Una pu?alada en la tripa
Tabernero / Ortega, Rinc¨®n,Ponce
Toros de Mercedes P¨¦rez-Tabernero, discretos de presencia, varios sospechosos de pitones, mansos, de feo estilo excepto 3? pastueno, y 4?, manejable.
Ortega Cano: pinchazo en un brazuelo y media en la tripa (gran bronca); media estocada ca¨ªda (silencio). C¨¦sar Rinc¨®n: tres pinchazos, dos descabellos -aviso con minuto y medio de retraso- y descabello (silencio=; pinchazo bajo y media (silencio). Enrique Ponce: bajonazo descarado (oreja); pinchazo -aviso con retraso- y descabello (palmas).
Plaza de Pamplona, 12 de julio.
S¨¦ptima corrida de feria. Lleno.
Dos orejas ped¨ªa el p¨²blico con insistente griter¨ªo para Enrique Ponice, y la presidenta de la corrida dec¨ªa que no. Que no y que no, dec¨ªa, y la blonda melenica se le iba de un lado a otro de la cabeza. Sonre¨ªa la presideinta-concejala, pero ya hab¨ªa tomado la determinaci¨®n. ?C¨®mo iba a dar dos orejas a un se?or que le hab¨ªa metido al toro una estocada en los infiernos? ?C¨®mo, sin traicionar los c¨¢nones de la tauromaquia ni ofender la memoria del C¨²chares? O sea, que ten¨ªa raz¨®n la se?ora concejala y presidenta. Pero todo es relativo en esta vida y aquel bajonazo infamante hasta podr¨ªa parecer La estocada de la tarde, que inmortaliz¨® Benlliure, si se comparaba con lo que perpetr¨® Ortega Cano en el primer toro. Que fue meterle una pu?alada en medio de la tripa. Tal como suena , le meti¨®.En toda la tripa le meti¨® la pu?alada Ortega Cano. No es muy seguro que errara la punter¨ªa, porque en el embite precedente peg¨® el sablazo en el mism¨ªsimo brazuelo. Quiere decirse que perfil¨® el volapi¨¦, adelant¨®, la muleta, pinch¨® paletilla, hizo un ostensible gesto de contrariedad, volvi¨® a cuadrar, blandi¨® el acero y lo dej¨® clavado, lateral, repulsivo e indigno, en la panza del pobrecico toro.
Ortega Cano estaba en que no estaba. Ortega Cano se encontraba inc¨®modo en el ruedo pamplon¨¦s y no daba pie con bola. El toro apu?alado result¨® ser un manso de solemnidad, al que no supo darle lidia ni trasteo, pero al cuarto, de manejabilidad manifiesta, le peg¨® una tanda aseadita de redondos y todo lo dem¨¢s de la faena consisti¨® en citar componiendo aflamencadas posturas .
Este torero, tan cl¨¢sico de suyo, no es que estuviera males que convirti¨® sus faenas en un soberano aburrimiento. "?M¨¢talo ya!", le pidi¨® alguien; mas debi¨® recordar la pu?alada anterior y se apresur¨® a corregir: "Bien pensado, no lo mates, por lo que m¨¢s quieras".
Lo mat¨®
Finalmente lo mat¨®. Y sigui¨® la corrida, pl¨²mbea, a ratos s¨®rdida, en general insufrible. A C¨¦sar Rinc¨®n le correspondieron dos toros de feo estilo y los mulete¨® voluntarioso. No es mucho en quien va de figura del toreo. A una figura del toreo lo menos que se le podr¨ªa exigir es que supiera lidiar, dominar, ahormar toros as¨ª, porque de voluntariosos est¨¢ el mundo lleno y el escalaf¨®n de modestos, tambi¨¦n.
El concepto de figura del toreo, sin embargo, ha cambiado mucho. Antiguamente figura del toreo era el coletudo que al toro pastue?o le hac¨ªa maravillas y al correoso lo dominaba aplic¨¢ndole las suertes correspondientes hasta humillarlo y dejarlo hecho un trapo. Hoy las figuras del toreo s¨®lo se atreven con el torito docil¨®n, y cuando sale, les basta con exhibir unas pinceladitas de arte. Tal es el caso de Enrique Ponce, que lig¨® redondos de irreprochable factura -si se incluye en ella el abuso del pico-, unos naturales en tono menor, y tanto entre tandas como al final de la faena, toda la teor¨ªa de ayudados, trincheras, pases de pecho y cambios de mano. Luego peg¨® el bajonazo y le pidieron las orejas. Al sexto, que ya era tardo, cansino y reservoncete, le aplic¨® la faceta, voluntariosa de las modernas figuras del toreo. Y a lo mejor qued¨® satisfecho, el hombre. Pero el p¨²blico no. El p¨²blico ya hab¨ªa empezado a notar que algunos espadas modestos son m¨¢s valientes que las Figuras, y en cuanto a torer¨ªa, las pueden llamar de tu; incluso de turur¨².
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