Integrismo, v¨ªolenc¨ªa y di¨¢logo
ES CASI una rut¨ªna. Como el goteo de muertos en Sarajevo. Apenas pasa un d¨ªa sin que lleguen, de Egipto, de Argelia, o de ambos pa¨ªses, noticias de "ataques terroristas" perpetrados por integristas musulmane s o enfrentamientos armados en los que la consigna parece ser no hacer prisioneros. Los tribunales de excepci¨®n dictan condenas de muerte, a veces por decenas, y los verdugos ejecutan algunas de ellas. Si eso no son dos guerras (con independencia del apellido que se les ponga) se le parecen bastante. A estas alturas, no est¨¢ totalmente claro qui¨¦n va a ganarlas. En Argel y en El Cairo la consigna oficial es que la situaci¨®n es normal y que la estabilidad no est¨¢ en pe ligro. Enviados de El Cairo recorren el mundo para intentar convencer a las opiniones p¨²blicas de que los turistas pueden visitar sin peligro las pir¨¢mides o los templos del Valle de los Reyes, aunque la violencia se ha cobrado ya la vida de varios extranjeros. En juego est¨¢ una industria que proporcionaba 2.000 millones de d¨®lares al a?o y que ahora se halla por los suelos.En Argelia, las obras del gasoducto con Europa se ponen en marcha y los hombres de negocios llegan para contratar obras de infraestructura y firmar acuerdos -comerciales. Pero son evidentes las reservas y las cautelas por la incertidumbre ante el futuro.
En los dos pa¨ªses se habla de democracia, pero con l¨ªmites. Sobre todo con uno: que la normalizaci¨®n no permita que los integristas se hagan con el poder. As¨ª se dice especialmente en Argelia, cuyo r¨¦gimen actual es consecuencia del no reconocimiento de una clara victoria en las urnas del Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n (FIS). El FIS no es una fuerza democr¨¢tica, se afirma. Su acceso al poder (aunque fuese por lav¨ªa electoral) tendr¨ªa como consecuencia inmediata el fin de la democracia. Al combatir al FIS se lucha por la democracia. Pero, ?qu¨¦ democracia? El proceso de reconducci¨®n, la apertura del di¨¢logo con la oposici¨®n oficial, incluso con sectores isl¨¢micos no radicales, el intento de pactar la transici¨®n y la reconstrucci¨®n nacional chocan con la exclusi¨®n del gran enemigo, ilegalizado, calificado. de "banda terrorista", en la clandestinidad, perseguido sin cuartel en las calles y en los tribunales.
A favor del Gobierno juega un factor: la vanguardia armada integrista recurre a t¨¢cticas terroristas, hay v¨ªctimas que son personalidades respetadas (m¨¦dicos, periodistas, diputados) y no escasean- los ataques indiscriminados. Algunos atentados suscitan multitudinarias manifestaciones de protesta. En contra juega que los derechos humanos no siempre son respetados y que la libertad de expresi¨®n se restringe.
?Hay una salida pol¨ªtica? Centenares de intelectuales piden elecciones, sin violencia en las calles ni presos en las c¨¢rceles. Pero si hay una guerra, s¨®lo puede acabar de dos formas: con la victoria de uno de los bandos o con un alto el fuego en el que cedan ambos. La primera opci¨®n no parece al alcance de la mano. La gran pregunta es si, en el r¨¦gimen y en el FIS, hay l¨ªderes con la voluntad- pol¨ªtica y la visi¨®n hist¨®rica necesarias para afrontar el imprescindible compromiso.
Al menos, en Argelia se habla de soluci¨®n pol¨ªtica. En Egipto no hay, por ahora, otra din¨¢mica que la de la violencia. Los extremistas isl¨¢micos atacan y el Ej¨¦rcito y la polic¨ªa reprimen. Caen generales, polic¨ªas, activistas e incluso turistas. Se ejecutan condenas a muerte (15 hasta ahora), de las que dictan los jueces. Pero no son las ¨²nicas ejecuciones. A veces, las fuerzas de seguridad no toman prisioneros, disparan primero y preguntan despu¨¦s. Los "terroristas", perseguidos sin cuartel, recurren a t¨¢cticas de guerrilla y forman bandas que buscan refugio en las monta?as del sur. Esta guerra es m¨¢s reciente. El balance de v¨ªctimas (180) no alcanza a¨²n los niveles de Argelia,. pero amenaza con hacerlo pronto.
No hay ninguna voluntad de di¨¢logo por parte del r¨¦gimen. S¨®lo se apuesta por aniquilar al enemigo. Las condiciones pol¨ªticas y sociales, la miseria creciente provocada por la superpoblaci¨®n, la insuficiencia del sistema productivo y la crisis mundial son un fabuloso caldo de cultivo para el ascenso del integrismo. Tambi¨¦n en Egipto es necesario negociar. En caso contrario, habr¨¢ que hacerse a la idea de que la cat¨¢strofe es inevitable.
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