Maupassant
Fue Gustavo Flaubert el primero en leer las composiciones iniciales del joven Guy de Maupassant, enviadas por Laura, su madre, vieja amiga del gran novelista, en su af¨¢n de ver a su hijo alcanzar la gloria literaria. "Lo que me tra¨¦is", le dijo Flaubert, "demuestra una cierta inteligencia, pero no olvid¨¦is nunca que el talento, siguiendo el decir de Buffon, no es m¨¢s que una larga paciencia". Sabido es el cuidado y la voluntad de perfecci¨®n -y esto implica la lentitud- que el autor de Madame Bovary pon¨ªa en sus escritos, y quiso que aquel joven, al que pronto llamar¨ªa su disc¨ªpulo, no tuviera prisa. En cierto modo el fogoso normando respet¨® tal consejo porque no publicar¨ªa su primer cuento -un cuento macabro titulado La main d¨¦corch¨¦ (La mano del desollado)- hasta 1875, cuando ya hab¨ªa cumplido los 25 a?os, viviendo mientras tanto de un empleo subalterno en el Ministerio de Marina. Pero Flaubert le introdujo en los cen¨¢culos literarios parisinos, tan notables en aquella ¨¦poca, como el de "los martes" de Mallarm¨¦, los de los naturalistas como Zola y Huysmans, o el de los hermanos Goncourt. ?Qu¨¦ ventura haber podido asistir a la tertulia que en el famoso grenier de Edrnundo de Goncourt hac¨ªan, en torno suyo, Zola, Daudet, Matipassant, Bonnetain, Heredia, Robert Caze y G¨¦rard, hacia 1880! No era f¨¢cil que un reci¨¦n venido triunfase en un mundo literario franc¨¦s tan pleno de valores, pero justamente en ese a?o de 1880, al publicar Boulede Suif, en una edici¨®n colectiva con otros j¨®venes como ¨¦l, le lleg¨® de pronto la celebridad que ya nunca habr¨ªa de abandonarle. Se trata de un largo cuento -esa especie literaria que los franceses llaman nouvelle- contra la guerra del setenta, que tanta n¨¢usea le hab¨ªa producido al ver el absurdo y la derrota en vez del combate y la gloria. Un relato que desprecia tanto a los prusianos, ocupantes de la villa de Rouen, como a los burgueses franceses, demasiado condescendientes con las brutalidades del invasor. Boule de Suif (Bola de Sebo), una joven prostituta as¨ª llamada por estar bastante metidita en carnes, que en la diligencia que les lleva es primero despreciada por sus compa?eros de viaje, de mayor rango social, pero a la postre ser¨¢ la que, con su sacrificio, salve la expedici¨®n. Flaubert, a quien su disc¨ªpulo hab¨ªa enviado las galeradas, escribi¨® gozoso a una de sus sobrinas: "El cuento de mi disc¨ªpulo es una obra maestra, insisto en la palabra: una obra maestra de composici¨®n, de comicidad y de observaci¨®n".Con la celebridad, se le abren las puertas de los influyentes peri¨®dicos -Le Gaulois,
Le Figaro, el GilBlas- que pagan bien, lo cual le permite dedicarse a la vida de placer y a satisfacer su afici¨®n desde chico al remo, compr¨¢ndose un barco para navegar por el Sena. Mas no deja de trabajar y durante los 10 a?os que transcurren "desde Sed¨¢n hasta la belle ¨¦poque, Maupassant escribe m¨¢s de 300 cuentos y nouvelles, tres grandes novelas -Une vie, Belami y Pierre et Jean, aparte de numerosas cr¨®nicas y art¨ªculos, adem¨¢s de alg¨²n intento teatral. Y, aunque siempre fiel a la memoria de su maestro, su obra nada tiene de parecido con la de Flaubert. "Creo", le dec¨ªa a un principiante en busca de consejo, "que para producir no hay que razonar demasiado. Hay, en cambio, que mirar mucho... Ver: ah¨ª est¨¢ todo, y ver certeramente... Ver con sus propios ojos y no con los de los maestros... Adem¨¢s, creo que deben evitarse las inspiraciones vagas. El arte es matem¨¢tico, y los grandes efectos se obtienen con medios simples y bien combinados... Pero, ante todo, no imit¨¦is ni os acord¨¦is de nada de lo que hay¨¢is le¨ªdo: olvidar todo y, aunque parezca una monstruosidad que creo cierta, no admir¨¦is a nadie" Le horrorizaba -como apunta el agudo Armand Lanoux, compilador de la bella edici¨®n en La Pl¨¦iade de sus Contes et nouvelles- "el peligro de la perfecci¨®n, tan caro a su maestro, y quer¨ªa guardar s¨®lo la religi¨®n de la mirada servida por la palabra justa, que permite reconocer en el bosque el ¨¢rbol descrito por el artista".
Quiz¨¢ la herencia de una madre neur¨®tica -su hermano menor, Herv¨¦, acab¨® loco y tuvo el propio Guy que encerrarle en un manicomio- y la vida sexual exuberante de este "toro normando", como lo calific¨® Paul Morand, ¨¦mulo de fauno, capaz de honorar seis veces seguidas a algunas de sus amantes, que proced¨ªan tanto de los lupanares como de la peque?a burgues¨ªa y s¨®lo excepcionalmente de la alta sociedad, le produjeron tempranamente la s¨ªfilis -?hereditaria?-, a la que cabe atribuir sus dolores de ojos y sus tremendas jaquecas, junto a sus neurosis, su paranoia y sus ciclos de exaltaci¨®n y depresi¨®n que le llevar¨ªan a un intento de suicidio en 1891, que acabar¨ªa con su vida intelectual. Vivi¨® a¨²n cuatro a?os, los dos ¨²ltimos en la Casa de Salud del doctor Blanchard, en Par¨ªs, manicomio envuelto en amables apariencias, donde su vida se extingui¨® el 6 de julio de 1893, hace ahora justamente un siglo. Su fiel mayordomo, Fran?ois Tassart, que public¨® a?os despu¨¦s unos fidedignos Souvenirs sur Guy de Maupassant, ha descrito el entierro en el cementerio de Montparnasse, donde el administrador de pompas f¨²nebres se neg¨® a sepultarlo en la tierra misma, como ¨¦l quer¨ªa, "para fundirse en el Gran Todo", y exigi¨® un ata¨²d digno del muerto. El cual, en sus horas maduras, hab¨ªa confesado a su fiel servidor: "Soy de la familia de los despellejados. Pero esto no lo digo ni lo muestro y creo que lo disimulo muy bien". Y si es cierto lo que cuenta su reciente bi¨®grafo Henri Troyat, de haber o¨ªdo que, en ese mismo d¨ªa, en el coche de duelo que acompa?aba a otro entierro, una ni?a fue violada por su tutor, podr¨ªamos pensar que Maupassant hab¨ªa plasmado su ¨²ltimo cuento desde la tumba.
?Por qu¨¦ este escritor franc¨¦s sigue pareciendo m¨¢s actual que otros de la misma ¨¦poca? Rechaz¨® todo compromiso, pol¨ªtico o matrimonial, no quiso la Legi¨®n de Honor que le gestionaba su amigo Rodin y se neg¨® a ingresar en la Academia Francesa. Denunci¨® la guerra, el poder del dinero y el colonialismo. Posturas que le sit¨²an m¨¢s af¨ªn con los aparentes temperamentos de nuestro tiempo. Fue un best seller en vida y sus obras se siguen reeditando hoy, incluso en colecciones de bolsillo, y algunos de sus cuentos se han adaptado al cine y a la televisi¨®n. ?Por qu¨¦ TVE no los emite de nuevo, ahora que estamos en su centenario?
Si el lector est¨¢ muy atareado, pero quiere darse idea cabal de la obra de Maupassant, yo le aconsejar¨ªa leer tres relatos ejemplares: La maison Tellier, Sur lleau y Au soleil, donde ¨¦l cre¨ªa haber puesto lo mejor de su arte, y su novela Bel-ami, donde fustiga la prensa amarilla y los bajos fondos de la pol¨ªtica de su tiempo y en la que el protagonista no tiene m¨¢s momento de dignidad que un duelo a pistola.
El citado Armand Lanoux lo ha caracterizado muy certeramente: "Antiguo por el respeto al cuerpo y a la sensualidad, libertino del siglo XVIII m¨¢s que enciclopedista, no pertenece a su tiempo. No es un hombre del siglo XIX, a pesar de sus bigotes. Al trav¨¦s de sus cuentos y de su vida, es un escritor de hoy
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.