La botella que le cost¨® millones a Pepsi
Los anuncios de Pepsi-Cola que aparecieron machaconamente en la televisi¨®n, la radio, en revistas y peri¨®dicos de Filipinas, no pod¨ªan ser m¨¢s claros: ?Hoy puede usted convertirse en millonario!".En su chabola con techo de cart¨®n en un suburbio de Manila, Victoria Angelo no pudo resist¨ªrse. Esta mujer sin empleo, madre de cinco hijos, y su marido, Juanito, dedicado a pasear turistas a golpe de pedal en su taxi de tres ruedas por cuatro d¨®lares al d¨ªa (unas quinientas pesetas), comenzaron a beber pepsis con cada comida. Cada ma?ana, la familia rezaba por que la suya fuera la botella marcada con el n¨²mero de la suerte. Y cada noche, ellos y sus vecinos conten¨ªan el aliento frente a la televisi¨®n para ver si sus oraciones hab¨ªan sido escuchadas.
Y entonces, ?el milagro! Las noticias de la noche del 25 de mayo del pasado a?o anunciaron que quien poseyera una botella en cuyo tap¨®n figurase el n¨²mero 349 habr¨ªa ganado un mill¨®n de pesos (m¨¢s de cinco millones de pesetas), libres de impuestos. Abrazando su colecci¨®n de tapones, Victoria exclam¨®: "?Somos ricos!". Llena de excitaci¨®n, se volvi¨® hacia su familia. "Les dije a mis hijos que todos podr¨ªan terminar sus estudios, y que por fin comprar¨ªamos una casa de verdad. ?Puede imagin¨¢rselo? Era un sue?o hecho realidad". Pero su sue?o se convirti¨® en una pesadilla para la compa?¨ªa radicada en Nueva York Pepsico Inc. En uno de los errores de mercadotecnia que seguramente pasar¨¢ a la historia como el m¨¢s garrafal, Pepsi anunci¨® el n¨²mero equivocado. En vez de un ¨²nico ganador del mill¨®n de pesos, se imprimieron 800.000 botellas con el 349. Eso significaba m¨¢s de cuatro billones -con b- de pesetas en premios. Y decenas de miles de filipinos empezaron a reclamar miles de millones que Pepsi se negaba a pagar.
La disputa ha degenerado en la guerra de la cola. Al menos 32 plantas embotelladoras del archipi¨¦lago han sido apedreadas, saboteadas o tiroteadas. Algunos exaltados han arrojado c¨®cteles m¨®lotov y otros peque?os explosivos contra oficinas y f¨¢bricas de Pepsi. El incidente m¨¢s grave ocurri¨® en febrero de este a?o, cuando una bomba arrojada contra un cami¨®n de Pepsi aparcado en un suburbio de Manila mat¨® a una profesora y a una ni?a de cinco a?os e hiri¨® a otros seis peque?os.
Los ejecutivos de la empresa han recibido tal cantidad de amenazas de muerte que todos llevan chalecos antibalas y una caterva de guardaespaldas. Al menos 22.000 personas han interpuesto 689 demandas civiles por da?os y perjuicios contra Pepsi, y 5.400 denuncias criminales por fraude, seg¨²n la compa?¨ªa.
En un pa¨ªs atormentado por la corrupci¨®n end¨¦mica, los cortes de luz diarios y la implacable pobreza, lo ¨²nico que lanza a la gente a la calle de f¨®rma regular son las manifestaciones contra el gigante de los refrescos. La fiebre anti-Pepsi ha conseguido unir -de una forma que el Gobierno jam¨¢s hubiera podido- a los generales con los guerrilleros comunistas, y a las se?oras de alta sociedad con los pedig¨¹e?os que abarrotan los barrios pobres.
Copyright Los Angeles Times Service.
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