y Juanjo
Semblanzas de un ni?o asesinado por un amigo tambi¨¦n menor en 1992
Juan Jos¨¦ Ferrer desapareci¨® de su casa el 9 de agosto de 1992. Ten¨ªa 10 a?os, fracasos escolares en su cartilla y el pelo lacio. Durante un a?o, polic¨ªas, brujos y vecinos salieron a la b¨²squeda del chiquillo. Nano y Richi, los dos hermanos que lo vieron por ¨²ltima vez, aseguraban desconocer su paradero. Sin embargo, un domingo, durante una acampada en Casilla-La Mancha, Nano, despu¨¦s de haber mantenido una versi¨®n totalmente distinta durante un a?o, se confes¨® autor del crimen y llev¨® a la polic¨ªa hasta el descampado donde mat¨® a su amigo de una pedrada. Lo hizo porque le hab¨ªa insultado. Era un lugar cercano a la M-40 y al barrio de El Cruce, donde viv¨ªan los tres chiquillos. El ni?o muerto y el amigo que le golpe¨® con una piedra estudiaban en el mismo colegio, ambos son hijos de madres drogadictas que los abandonaron, los dos viv¨ªan con sus abuelos en un barrio pobre de Madrid y tanto el uno como el otro perdieron a su padre antes de conocerlo.
El mejor amigo de Juanjo era el Gavil¨¢n. Lo esperaba a la puerta del colegio, se pegaba a sus piernas entre las calles polvorientas de Villaverde, ense?aba los dientes si se met¨ªan con el ni?o y sofocaba sus ladridos cuando Juanjo enca?onaba a los p¨¢jaros del Manzanares. Al morir su amo, el perro, blanco y musculoso, abandonaba la casa todas las tardes y regresaba llorando. Adelgazaba irremisiblemente y Carmen, la abuela, la limpiadora de ojos verdes, decidi¨® llevarlo a una perrera cuando cogi¨® la sarna. Muri¨® an¨¦mico a las pocas semanas de que mataran al chiquillo. Antes y despu¨¦s del Gavil¨¢n, todos los amigos hab¨ªan sido ocasionales. Incluso sus padres: un drogadicto que busc¨® en el amor de Juli una salida a la droga. Se casaron por la Iglesia con nueve meses de embarazo.Hab¨ªa que mojarlo y la juerga fue impresionante, tanto que el padre fallecer¨ªa en un accidente de tr¨¢fico la misma noche de su boda. ?sa fue la versi¨®n de la familia sobre la muerte. Otros vecinos apuntan una m¨¢s tr¨¢gica con polic¨ªas y pistolas. A Juli se le adelantaron el parto y las ganas de consumir hero¨ªna. La chica no era toxic¨®mana, pero cuando se vio de repente inmersa en el vicio, le coloc¨® el ni?o a la suegra, que experiencia con sus dos hijos y ocho hijas no le faltaba.
As¨ª creci¨® Juanjo, entre las manos duras de la abuela enjabonando su cuerpecillo delgado y la ropa tendida a la puerta de una casa prefabricada. Si le ense?aban la foto de la madre, el ni?o dec¨ªa que era una guarra porque le hab¨ªa abandonado. Sin embargo, la imaginaci¨®n o el deseo le llevaban a asegurar a la abuela que vio a su madre la otra tarde en tal calle y que no quiso hablarle. Mentira, nunca la vio, dicen las t¨ªas.
"Se re¨ªa de nosotras"
Juanjo se vio obligado a hacerse respetar. Las piedras, siempre a mano en un barrio donde el escaso asfalto sirve para clasificar clases sociales, lo mismo las lanzaba contra sus amigos que a la cabeza de sus t¨ªas. "Le peg¨¢bamos y se re¨ªa de nosotras",- comenta su t¨ªa Mar¨ªa Jes¨²s.Juanjo tambi¨¦n sab¨ªa mostrarse d¨®cil, acariciar la cabeza de sus primitas y obedecer a los mayores cuando quer¨ªa que le diesen 20 duros. Y travieso, s¨ª, como todos los ni?os, claro, pero con un coraz¨®n as¨ª de grande, a?aden todos los que le quer¨ªan.
Muchas madres cuidaban de que sus chicos no se juntasen con ¨¦l, alegando que no aprender¨ªan nada bueno. En el colegio de la Rep¨²blica del Salvador congeni¨® con Nano y Richi. Destacaban como los m¨¢s traviesos, en un centro donde las peleas, los insultos y los suspensos alcanzan una frecuencia desesperante. El propio director del centro se que ja de falta de medios para educar a unos ni?os que agasajan a los adultos, cuando intentan mediar en las peleas, con frases estilo "te juro que mi hermano te raja", o "ya ver¨¢s, hijo de puta, como esto no queda as¨ª".
Amenazas como ¨¦sas eran las que convirtieron a Juanjo en un jefecillo de banda. Alg¨²n vecino asegura que s¨®lo contaba con el amor verdadero de su abuela, y que de los otros (primos, t¨ªo y t¨ªas), s¨®lo su protecci¨®n. Si se escapaba alguna bofetada de un adulto, se la llevaba Juanjo.
Pocos, muy pocos ni?os de su colegio alcanzan el bachillerato. Y Juanjo no iba ser la excepci¨®n. Iba retrasado respecto a sus compa?eros, pero Mar¨ªa Jes¨²s, su t¨ªa, asegura que si el ni?o "se pon¨ªa" hac¨ªa los deberes bien.
El caso es que no se pon¨ªa, prefer¨ªa cazar p¨¢jaros. La tarde de verano en que muri¨®, una vecina amiga suya lo vio en un parque con los dos hermanos y le reprendi¨® para que no jugara con la escopeta. El chiquillo le contest¨® con una groser¨ªa. Ella lo conoc¨ªa bien. Era un ni?o de pelo lacio y sonrisa ancha, con el aspecto algo m¨¢s sucio que el de Nano. Su abuela le hab¨ªa comprado ropa ese d¨ªa en el Pryca para llev¨¢rselo de vacaciones a Gand¨ªa (Valencia) con otra t¨ªa suya. La se?ora sab¨ªa que Juanjo desped¨ªa ramalazos de agresividad tan deslumbrantes como sus latigazos de ternura. De repente, soltaba una de esas frases inocentes que s¨®lo salen de ni?os sin padres, capaz de desarmar a cualquiera.
Despu¨¦s de insultar a la vecina, pase¨® delante de ella para hacerse perdonar. "Ten cuidado, Juanjo, que les puedes hacer da?o a tus amigos con la escopeta", le dijo ella. %C¨®mo les voy a hacer da?o si son mis mejores amigos", le respondi¨®.
Horas m¨¢s tarde apuntaba con el arma a otro chiquillo: y despu¨¦s lo mataba su amigo Nano con una piedra porque le hab¨ªa insultado. Las gasolineras del barrio se empapelaron con su sonrisa y el programa Qui¨¦n sabe d¨®nde ofreci¨® en directo los pesares de la abuela.
Pocos periodistas prestaron atenci¨®n al caso. Un ni?o travieso, sin padres..., lo t¨ªpico: se habr¨ªa ido a recorrer mundo harto de la abuela y las t¨ªas.
-La polic¨ªa asegura que hizo todo lo que pudo. Rastrearon el r¨ªo Manzanares junto a los bomberos cuando el ni?o al que enca?on¨® les dijo que lo hab¨ªa visto por all¨ª aquella tarde. En la zona llamada de los cuatro metros, donde m¨¢s cubre, s¨®lo encontraron barro. Los agentes de Usera acudieron tambi¨¦n a la calle de la Montera, donde alguien mantuvo haberlo visto con personas mayores, y a una caseta de El Cruce, donde una profesional del p¨¦ndulo aseguraba vislumbrarle sano y salvo.
Cuando apareci¨® el cuerpecillo del cr¨ªo, muchos familiares dec¨ªan: "Lo sab¨ªamos, lo sab¨ªamos, ha sido el asesino del Nano". De hecho, meses antes daban gritos en el piso donde viv¨ªan Nano y Richi cuando la abuela Engracia se que daba sola, confiados en que la sordera le impedir¨ªa contestar: "Que sab¨¦is qui¨¦n ha matado a Juan joooo... ?Decidlo asesinos!".
El abuelo no saludaba a los familiares del chiquillo. Apenas se relacionaba con los vecinos del bloque. Los agentes recuerdan que cuando se acercaban al piso para interrogar a los ni?os, el abuelo siempre pon¨ªa alg¨²n obst¨¢culo, cerraba la puerta y repet¨ªa que los ni?os no sab¨ªan nada, que dejaran de acosarles.
Al desenterrar el cad¨¢ver casi todo el barrio se coloc¨® al lado de la familia de Juanjo. Desfilaron por donde la abuela Carmen, que ya no vive en la casa prefabricada, sino en un piso concedido por la Comunidad de Madrid. La vivienda se llen¨® de periodistas, mujeres y algunos familiares de Juanjo con tatuajes en los brazos que advert¨ªan al fot¨®grafo seriamente: "Ni se te ocurra sacarme una foto ni poner mi nombre en el peri¨®dico".
La familia del muerto organiz¨® una manifestaci¨®n hasta el lugar del crimen para llevarle flores. Y de repente, la madre de Juanjo, al cabo de muchos a?os, apareci¨® all¨ª aquella tarde. Andaba con El Pato, un feriante de Vallecas. Lloraba y dec¨ªa: "Mi ni?o, mi ni?o".
La opini¨®n de muchos vecinos es que lo mismo que Nano mat¨® a Juanjo pod¨ªa haber pasado al rev¨¦s y tampoco se habr¨ªa extra?ado nadie. Y la madre de Nano tambi¨¦n habr¨ªa sollozado, tantos a?os despu¨¦s: "Mi ni?o, mi ni?o".
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