Sentido com¨²n obrero
EN CARTAGENA, una empresa p¨²blica con una plantilla de 2.000 trabajadores y con serios problemas para mantener ese empleo en los pr¨®ximos a?os ha perdido un contrato por la negativa de algunos de ellos a modificar sus condiciones de trabajo en materia de horario y vacaciones. Que el hecho se haya producido en una poblaci¨®n que constituye el s¨ªmbolo de las comarcas industriales en declive, y que ha sido escenario de intensas movilizaciones en defensa del empleo, concede especial significaci¨®n al mismo: el asunto es un s¨ªntoma de algunos de los problemas actuales del mercado de trabajo en Espa?a, uno de los cuales es la pervivencia de una mentalidad sindical contradictoria con la din¨¢mica del sistema productivo, especialmente en periodos de crisis.Aunque los detalles son algo confusos, lo fundamental es que ninguno del centenar aproximado de soldadores de los Astilleros de Baz¨¢n acept¨® el cambio de horario necesario para hacer compatible el trabajo encargado con otros que deb¨ªan realizarse simult¨¢neamente en las instalaciones de la empresa contratante, General Electric. En verano, la mayor¨ªa de la plantilla de la Baiz¨¢n trabaja en turno continuado de las 7.00 a las 14.30 horas. La jornada propuesta era de ocho de la ma?ana a siete de la tarde. Desde el comit¨¦ de empresa se ha argumentado que si es normal que el contratante imponga plazo de finalizaci¨®n y precio, no lo es que fije el horario. Tambi¨¦n, que la direcci¨®n no hab¨ªa hecho caso a sus recomendaciones de diversificaci¨®n de turnos para garantizar retenes permanentes que permitieran atender cualquier pedido.
La Baz¨¢n, como otros astilleros, tiene un porvenir m¨¢s bien oscuro, y de ah¨ª que lleve a?os buscando encargos del sector privado que complementen los de la Armada, principal pero incierto cliente tradicional de la empresa. Hasta comienzos de 1995 no est¨¢ previsto un nuevo encargo fuerte -una flotilla de dragaminas-, lo que pone en peligro algunos cientos de puestos de trabajo, actualmente sin ocupaci¨®n precisa. Frente a esa situaci¨®n, que vendr¨ªa a a?adirse a la p¨¦rdida de otros mil empleos en los ¨²ltimos a?os, los argumentos del comit¨¦ resultan d¨¦biles. Considerar que la responsable es la empresa por falta de previsi¨®n en el establecimiento de turnos puede servir para suscitar el aplauso de una asamblea, pero constituye escaso consuelo para quien puede verse abocado al paro en un futuro m¨¢s o menos pr¨®ximo.
Por ello, y al margen de los detalles, que podr¨¢n ser discutibles, lo evidente es que el resultado, la p¨¦rdida del contrato, es tan lamentable como incomprensible. Ha faltado sentido com¨²n por parte de los trabajadores m¨¢s directamente afectados, pero quiz¨¢ tambi¨¦n autoridad y perspicacia de los responsables sindicales para evitar que la inflexibilidad de un sector de la plantilla perjudique al conjunto de ella.
Si el asunto puede considerarse sintom¨¢tico es porque no son infrecuentes los casos de inversionistas potenciales -¨²ltimamente, japoneses en particularque desisten de su intenci¨®n al comprobar que las facilidades fiscales y de otro tipo prometidas se tornan en obst¨¢culos y exigencias. absurdas a la hora de tratar las condiciones laborales con responsables sindicales. Ello resulta especialmente preocupante con vistas a las ineludibles reformas del sistema de relaciones laborales que habr¨¢ que abordar para responder a las nuevas condiciones de la competencia internacional, agudizada por la crisis. El mundo laboral espa?ol ha superado ya la ideolog¨ªa inspirada en el principio de que lo que perjudique al empresario favorece en id¨¦ntica medida al obrero. Pero algunos sindicalistas parecen seguir anclados en la mentalidad que supedita, cualquier otra consideraci¨®n a lo que consideran defensa de los derechos adquiridos. Como indican algunos otros ejemplos, la responsabilidad exige a veces una actitud m¨¢s flexible. Por puro sentido com¨²n.
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