El peri¨®dico

En vacaciones, la lectura del peri¨®dico es una operaci¨®n extremadamente complicada. El peri¨®dico llega siempre a las diez de la ma?ana. Lo malo del lector en vacaciones es que siempre debe estar al acecho rondando el quiosco de la prensa porque tres minutos despu¨¦s de la hora de llegada, indefectiblemente el peri¨®dico se ha agotado. De todos modos, tanta preparaci¨®n sirve de poco: cuando, tras una semana se ha acostumbrado el cliente a llegar confiadamente a las diez y uno el domingo el peri¨®dico ha sido distribuido a las diez menos diez, con lo que se ha agotado a las diez menos siete.Tambi¨¦n se puede seducir al quiosquero y lograr con malas artes que reserve un ejemplar. En ese caso es inevitable que, al tercer d¨ªa, se le infecte a uno el pie despu¨¦s de haber pisado un erizo y se encuentre con un fiebr¨®n y sin poder levantarse de la cama. Y, si no acude arrastr¨¢ndose hasta el pueblo, al d¨ªa siguiente el quiosquero le mirar¨¢ mal por haberle dejado tirado con un peri¨®dico sin vender y nunca m¨¢s le reservar¨¢ su ejemplar.

Supongamos que, despu¨¦s de todo, he conseguido comprar mi peri¨®dico. Llego a casa, me siento en el sof¨¢, lo abro e inmediatamente lo vuelvo a cerrar porque hay que bajar a los ni?os a la playa. Regreso y abro el peri¨®dico nuevamente; pero se han acabado los tomates para el gazpacho. Vuelvo del mercado y retomo el peri¨®dico; pero ha llegado el momento de bajar nuevamente al mar y de cargar con los remos para el botecillo hinchable de los chicos; se les hab¨ªa olvidado bajarlos. Al caer la tarde debidamente duchado, me dispongo a leer el peri¨®dico; he olvidado que en el momento de regar el jard¨ªn. Un hora m¨¢s tarde, abro el peri¨®dico de nuevo. Y mi mujer me dice: "A ver si pasas el peri¨®dico, rico, que llevas todo el d¨ªa con ¨¦l". Lo que es t¨¦cnicamente correcto.