La tragedia demogr¨¢fica
En todos sus viajes, y especialmente en el ¨²ltimo realizado a Estados Unidos, Juan Pablo II ha defendido el derecho a la vida y condenado la anticoncepci¨®n no natural. Pero los cat¨®licos del mundo industrializado est¨¢n divididos y no todos obedecen el mandato del Papa. En el mundo musulm¨¢n -m¨¢s de 1.000 millones de seres humanos-, y debido a que el Cor¨¢n no se pronuncia sobre el tema, gran n¨²mero de jefes religiosos han emitido fatwa (recomendaci¨®n jur¨ªdico-religiosas) autorizando, y a veces incluso recomendando, la anticoncepci¨®n; en T¨²nez, el aborto es legal en ciertas circunstancias. Pero, por el momento, las estructuras sociales son tales que la demograf¨ªa sigue siendo alta en tierras del islam, lo mismo que en el conjunto del Tercer Mundo.Las comunicaciones por sat¨¦lite, la inform¨¢tica, los medios de comunicaci¨®n, han transformado el mundo en una inmensa aldea. Ya no podemos contentarnos con pensar a nivel de nuestra ciudad, de nuestra regi¨®n, de nuestro pa¨ªs, ni siquiera de "nuestra Europa". Como dec¨ªa Paul Val¨¦ry: "Europa no es m¨¢s que una punta de Asia". Debemos tener en cuenta los datos mundiales. Y en el terreno de la demograf¨ªa, esos datos son escalofriantes. Dejemos que las cifras hablen.
En 1700 hab¨ªa en el mundo 688 millones de seres humanos; 995, en 1800; 1.200, en 1850; 1.600, en 1900; 2.500, en 1950. Actualmente somos 5.500, de los cuales un 75% corresponde al Tercer Mundo. Y mientras escribo esto, la cifra va aumentando, pues, en un pa¨ªs como Egipto, nace un ni?o cada 25 segundos (?un mill¨®n cada nueve meses!). El ¨²ltimo informe anual del Fondo de Naciones Unidas para la poblaci¨®n dice que en el a?o 2000, es decir, dentro de siete a?os, seremos 6.200 millones, 8.500 en el 2050 y 11.600 en el 2150 -10 veces m¨¢s que en 1850-.
?Vamos a ser v¨ªctimas de la implacable aritm¨¦tica del economista brit¨¢nico Thomas Malthus (1776-1834)? Su famosa ley de progresi¨®n geom¨¦trica preve¨ªa que la poblaci¨®n humana se duplicar¨ªa cada 25 a?os, amenazando fatalmente la subsistencia de los seres humanos. ?sa es la raz¨®n por la que el malthusianismo predicaba la restricci¨®n voluntaria de la natalidad. Despu¨¦s, los dem¨®grafos han demostrado que la evoluci¨®n demogr¨¢fica es m¨¢s compleja. Pero no por ello menos inquietante.
En Europa, el aumento de la poblaci¨®n ser¨¢ globalmente estacionario; en Asia solamente se duplicar¨¢; en Am¨¦rica Latina, sin embargo, se triplicar¨¢; y puede cuadruplicarse en ?frica: de 219 millones en 1950, ha pasado a 700 millones en la actualidad, pero podr¨ªa llegar a los 1.600 millones en el 2025 y a 2.500 millones en el 2150... a no ser que el sida provoque una hecatombe.
Los especialistas -y la Iglesia cat¨®lica- dicen que est¨¢ demostrado que, gracias a la t¨¦cnica, las sociedades contempor¨¢neas tienen una capacidad de adaptaci¨®n muy superior a las de las sociedades precedentes. Eso es cierto, pero los desaf¨ªos sociales que suponen las migraciones, el empleo, el desarrollo urbano, el equilibrio alimentario, la estabilidad pol¨ªtica, no tienen precedentes. Y no los hemos tenido en cuenta.
Apenas se empieza ahora a tomar medidas para proteger los recursos acu¨ªferos y para preservar la tierra y el aire. A este respecto, el Plan de Acci¨®n para el Mediterr¨¢neo (PAM), lanzado en 1975, sigue siendo un ejemplo y, en algunos aspectos, ¨²nico. La Agenda 21, elaborada en la Conferencia de R¨ªo, que establece un v¨ªnculo entre el medio ambiente y el desarrollo estable, todav¨ªa no se ha empezado a aplicar. Mientras tanto, el crecimiento demogr¨¢fico galopante y el subdesarrollo se unen para producir efectos nefastos y muy a menudo mortales.
En primer lugar, en el plano de las migraciones. A escala mundial, 100 millones de personas -m¨¢s que la poblaci¨®n de Espa?a y Francia juntas-, es decir, el 2,5% de los seres humanos, viven fuera de su pa¨ªs natal. Hay algunos exiliados afortunados: 10 millones han entrado en Estados Unidos a partir de los a?os ochenta y 15 millones en Europa occidental, a los que se pueden a?adir los 10 millones de personas atra¨ªdas por Oriente Pr¨®ximo, 5 o 6 millones de las cuales contribuyen al desarrollo de las petromonarqu¨ªas del Golfo, donde est¨¢n m¨¢s o menos bien pagadas, pero no disfrutan de ning¨²n derecho. Jap¨®n ha comenzado a importar mujeres para sus campesinos, con los que las japonesas ya no quieren casarse.
Luego est¨¢n los desafortunados. En ?frica se estima en 35 millones los emigrantes de pa¨ªses pobres que han ido a pa¨ªses menos pobres, como Nigeria, Ghana o Libia. En cualquier momento pueden ser expulsados masiva y brutalmente del pa¨ªs que los ha acogido. Por ¨²ltimo, la multiplicaci¨®n de conflictos -el ¨²ltimo es el de la ex Yugoslavia- ha causado m¨¢s de 20 millones de refugiados. S¨®lo la guerra del Golfo (1991) provoc¨® la salida de Kuwait de 400.000 palestinos, ya desarraigados de su propio pa¨ªs en 1948, en 1956, en 1967...
A las migraciones internacionales hay que a?adir las que se producen en el interior de un mismo pa¨ªs a causa del ¨¦xodo rural. En 1975, el 75% de la poblaci¨®n mundial viv¨ªa en el campo. En el a?o 2000, un 50% habitar¨¢ en las ciudades. Y la tendencia se acentuar¨¢ porque, cada a?o, 30 millones de personas que viven en el campo van a amontonarse en las ciudades donde pierden su tradici¨®n y su alma.
En 1880, en el Mediterr¨¢neo hab¨ªa 14 ciudades de m¨¢s de 100.000 habitantes. Un siglo m¨¢s tarde son m¨¢s de 100 y en el a?o 2000 se puede alcanzar la cifra de 200. Pero no es ¨¦sta la zona m¨¢s amenazada. Aparte de El Cairo (15 millones de habitantes), las megal¨®polis superpobladas se encuentran fuera del Mediterr¨¢neo. En el a?o 2000, es decir, ma?ana, M¨¦xico y Sao Paulo tendr¨¢n 30 millones de habitantes; Tokio, Calcuta, Bombay, 25 millones; y, justo por debajo estar¨¢n Madr¨¢s, Manila, Buenos Aires, Bangkok, Karachi, Delhi, Bogot¨¢. En los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo habr¨¢ 300 ciudades de m¨¢s de un mill¨®n de habitantes, comparado con las 125 que hay en la actualidad.
Los trabajadores emigrados han enviado a los pa¨ªses del Tercer Mundo 66.000 millones de d¨®lares en 1989, es decir, 20 veces m¨¢s que la ayuda internacional para el desarrollo. Es cierto que en 1992 las aportaciones exteriores, p¨²blicas y privadas, representaron 176.000 millones de d¨®lares, pero no es m¨¢s que una gota de agua si se compara con las sumas dedicadas a las armas y a las necesidades de los pueblos.
?C¨®mo luchar contra la miseria? ?C¨®mo gestionar, frente a este maremoto humano, la escolarizaci¨®n y la educaci¨®n, factores important¨ªsimos en la lucha contra un crecimiento demogr¨¢fico galopante? ?C¨®mo mejorar la condici¨®n de las mujeres si precisamente su escolarizaci¨®n en la ense?anza secundaria es de un 52% en Am¨¦rica Latina, un 26% en Asia y un 14% en ?frica?
En 1973, Argelia presid¨ªa el Movimiento de Pa¨ªses No Alineados. El presidente Bumedian sosten¨ªa que el alto crecimiento demogr¨¢fico constitu¨ªa una fuerza para el Tercer Mundo y el desarrollo el mejor anticonceptivo. Convenci¨® a sus socios y llev¨® la voz cantante en la Conferencia de Budapest sobre la poblaci¨®n. Acusaron a los pa¨ªses industrializados de maquiavelismo por decir que el Tercer Mundo deb¨ªa controlar la natalidad, e hicieron un llamamiento a este ¨²ltimo para responder a Occidente con el "arma de la poblaci¨®n". Veinte a?os despu¨¦s comprueban que ese arma se ha vuelto contra ellos y que puede ser mortal. Lamentarse del pasado no sirve de nada, hay que mirar al futuro y actuar sabiendo que, tanto en el Norte como en el Sur, debemos modificar nuestra forma de vida si queremos salvar el planeta Tierra y hacerlo m¨¢s humano.
es director del Centro de Estudios Contempor¨¢neos de Oriente de la Universidad de la Sorbona, en Par¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.