La verdad innombrable
En medio de la confusi¨®n de impresiones, hay una cosa absolutamente clara acerca de la intervenci¨®n en Somalia: es perfectamente in¨²til. Si las tropas mantienen el orden en un lugar concreto mientras est¨¢n de hecho presentes, no cabe duda de que los bandidos reanudar¨¢n sus asaltos en cuanto aqu¨¦llas se trasladen. Si un convoy escoltado garantiza la seguridad de la entrega de alimentos, en un lugar u otro, el hambre volver¨¢ a castigar porque sin duda las existencias ser¨¢n saqueadas. Si se restablece el suministro de agua bajo vigilancia armada, se ver¨¢ interrumpido tan pronto como cese, porque enseguida robar¨¢n las bombas y las tuber¨ªas -arrancaron del suelo hasta las inmensas tuber¨ªas recubiertas de hormig¨®n que hab¨ªan dejado los italianos y las transportaron hasta la frontera con Kenia para venderlas.Cuando la Administraci¨®n de Bush pr¨¢cticamente oblig¨® a Naciones Unidas a entrar en Somalia para librarse de su intervenci¨®n unilateral, se dio por hecho que pronto se constituir¨ªa un Gobierno somal¨ª operativo que ocupar¨ªa el poder.
Habr¨ªa que formar una nueva polic¨ªa y un nuevo ej¨¦rcito nacionales, y, en cuanto estuvieran razonablemente organizados, podr¨ªa iniciarse la retirada de las tropas de la ONU. Este plan se basaba en el supuesto de que las personas como Mohamed Far¨¢ Aidid eran l¨ªderes pol¨ªticos, dispuestos a gobernar Somalia y capaces de hacerlo. En realidad no son m¨¢s que jefes de bandidos, a quienes lo ¨²nico que interesa es el saqueo. No puede ser de otro modo, ya que ese Estado llamado Somalia es una creaci¨®n puramente europea, entregada a pueblos que siempre hab¨ªan organizado su vida en familias, clanes y tribus. Hay, con toda seguridad, somal¨ªes bienintencionados con licenciaturas, pero los t¨ªtulos acad¨¦micos no les sirven para granjearse la lealtad de las bandas armadas.
Es bien sabido que la Administraci¨®n de Bush entr¨® en principio en Somalia para compensar su no intervenci¨®n en Bosnia. Desde luego, no faltaban pa¨ªses africanos adecuados para una intervenci¨®n humanitaria convincente que no costara demasiadas v¨ªctimas estadounidenses -a diferencia de cualquier combate con los serbios. Las guerras civiles y la matanza de civiles, los saqueos y el hambre consiguientes arrasan Angola, Liberia, Ruanda, Sud¨¢n y Zaire. En realidad, el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, Colin Powell, y sus estrategas s¨®lo escogieron Somalia porque su costa se adaptaba al deserribarco anfibio que los marines estadounidenses estaban deseando poner en pr¨¢ctica, mientras la televisi¨®n daba extraordinaria publicidad a sus sufrimientos.
Pero poco importa que la elecci¨®n de Somalia fuera arbitraria, una cuesti¨®n de mera conveniencia militar. Los mismos resultados se habr¨ªan obtenido en Angola, Liberia, Ruanda, Sud¨¢n o Zaire. El nivel de desarrollo pol¨ªtico que prevalece en ellos es sencillamente insuficiente para poner en funcionamiento las estructuras de un Estado moderno. Inevitablemente, sus l¨ªderes suelen ser los principales saqueadores de sus pa¨ªses, los bur¨®cratas suelen operar como chantajistas, los soldados son, por lo general, la mayor amenaza para la seguridad p¨²blica, y los polic¨ªas son m¨¢s proclives a robar a sus conciudadanos que a protegerlos.
As¨ª que en ning¨²n caso puede obtenerse nada significativo con breves intervenciones. A menos que se haga frente a la enormidad de una recolonizaci¨®n, que estableciera a la ONU como administrador a largo plazo de un n¨²mero cada vez mayor de colonias africanas, lo ¨²nico que puede hacerse es abandonar cada pa¨ªs y sus pueblos a su suerte.
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