Premioso e incons¨²til
R¨ªo / Soro, Rinc¨®n, PonceToros de Victoriano del R¨ªo, chicos y varios anovillados, algunos flojos -al 4? ni se le pic¨®-, encastados en general.
El Soro: estocada y tres descabellos (silencio); dos pinchazos, estocada y descabello (oreja con protestas).
C¨¦sar Rinc¨®n: pinchazo, estocada corta ca¨ªda -aviso-, dos descabellos y se tumba el toro (ovaci¨®n y salida al tercio); bajonazo
(silencio). Enrique Ponce: estocada corta atravesada descaradamente baja (oreja); media delantera atravesada -aviso- y dobla el toro.
Plaza de Valencia, 27 de julio.
Sexta corrida de feria. Cerca del lleno.
JOAQU?N VIDAL,
Estruendosas ovaciones, v¨ªtores y un conato de frenes¨ª acompa?aron el toreo distante, premioso e incons¨²til de Enrique Ponce. Esto de incons¨²til es un gran hallazgo. Lo coge la facci¨®n poncista, y lo convierte en himno. Todo se ha de andar. De momento, valgan las estruendosas ovaciones, los v¨ªtores y los conatos de frenes¨ª. A fin de cuentas, el sujeto de la pasi¨®n triunfalista estaba en el patio de su casa.
Y como estaba en el patio de su casa, hizo para la vecindad todo lo que cae en gracia: pinturer¨ªa, cadereo, derechazos de pitimin¨ª y el ayudado final. El p¨²blico coreaba cada pase o cada conato de pase con ol¨¦s a pleno pulm¨®n, naturalmente, y parec¨ªa como si all¨ª abajo estuviera recreando el maestro Pepe Luis su hist¨®rica faena de Valladolid.
Ahora bien, no hab¨ªa tal faena, ni era hist¨®rica, ni acontec¨ªa en Valladolid. El toreo premioso e incons¨²til de Enrique Ponce se produc¨ªa en Valencia, y estaba empe?ado el p¨²blico en aclamarlo para que hubiera otra tarde de gloria, segunda consecutiva de la feria.
O sea que, s¨ª, atronaban los ol¨¦s y los aplausos, mas a uno le daba la sensaci¨®n de que aquellas manifestaciones de entusiasmo no sal¨ªan del alma. Cuando el p¨²blico se entusiasma sinceramente hay adem¨¢s de griter¨ªo, peticiones de oreja, aires triunfalistas, una inconfundible calidez en el ambiente. Y eso fue, precisamente, lo que provoc¨® El Soro con su vibrante tercio de banderillas al cuarto toro.
Las formas y los recursos que emple¨® El Soro para banderillear a ese toro pertenecen al g¨¦nero de la heterodoxia, al mundo de lo inveros¨ªmil. Las tauromaquias describen la t¨¦cnica para cuartear banderillas a los toros que tienen muchos pies, y es f¨¢cil de entender -sencillamente, uno corre al toro cuarte¨¢ndole el viaje y todo eso- pero lo que nunca dijeron, pues jam¨¢s habr¨ªa sido nadie capaz de imaginarlo, es que ese cuarteo lo har¨ªa un torero corriendo hacia atr¨¢s, tan seguro y veloz como si corriera hacia adelante. De manera que cuando El Soro prendi¨® sus pares de banderillas de manera tan incre¨ªble, se produjo en la plaza una aut¨¦ntica explosi¨®n de j¨²bilo. Emocion¨® tanto El Soro, que alguno lo habr¨ªa pedido en matrimonio.
Tampoco es de extra?ar. El Soro ha sido durante una d¨¦cada hijo predilecto y entra?able de la Valencia t¨¢urica, y se le ha querido por el mismo motivo que se les quiere a los hijos: lo vieron nacer, siguieron sus pasos toreros, perdonaron sus defectos, alabaron sus virtudes, compartieron sus triunfos y padecieron sus fracasos. Hubo ah¨ª -y sigue habiendo, no cabe duda- un amor filial, que si al gunas veces alcanza momentos ¨¢lgidos, siempre ser¨¢n pasajeros.
El Soro correspondi¨® al fervor de sus paisanos obsequi¨¢ndoles una faena voluntariosa, que tuvo pasajes emotivos junto a, otros deslucidos, mas el conjunto de su actuaci¨®n, que inici¨® con largas cambiadas y cont¨® con excelentes lances de capa, result¨® muy meritoria.
C¨¦sar Rinc¨®n tuvo un toro de casta recrecida y lo tore¨® acelerado, con alivio de pico y cuidado de mantener a buen recaudo la pierna contraria. La entereza del toro debi¨® sorprenderle y quiz¨¢ por eso permiti¨® -que al otro de su lote lo convirtiera el picador en bicarbonato. Es decir, que lleg¨® al ¨²ltimo tercio el animalito tundido de muerte y sin ninguna embestida. Era de esperar: el bicarbonato, que se sepa, no embiste.
Todo estaba dispuesto. para que Enrique Ponce, ¨ªdolo novedoso de la bullicosa e hiperb¨®lica afici¨®n valenciana, alcanzara en el sexto toro la gloria inmarcesible, pero esta vez su toreo premioso e incons¨²til -descargado, desligado y deshilvanado, superficial y ¨¢tono- aburri¨® hasta a sus m¨¢s acendrados partidarios. Y as¨ª, en lugar de estruendosos ol¨¦s y v¨ªtores, lo que se o¨ªa eran largos bostezos; qu¨¦ horror.
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