El Nano...
Semblanzas del ni?o desaparecido hace un a?o y del amigo que lo mat¨®
A Nano s¨®lo le llaman Jes¨²s la abuela y la madrina. Sus 13 a?os han discurrido entre apodos y grandes mentiras. Creci¨® con la idea de que el padre le abandon¨® aquel d¨ªa en que cogi¨® la moto para ir a por tabaco. A¨²n gateaba cuando los vecinos del bloque de Villaverde donde - vive, patio interior, desconchados, Camar¨®n por la ma?ana y El Precio Justo por la noche, comenzaron a creerse y difundir lo del tabaco. Efectivamente, aquel drogadicto anunci¨® que iba a comprar unos cigarrillos, pero ¨¦se, seg¨²n relatan los amigos de To?i, la madre, y los abuelos, no era el padre de Nano, sino de Richi, su hermanito de 10 a?os. El verdadero padre, seg¨²n esa versi¨®n, lo hab¨ªa abandonado antes de nacer. Entonces, la madre decidi¨® pasar una temporada en Levante y de all¨ª regres¨® con el apodo de Nano como recuerdo tur¨ªstico-ling¨¹¨ªstico de la terreta. Se lo entreg¨® a los abuelos dici¨¦ndoles que no pod¨ªa hacerse cargo de ¨¦l, que lo cuidaran por unos meses. Y los meses se convirtieron en anos. Cada cierto tiempo ella los visitaba cuando compraba droga en una esquina cercana. Alguna vez topaba con el Nano, como pocos d¨ªas antes de que lo detuvieran, le estampaba un beso en su cara de ni?o arisco, y le regalaba 1.000 pesetas a repartir con Richi. De vez en cuando los visitaba en casa de los abuelos, con el vientre inflamado por la llegada de alg¨²n hermanastro de Nano. Pero qu¨¦ grandes est¨¢is, haced los deberes, a ver si os port¨¢is bien, y otras frases de familiar que llega de visita: ¨¦sas eran las que recibieron de su madre.
Sorda y medio ciega
Entre los abuelos y su t¨ªo El Chori -un muchacho con imagen de buena persona- Nano aprendi¨® a regresar del cole con Richi de su mano, m¨¢s flojo de cuerpo y car¨¢cter, a limpiar la casa, fregar y hacer la compra. Engracia, la abuela, se ha quedado sorda y medio ciega, pero sabe que muchas abuelas de dinero quisieran para sus nietos una carita como la del suyo. Ya era guapo de peque?o, cuando Jes¨²s el electricista y Mar¨ªa de las Mercedes, los vecinos del tercero, accedieron a apadrinarlo. La madre hab¨ªa prometido que si sal¨ªa var¨®n lo bautizar¨ªa con el nombre del padrino. Hace pocas semanas, cuando el matrimonio ten¨ªa que dejar la casa sola por vacaciones, Nano se quedar¨ªa a cargo de la casa. Mar¨ªa de las Mercedes le advert¨ªa: "No dejes pasar a tu madre, ni se te ocurra". No se le ocurr¨ªa. Y ya se cuidaba el abuelo, Antonio el fontanero, de que as¨ª fuera.Pero al anciano se le escapaban aquellas ocasiones en que alg¨²n vecino de 17 a?os como David le pegaba a su nieto y el ni?o sub¨ªa a casa a por una navaja y bajaba con ella. "Cuando lo vi", relata David, "le dije, 'anda vete, que todav¨ªa te vas a llevar m¨¢s hostias. Y se fue, no hizo nada".
Tampoco sab¨ªa Antonio que cuando su nieto sal¨ªa de casa se iba incluso hasta Getafe o Legan¨¦s a jugar. Sin embargo, la familia de Juanjo, el ni?o al que presuntamente mat¨® Nano, presume de que a ¨¦l nunca le dejaban ir tan lejos.
Se conoc¨ªan desde muy peque?os, compart¨ªan colegio y rabonas, y en los dos ¨²ltimos meses hasta meriendas en casa de la t¨ªa de Juanjo. El d¨ªa del crimen Juanjo se burlaba una vez m¨¢s de Richi. Nano intent¨® proteger al hermano, y entonces Juanjo insult¨® a la madre de los dos.
A partir de aquella tarde vendr¨ªan las c¨¢maras de televisi¨®n, las acusaciones. de los compa?eros de colegio, y aquel d¨ªa en que los profesores sacaron a los ni?os al recreo para pedir un minuto de silencio por las tres ni?as de Alc¨¤sser. Nano pidi¨® entonces otro minuto para Juanjo.
Y mientras tanto, a soportar los insultos de los otros ni?os -asesinopooo, asesinooo-, los interrogatorios de las t¨ªas de Juanjo, que lo paraban en la escalera y le dec¨ªan: "Nano, has sido t¨², asesino", y ¨¦l que se pon¨ªa blanco, temblaba y dec¨ªa: "?C¨®mo voy a hacerle yo nada? Yo no he hecho nada". Carlos, otro ni?o del barrio, comenz¨® a contar que, al d¨ªa siguiente de la desaparici¨®n, Nano le dijo que Juanjo no jugar¨ªa m¨¢s con ¨¦l, que lo acababa de matar. Pero Carlos no dijo nada porque, seg¨²n ¨¦l, de lo contrario le cortar¨ªa el pescuezo.
Casi al a?o de la tragedia, surge la idea de una acampada en Castilla-La Mancha. El abuelo lleva a Nano y Richi hasta el autob¨²s que parte del estadio Bernab¨¦u. Ya entre las tiendas de campa?a, se monta una pelea y Nano le advierte a otro chiquillo que no lo cabree porque una vez mat¨® a otro y puede matarle a ¨¦l. Empiezan a preguntarle, y se delata. Confiesa el lugar donde lo enterr¨®, lo llevan a la polic¨ªa y rompe a llorar. La travesura hab¨ªa concluido.
Desde aquel 9 de agosto en que enterr¨® a su amigo, le ha dado tiempo a sufrir demasiadas pesadillas. Ahora comienzan las del abuelo. Carlos, el ni?o al que supuestamente amenaz¨® Nano para que no dijera nada, ha denunciado ante la polic¨ªa que Antonio, el abuelo fontanero, lleg¨® incluso a pegarle para que callase.
Cuando dentro de dos a?os salga del centro de menores donde lo han internado, tal vez Nano quiera que le llamen siempre Jes¨²s.
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