El caso del ladr¨®n adivino
Los viejos trucos han sido sustituidos por sofisticadas tramas
Otra forma de estafa es la que emple¨® Eduardo C. Constituy¨® en Madrid la sociedad Almacenes Campos, dedicada a la venta al por mayor de licores y productos alimenticios. Confraterniz¨® con la firma riojana Vin¨ªcola Internacional, SA. Le hizo un primer e insignificante pedido de g¨¦nero. Todo march¨® bien y se gan¨® la confianza del proveedor. El segundo pedido ascendi¨® a 688.720 pesetas. Una vez con el material en la mano, cerr¨® la sede social de la entidad y se qued¨® con todo. Fue condenado a un mes y un d¨ªa de c¨¢rcel y a devolver el dinero. "Acred¨ªtese, en su caso, la solvencia del acusado", ordenaba el juez. Si resulta insolvente y ha gastado el dinero, o consumidos los productos, y no tiene para devolverlo, no suele pasar nada, seg¨²n fuentes judiciales. Por impago de deudas, es muy raro que alguien vaya a la c¨¢rcel.El caso del perill¨¢n perfumado tambi¨¦n ha pasado por los juzgados de Madrid, con la oportuna sentencia condenatoria. Al sujeto en cuesti¨®n, Alejandro T., de 33 a?os, le ha costado la broma muchos disgustos judiciales y dos palizas. El que le zurr¨®, Sergio B., fue uno de los estafados.
Cada vez que le ve en el juzgado, Sergio se pone negro y se ciega de ira. Alejandro se hizo pasar -presuntamente, porque la condena que ya tiene est¨¢ pendiente de revisi¨®n en la Audiencia- por un recaudador de impuestos y se pate¨® decenas de locales p¨²blicos del madrile?o barrio del Pilar con diversos carn¨¦s.
Llegaba a un bar, lo revisaba, y m¨¢s o menos dec¨ªa lo siguiente: "Soy inspector municipal. Le tengo que poner una multa de 250.000 pesetas porque en el aseo no hay papelera y falta un secamanos. Aunque, si la paga ahora mismo, la multa se puede quedar en algo menos". Los comerciantes, asustados, pagaban, aunque al ver la flexibidad del falso inspector se permit¨ªan incluso un poco de regateo. Mediante esta f¨®rmula se qued¨®, por ejemplo, con 26.000 pesetas de Javier Mollano -empez¨® pidi¨¦ndole 250.000-, s¨®lo una del reguero de v¨ªctimas que dej¨® en el barrio. Reuni¨® as¨ª cerca (de medio mill¨®n de pesetas.
Narra un magistrado de Madrid el curioso caso del hombre que dec¨ªa ser sargento del Ej¨¦rcito y decidi¨® vender su coche de segunda mano por 200.000 pesetas. El comprador le pag¨® en mano los 40.000 duros. Al cabo de unos d¨ªas, el falso sargento visit¨® al comprador. "He cometido un error muy grande y conf¨ªo en que se apiade de m¨ª y me ayude. Cuando mi mujer y mis hijos se han enterado de que hab¨ªa vendido el coche -le ten¨ªan mucho cari?o, ?sabe usted?- me han echado una rega?ina que... Le ruego que ahora me lo venda a m¨ª... aunque tenga que darle 25.000 pesetas m¨¢s".
El hombre, abrumado por el problema, accedi¨®. "Mire, tengo el dinero en casa, pero no puedo ir all¨ª sin el coche. Le doy este tal¨®n (por 225.000) y usted lo cobra en el banco el lunes (era viernes). El lunes el comprador se encontr¨® sin sus 40.000 duros y sin el coche", relata el magistrado.
Los trileros no han muerto a¨²n. Siguen entrando en los juzgados, aunque menos que hace a?os, timos tan obsoletos como el de la estampita o el tocomocho. Las viejas estafas, seg¨²n un magistrado de la plaza de Castilla, est¨¢n dando paso a otras m¨¢s sutiles y sofisticadas.
Ahora mismo, el Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 13 investiga el caso de un sujeto que se aprovecha de que la l¨ªnea telef¨®nica de un cajero autom¨¢tico est¨¢ desconectada de la central para sacar, casi todos los d¨ªas, 10.000 pesetas. Se han embolsado ya m¨¢s de un mill¨®n.
Existen cajeros que, cuando no tienen conexi¨®n con su ordenador, ofrecen al cliente 10.000 pesetas para salir del apuro. El propietario de la tarjeta en cuesti¨®n (que dice ser inform¨¢tico de profesi¨®n y empleado de una entidad de ahorro) jura que ¨¦l no es quien ha sacado ese dinero. Y muestra una extra?a carta, seg¨²n fuentes judiciales, en la que informa a la oficina bancaria de la p¨¦rdida de su tarjeta. El banco niega haber recibido tal carta, pero se ve incapaz de evitar que el individuo siga sacando el chorreo de dinero.
Mientras, el fiscal y el juez se devanan los sesos: no saben si acusarle o no. Ante la duda... En contra del sospechoso figura el hecho de que los n¨²meros de las tarjetas son secretos.
?Si ciertamente la robaron o se extravi¨®, c¨®mo sab¨ªa el atracador el n¨²mero secreto?
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