La gran carrera
Los diez pastores se reparten por los 800 metros del recorrido. Hacen la carrera, vara en alto, tras los toros, relev¨¢ndose. En cuanto una res se queda rezagada, la pegan en los lomos para que no se pare. "Pero hay que saber c¨®mo pegar", dice Da?il, uno de los pastores, "porque si pegas fuerte, el toro se puede volver". As¨ª, a suaves varazos, lograron que el ¨²ltimo encierro fuera el m¨¢s r¨¢pido y menos peligroso de los ocho celebrados, tras conseguir meter en la manada a un toro que comenzaba a descolgarse. Fue tambi¨¦n a costa de grandes carreras, que las hubo.Los momentos m¨¢s angustiosos de los encierros han sido provocados por la masificaci¨®n. Los toros ni pueden avanzar francos, ni los pastores azuzarlos para que no se descuelguen. Uno de ellos, Francisco Itarte, relaciona la masificaci¨®n con la ausencia de tragedias: "Llevamos ya muchos a?os sin que se hayan producido muertes y por eso la gente se conf¨ªa m¨¢s".El aliento detr¨¢s
Cuando el encierro se ve libre de la multitud, recobra su autenticidad. La paulatina marcha de visitantes y el cansancio acumulado en los pamploneses dej¨® espacios libres en el recorrido y ayer, por primera vez, los mozos pudieron correr hasta doce segundos (unos 80 metros) por la calle Estafeta, perseguidos por el aliento de los toros.
Los pastores tambi¨¦n pudieron trabajar. Son contratados para conducir por detr¨¢s la manada con la ¨²nica defensa de una vara de fresno. Con ella van pegando a las reses que se rezagan. "El toro sabe que la vara le hace da?o, porque ya le han dado con ella en el campo, y escapa al sentirla", dice Da?il. Son pocos los casos en los que un toro se le ha vuelto. "No sabemos c¨®mo, pero sabemos si el toro va a darse la vuelta. Ser¨¢ la manera que lleva de correr o de cabecear, pero el caso es que siempre acertamos".
Ayer, cuando un toro se rezag¨® al resbalar, los pastores le pudieron azuzar y estuvieron quince segundos persigui¨¦ndole pegados al rabo, todo un r¨¦cord en estos sanfermines. Ello evit¨® que quedara descolgado y embistiera a los corredores. Los encierros se despidieron as¨ª sin cornadas, pero con una imagen para el recuerdo: un mozo quiso apartarse de la manada y aceler¨® hacia la izquierda, en el momento que un cabestro le adelantaba por ese mismo lado. El empuj¨®n le lanz¨® a la derecha, por donde iba un toro. Qued¨® con un brazo sobre el lomo de ¨¦ste y con el otro, sobre el manso. No se atrevi¨® a soltarse porque inmediatamente detr¨¢s ven¨ªa el resto de la manada. Durante nueve segundos fue llevado as¨ª en volandas, hasta que cay¨®. Fue el ¨²ltimo capotazo.
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