Gritos en el lago
Los gritos procedentes de la salita de reuniones se o¨ªan claramente en los elegantes pasillos del hotel Presidenta orillas del lago Leman. Eran casi las dos de la madrugada. Una docena de hombres, fumando sin parar, llevaban tres horas debatiendo sobre la decisi¨®n m¨¢s dif¨ªcil de sus vidas: aceptar la desaparici¨®n de su Estado.Alia Izetbegovic, el presidente bosnio, hab¨ªa convocado all¨ª a toda la delegaci¨®n. Miembros de la presidencia, del Gobierno y de los partidos de Gobierno y oposici¨®n, musulmanes, serbios y croatas, deb¨ªan compartir con ¨¦l la terrible decisi¨®n que les era impuesta.
Durante 16 meses, este devoto musulm¨¢n, tan tolerante como posiblemente mal pol¨ªtico, ha luchado con tanta decisi¨®n como impotencia por la supervivencia en los Balcanes de un Estado de ciudadanos libres con iguales derechos, independientemente de su raza, religi¨®n e ideolog¨ªa.
Al concluir la reuni¨®n Izetbegovie, era la imagen misma del fracaso, un hombre completamente roto.
No hubo declaraci¨®n alguna para los pocos periodistas que les esperaban. Tan s¨®lo gestos cansados y alg¨²n comentario aliviado de Fikret Abdic, el musulm¨¢n que inici¨® en la presidencia la rebeli¨®n de los realistas contra la obstinaci¨®n de Izetbegovic en rechazar la segregaci¨®n racial como fundamento del ordenamiento social y pol¨ªtico.
El principio ¨¦tnico, ya institucionalizado en Serbia y en avance en Croacia, ser¨¢ la clave para la divisi¨®n de BosniaHerzegovina.
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