Los vecinos, muy calientes

Plaza de las Islas Azores, distrito de Fuencarral. Son las 8.30 horas. Las empleadas municipales limpian con generosidad de jab¨®n y agua fuerte, tanta como prevenci¨®n, la basura que han dejado los drogadictos el d¨ªa anterior: litronas, c¨¢scaras de pipas, papel de aluminio, latas, colillas, etc¨¦tera. Todo a cinco metros de la puerta del Ayuntamiento.Comenta un vecino que habr¨ªa que quitar los bancos de la plaza. "?Y entonces d¨®nde se sientan los viejos?, ya hemos cortado el agua de la fuente", contesta un empleado municipal. "?Qu¨¦ ejemplo para mis hijos!", dice una se?ora indignada que acaba de salir de un portal, "nos tendremos que cambiar de vivienda?".

En la parte posterior del Ayuntamiento, a escasos 50 metros, en una peque?a plaza, hay una cabina telef¨®nica que los vecinos, desde hace dos meses, destrozan sistem¨¢ticamente para que no se droguen en ella. No importa, hay otra enfrente del Ayuntamiento -cruzar la calle- que a la vez que compras un cup¨®n en el quiosco de los ciegos o vas a comprar la barra de pan, se puede contemplar, en directo y completamente gratis, todo el proceso de chute de un drogadicto, incluido el estado de sopor final. Para los que est¨¢n en la parada del autob¨²s, la espera, con tal espect¨¢culo, es francamente llevadera.

Son las diez de la ma?ana. Ha hecho una noche calurosa. La plaza est¨¢ limpia y reci¨¦n regada. Los drogadictos empiezan a llegar a pasar el d¨ªa. Est¨¢n fresquitos. Los vecinos, muy calientes-