Triunfalismo desatado
Aldeanueva / Joselito, Litri, PonceCuatro toros (1?, 2? -devuelto por inv¨¢lido-, 5? y 6?) de Viento Verde, escasos de presencia, inv¨¢lidos y aborregados; 3? de Antonio Ord¨®fiez, sin trap¨ªo, inv¨¢lido total; 2? (sobrero) y 4?, de Mercedes P¨¦rez Tabernero, con cuajo y romana, mansos y dificultosos. Los toros anunciados de Aldeanueva fueron rechazados en el reconocimiento. Joselito: pinchazo -aviso- y media (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada delantera perdiendo la muleta (oreja). Litri: pinchazo bajo y bajonazo escandaloso (silencio); dos pinchazos, bajonazo -aviso- y descabello (oreja con protestas). Enrique Ponce: aviso antes de matar, bajonazo descarado y descabello (oerja); estocada corta baja -aviso- y dobla el toro (dos orejas); sali¨® a hombros. Plaza de Valencia, 26 de julio. Quinta corrida de feria. Lleno.
JOAQU?N VIDAL,
Lo aplaud¨ªan todo. Todo lo aplaudieron en el gran coladero de la plaza de Valencia, y daba lo mismo que el torero instrumentara un natural con arreglo a los c¨¢nones (poco de eso hubo, por cierto), o un bajonazo en los s¨®tanos c¨¢rnicos del inocente animalito disfrazado de toro, para que el p¨²blico gritara "?Ol¨¦!", o "?Bi¨¦¨¦¨¦n!", que es la voz preferida por los flamantes aficionados de la neotauromaquia. "?Bi¨¦¨¦¨¦n!" y "?Ol¨¦!", o¨ªa Joselito mientras pinchaba al aligu¨ª, o Litri con ocasi¨®n de tres mantazos sacudidos a un moribundo inocente, o Enrique Ponce cuando pegaba derechazos destemplados desde las lejan¨ªas que otras tauromaquias m¨¢s antiguas y severas llamaban fuera de cacho.
La corrida entera transcurri¨® entre bienes y ol¨¦s, y al final hubo delirantes aclamaciones de "'?torero, torero!", porque Enrique Ponce le tom¨® la medida al borrego lisiado de turno , dej¨® escapar las fuentes de la inspiraci¨®n y recre¨® pases de todas las marcas. Incluso de rodillas recre¨® pases, en un alarde, no deber¨ªa decirse temerario -no, frente aquella almita en pena-, aunque s¨ª afiligranado, quiz¨¢ art¨ªstico, pues fue el torero y, arrodillado total, instrument¨® un cambio de mano, que por poco priva a la plaza. Desde luego la dej¨® sin respiraci¨®n. Crey¨® el anodadado gent¨ªo que despu¨¦s de haber derramado las esencias, Enrique Ponce iba a suicidarse. Pero ni siquiera se le pas¨® semejante barbaridad por la imaginaci¨®n. De rodillas toreaba igual de c¨®modo que de pie al torillo inofensivo. Llega a salir un amiguete empujando el carret¨®n y no se habr¨ªa comportado con mayor mimo. Mat¨® Enrique Ponce por los bajos y a nadie le import¨® para pedir las orejas y el rabo, en una verdadera explosi¨®n de entusiasmo, en un alboroto de pa?uelos, en un frenes¨ª.
El premio guardaba proporci¨®n con cuanto hab¨ªa sucedido en la tarde, ya qu9 Ponce le hizo a su primer tor¨ªn una de las faenas m¨¢s desangeladas que se le recuerdan, lo mat¨® de horrendo bajonazo, y le aclamaron tambi¨¦n. La corrida transcurr¨ªa as¨ª de triunfalista. Joselito tore¨® a primero con una superficialidad que no corresponde a su categor¨ªa, y escuch¨® cerradas ovaciones. Al cuarto, sin embargo -un toraco complicado-, le oblig¨® a tomar la muleta, instrument¨® derechazos cargando la suerte, ensay¨® el natural con torer¨ªa, mat¨® seguro, y cort¨® otra oreja, que era menguada recompensa si se comparaban toros y toreos. Sin embargo los p¨²blicos triunfalistas son as¨ª: lo aplauden todo mas, en realidad, no valoran nada. Y cuando Litri se puso a pegar trallazos a un toro incierto, o rodillazos a la tonta del bote, le aclamaron hasta el paroxismo.
?La Victoria de Samotracia, dice usted? Eso fue una partida de parch¨ªs, al lado de lo que aconteci¨® ayer en Valencia.
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