El psiqui¨¢trico, la c¨¢rcel y el cuartel
Comprendemos el significado de la vida, o su absurdo, en las situaciones fronterizas; por eso tienen tanto ¨¦xito los programas de televisi¨®n o radio que hablan de situaciones l¨ªmite. Ellos -no s¨¦ qui¨¦nes son ellos- lo saben e incluyen el t¨¦rmino l¨ªmite en sus t¨ªtulos (Los l¨ªmites de la realidad, por ejemplo). Creo que la expresi¨®n relatos fronterizos" proviene de las historias que narraban los conquistadores del Oeste americano cuando volv¨ªan de esa frontera en permanente avance que todav¨ªa les separaba del territorio arrebatado a los indios. En ese l¨ªmite entre su realidad y la de los otros, repleto como estaba de animales de tres cabezas o de seres humanos con propiedades vertiginosas, suced¨ªan hechos prodigiosos (v¨¦ase Mark Twain).Vivimos, pues, en el borde de algo y cualquier cosa que metaforice ese labio que separa lo portentoso de lo normal evoca la frontera entre lo que somos y lo que creemos ser. Durante algunos d¨ªas, este suplemento dedicado a Madrid nos ha servido en primera p¨¢gina (es decir, en el l¨ªmite con el resto del peri¨®dico) el proceso instruido contra un recluta que mat¨® a dos compa?eros suyos que "le puteaban" con las novatadas de todos conocidas. Por un pelo, la noticia, en lugar de caer en Sociedad o Cultura, ha ca¨ªdo en Madrid. Todo un s¨ªmbolo, porque el suceso es en s¨ª mismo un relato fronterizo lleno de hechos espeluznantes y acaecido, para m¨¢s se?as, en uno de esos l¨ªmites de la realidad que llamamos cuarteles.
A veces es dif¨ªcil saber cu¨¢l es la l¨ªnea que separa la noticia local de la nacional o el acontecimiento cultural del social. O la locura de la cordura. Los peritos, por ejemplo, no acabaron de ponerse de acuerdo a lo largo del juicio sobre el grado de deficiencia mental del recluta procesado; es decir, se movieron todo el rato en la frontera entre delito y acto irresponsable. Estaban, por ejemplo, de acuerdo en que el muchacho fuera condenado, pero al mismo tiempo suger¨ªan que cumpliera su condena en un psiqui¨¢trico. De ese modo, sin darse cuenta, estaban diciendo que no sab¨ªan muy bien cu¨¢l es la l¨ªnea, el borde, que separa la c¨¢rcel del sanatorio mental.
Pero lo m¨¢s espeluznante de este relato fronterizo era cuando intentaban afinar. Para unos, el recluta Molero -as¨ª se llama, o se llamaba antes de disparar el Cetme- era "absolutamente inimputable", mientras que para otros "ten¨ªa muy rebajada su conciencia y su capacidad de discernimiento y volitiva, pero no anuladas totalmente". Digo yo que si tan complicado resulta trazar la frontera entre lo local y lo nacional o entre lo cultural y lo social, c¨®mo pueden saber algunos d¨®nde se sit¨²a la raya entre necesidad y capricho.
Finalmente, el tribunal ha optado por una soluci¨®n salom¨®nica condenando al recluta a 20 a?os de reclusi¨®n en un centro psiqui¨¢trico. Es posible que yo mismo sea un caso l¨ªmite, un borde entre lo homologado y lo heterog¨¦neo, pero el fallo me parece contradictorio. ?C¨®mo se puede cumplir una pena por homicidio en un establecimiento psiqui¨¢trico? Es como si los psi quiatras empezaran a recomendar el internamiento de sus pacientes en las c¨¢rceles. La locura, puesto que de lo cura estamos hablando, al canz¨® su l¨ªmite, puesto que hablamos de l¨ªmites, cuando el fiscal, seg¨²n la cr¨®nica de Jos¨¦ A. Hern¨¢ndez, dijo que si, por ejemplo, los m¨¦dicos entienden que dentro de seis a?os el recluta Molero se ha recuperado, deber¨ªa cumplir el res to de su condena en la c¨¢rcel. Yo les su giero que, adem¨¢s de obligarle a agotar la pena psiqui¨¢trica y la carcelaria, le obliguen a terminar la mil?, que a lo me jor todo esto lo ha hecho para librarse de ella. Qu¨¦ mundo.
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