacen algo a un compatriota m¨ªo es como si me lo hicieran a m¨ª".
No se sabe c¨®mo logra cambiar de tema, pero de repente olvida la patria y se muestra imparable hablando de sus dos hijos y de su mujer, que lleva 23 a?os casado con ella, que a¨²n sigue enamorado y que le dedica versos en los que le escribe sobre c¨®mo ser¨¢n los dos cuando cumplan 90 a?os:
"No te preocupes / porque el oro de tu pelo / se haya convertido / en plata blanquecina, / y porque tus piernas de gacela, otrora, veloces y pintureras, sean ahora torpes y cansinas / ( ... ). Yo recuerdo como si fuera ahora / aquella minifalda roja / con flecos de cuero / que repicoteaban tus rodillas / como si tus piernas fueran guitarra / y los flecos, manos delicadas. / Era nuestro primer encuentro / y a pesar del tiempo transcurrido / a¨²n lo tengo muy dentro".
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