La verg¨¹enza de Europa (8)
Cap¨ªtulo 8. "Reparemos en la pobre idea que dan de s¨ª mismas esas democracias que fueron un d¨ªa orgullo del mundo", escrib¨ªa Antonio Mahado en 1938, comentando el abandono nuestra Rep¨²blica; "veamos cuanto sale o se guisa en sus canciller¨ªas, incapaces de invocar -siquiera a t¨ªtulo de dignidad formularia- ning¨²n principio ideal, ninguna severa norma de justicia. Como si estuvieran vencidas de antemano, o subrepticiamente vendidas al enemigo, como si presintieran que la llave de su futuro no est¨¢ ya en su poder ( ... ).
Reparemos en su actuaci¨®n desdichada en la Sociedad de Naciones, convirtiendo una instituci¨®n nobil¨ªsima, que hubiera honrado a la humanidad entera, en un ¨®rgano superfluo, cuando no lamentable, y que ser¨ªa de la m¨¢s regocijante befa si no coincidiese con los momentos m¨¢s tr¨¢gicos de la historia contempor¨¢nea".?Cabe imaginar otra descripci¨®n m¨¢s actual y certera de ese teatro de sombras chinescas de las declaraciones contradictorias de Clinton o eternos debates del Consejo de Seguridad de la ONU y l¨ªderes de la Comunidad Europea destinados a conducir poco a poco al presidente bosnio Alia Izetbegovic a una rendici¨®n sin condiciones, como a ese toro reci¨¦n estoqueado por el diestro al que la cuadrilla empuja h¨¢bilmente a arrodillarse para que aqu¨¦l culmine su faena con un limpio y eficaz remate?
Todos conocemos el nombre del diestro y su cuadrilla, esos picadores y banderilleros disfrazados de negociadores, para quienes castigar al agresor ser¨ªa impol¨ªtico, puesto que en Bosnia "todos son pecadores y ning¨²n bando se halla libre de culpa" (?exceptuando, claro est¨¢, el picador en jefe, modelo de decencia y rectitud, y cuya grandeza no se apagar¨¢ con, los siglos!).
?Es la historia europea de los noventa una mera repetici¨®n, con ligeras variantes sinf¨®nicas, de sus desatinos y ofuscaci¨®n de los treinta (Austria, Etiop¨ªa, Espa?a, Checoslovaquia ...? ?un inacabable y cansino Bolero de Ravel?
Coincido con el embajador de Espa?a en las Naciones Unidas cuando admite (EL PA?S, 3-7-93) que si la responsabilidad inicial de la tragedia incumbe a los dirigentes serbios, la comunidad internacional ha demostrado su absoluta impotencia en atajarla. Una reacci¨®n contundente al programa racista y expansionista de Milosevic podr¨ªa haber aplastado ab ovo el inquietante resurgir del pasado. Su prop¨®sito de destruir la federaci¨®n yugoslava para sustituirla con otra de absoluto predominio serbio deb¨ªa desembocar necesariamente en su implosi¨®n y una guerra generalizada.
El silencio de Europa a la brutal represi¨®n desencadenada en Kosovo y abolici¨®n de su estatuto de autonom¨ªa fue el primer test de Milosevic del ego¨ªsmo e indiferencia de los Gobiernos comunitarios. Pasada airosamente esa prueba, su apetito y ambici¨®n aumentaron. La transformaci¨®n del Ej¨¦rcito federal en un ej¨¦rcito serbomontenegrino marca el punto de ruptura de un proceso que la Comunidad Europea pod¨ªa interrumpir a¨²n. Todo hab¨ªa sido planeado y bien planeado: en septiembre de 1991, el entonces primer ministro de la Federaci¨®n, Ante Markovic, revel¨® la existencia de un compl¨® entre Milosevic y los mandos del Ej¨¦rcito, destinado a reunir a todos los pueblos serbios dispersos en Yugoslavia en un ¨²nico Estado homog¨¦neo.
En posteriores declaraciones al peri¨®dico Vreme, Markovic divulg¨® una grabaci¨®n de las conversaciones del primer ministro serbio con Radovan Karadzic, en la que el l¨ªder chetnik desvelaba su condici¨®n de mero agente del amo de Belgrado: el reparto de papeles entre ambos, jugando a la carta del duro y del moderado de cara a la opini¨®n p¨²blica ¡ªjuego repetido luego entre Karadzic, y su brazo derecho, el general Radko Mladic¡ª forma parte del gui¨®n elaborado entonces, y los pol¨ªticos y observadores que creyeron en la sinceridad de sus divergencias incurrieron en la misma ingenuidad que Chamberlain y lord Runciman cuando confiaban en la palabra de Hitler y el jefe de los Sudetes.
En su doble y reversible personaje de bueno y malo, el inigualable modelo de poetas y psiquiatras asegura con columbina inocencia que tanto ¨¦l como su compadre Boban est¨¢n dispuestos a ofrecer a los musulmanes un espacio de calidad para que creen en ¨¦l su Estado o yamahr¨ªa, dejando al jefe del autoproclamado Parlamento serbio de Bosnia la responsabilidad de afirmar -esta vez de veras-: "Sarajevo ser¨¢ nuestro". S¨®lo lord Owen, Hurd y algunos colegas europeos parecen tomar en serio tal juego. ?Ser¨¢ este espacio de calidad con zonas verdes y "tierras ricas en recursos" prometido a los vencidos llave en mano un id¨ªlico cant¨®n suizo conforme a la veta l¨ªrica de Karadzic o el ¨¢mbito de la palestinizaci¨®n final de los musulmanes bosnios, atrapados en zonas dispersas y rodeadas de enemigos, sin otro medio de subsistencia que la cicatera caridad intemacional?
El espectro de la comparaci¨®n con Lesotho, Swazilandia o, peor a¨²n, con Gaza se configura ya como una amenazadora y siniestra realidad. Acumulando error tras error, claudicaci¨®n tras claudicaci¨®n, apaciguamiento tras apaciguamiento, la falta de visi¨®n del futuro unida al olvido del pasado de los dirigentes de la casa com¨²n europea ha desembocado en el reparto a sangre y fuego de Bosnia-Herzegovina, el desmembramiento y extinci¨®n de un Estado soberano, tragado como Abisinia, Polonia, Manchuria o los Estados b¨¢lticos hace poco m¨¢s de medio siglo. La perennidad de unas l¨®gicas pol¨ªtico-militares que se remontan a la I Guerra Mundial, la ceguera moral y estrat¨¦gica de los Gobiernos de Par¨ªs y Londres y su incapacidad de prever el peligro de una guerra general en los Balcanes ser¨¢n juzgados por los historiadores con la severidad que merecen.
"?No avalaremos ninguna conquista territorial por las armas ni toleraremos?la continua y flagrante violaci¨®n de las sanciones internacionales!". ?Cu¨¢ntas veces hemos o¨ªdo estas palabras hueras de boca de los l¨ªderes y negociadores de Occidente, desde el todopoderoso Bush al ¨²ltimo gato de la farsa? ?Promesas que se ha llevado el viento sin empacho ni rubor de quienes las formularan! Milosevic puede sentirse ufano de su obra: en su c¨ªnica y cruel partida de p¨®quer ha amedrentado y hecho retroceder siempre a sus adversarios. "Estamos ya en el umbral de la soluci¨®n final", declaraba recientemente en Ginebra.
"Cuanto queda pendiente es simple cuesti¨®n de masas". En verdad, la pol¨ªtica de no intervenci¨®n en Bosnia ¡ªel embargo de armas "a las partes implicadas"¡ª constituye el ejemplo m¨¢s brutal de intervenci¨®n desde que los Gabinetes de Londres y Par¨ªs contribuyeron decisivamente a la asfixia y derrota de la Segunda Rep¨²blica Espa?ola. En ambos casos, dicha abstenci¨®n farisaica ¡ªquien asiste a un estrangulamiento como el de Sarajevo sin intentar detenerlo, ?no incurre acaso en el delito tipificado de complicidad?¡ª ha actuado contra quienes defend¨ªan y defienden las instituciones democr¨¢ticas y legales y a favor de agresores aliados con Hitler y Mussolini o abanderados de lapurificaci¨®n racial.
"Aceptar la repartici¨®n es como permitir que alguien entre en tu casa, ocupe m¨¢s de la mitad de las habitaciones, robe tus muebles, viole y asesine a tus hijas y te pida luego que firmes encima de la l¨ªnea punteada", dec¨ªa el vicepresidente bosnio Eyup Gahic. Hoy, el despedazamiento de su pa¨ªs con criterios estrictamente ¨¦tnicos es una realidad. Los tres pueblos que compon¨ªan Bosnia han sido separados con violencia, y los negociadores de Ginebra proponen la confederaci¨®n de tres Estados con libertad de circulaci¨®n de personas y bienes. Pero, ?a qui¨¦n se le ocurrir¨ªa la idea de volver a un territorio gobernado por quienes incendiaron su vivienda y torturaron y ejecutaron a su familia?
Un mini-Estado musulm¨¢n desmilitarizado de acuerdo al esquema de lord Owen estar¨ªa a la merced de sus enemigos. Medio a?o despu¨¦s de los acuerdos de M¨²nich -celebrados como un triunfo de la paz por Chamberlain-, Hitler entraba en Praga. Consciente de las nuevas y atroces realidades, la presidencia bosnia propone colocar a su pa¨ªs bajo un protectorado internacional. No obstante, ?c¨®mo creer siquiera en la vigencia de un acuerdo capitulador si puede convertirse, pasado un lapso, en otro papel mojado?
Y, ?qu¨¦ hacer con Sarajevo? Aqu¨ª la limpieza ¨¦tnica resulta imposible, a menos de que se lleve a cabo inmueble por inmueble y piso por piso. El cosmopolitismo de la ciudad, fruto del crisol de sus cuatro culturas, es una realidad a partir de la c¨¦lula familiar: hay decenas de miles de matrimonios mixtos de musulmanes, croatas y serbios. ?Habr¨¢ que separar a la mujer del marido, establecer l¨ªneas divisorias entre hermanastros, primos y cu?ados? y ?qu¨¦ criterio adoptar con los hijos? ?Qu¨¦ sangre o gen debe predominar, el materno o paterno?
Dos d¨ªas antes de mi partida voy a cenar con Gervasio S¨¢nchez y Alfonso Armada a casa de una amiga del primero, que vivi¨® hace alg¨²n tiempo en Madrid y tiene familia en Espa?a. Estacionamos en un patinillo en el que un grupo de hombres platican al fresco ilusoriamente amparados del fuego enemigo por el inmueble frontero al manzanares local: ?unas semanas atr¨¢s, un morterazo aplast¨® all¨ª mismo una vivienda pasando por encima del edificio! Los vecinos de escalera conocen a Gervasio: en su mayor¨ªa componen familias mixtas, todav¨ªa m¨¢s unidas por el horror de los acontecimientos.
Una de ellas nos invita a su domicilio despu¨¦s de la colaci¨®n. El sol ha tramontado ya y una luz vespertina ilumina la pieza en la que nos acomodamos a trav¨¦s de un vano sin armaz¨®n ni cristales, que da directamente al r¨ªo y a las monta?as de los asediadores. Nos sentamos en las butacas con media docena de mujeres y hombres cordiales y acogedores, pero privados de la posibilidad de obsequiarnos siquiera, conforme a sus tradiciones hospitalarias, con un mero vaso de agua. Llevan meses y meses as¨ª, sin luz, ni gas, ni trabajo, ni esperanza, ahorrando fuerzas para el transporte diario de los bidones y la busca aleatoria de un simulacro de comida. Pero sonr¨ªen y hacen preguntas, como si las cosas siguieran su curso normal.
Mi atenci¨®n se centra enseguida en una anciana vestida y peinada con esmero, juvenil, locuaz y risue?a pese a sus 82. Nuestra visita le encanta y disfruta de la ocasi¨®n de charlar con unos extranjeros, como una Cenicienta que ha hallado a su pr¨ªncipe. Nos habla de sus or¨ªgenes h¨²ngaros, eslovacos y austriacos, de su nacimiento en una remota estaci¨®n de ferrocarril del centro de Bosnia. "Por eso he so?ado siempre en viajar", dice. "Pero mi coraz¨®n no se ha movido de Sarajevo". Ahora tiene una nieta en Polonia y, aunque no pueda comunicarse con ella porque el correo no funciona, le escribe versos. ?Versos? S¨ª, responden a coro, con orgullo y ternura, sus familiares y vecinos. "Nos gustar¨ªa que nos los leyera". La anciana ha olvidado el lugar en donde los guarda, pero, agrega enseguida, se los sabe de memoria. "?No podr¨ªa recit¨¢rnoslos?".
Ella se hace rogar un poco, con una deliciosa mezcla de ingenuidad, astucia y coqueter¨ªa. Ha oscurecido y alguien enciende la vela del candelero. Los ojos de la anciana son un remanso de dulzura mientras desgrana los versos dirigidos a la nieta, que la int¨¦rprete traduce como puede: dicen que viva, ame y aproveche cuanto concede la vida, pero no olvide nunca a Sarajevo. "?Desde cu¨¢ndo escribe?", preguntamos al terminar. "?Oh, hace ya mucho tiempo!", sonr¨ªe con picard¨ªa. "Son visiones e im¨¢genes de la ciudad". "?S¨®lo de Sarajevo?". "Tambi¨¦n escrib¨ª poemas sobre Split.
Unas acuarelas de Split. Nos los recita esta vez sin hacerse rogar, con una voz suave, embebida de nostalgia: hablan del aire, el mar, el sol, el crep¨²sculo, la luna, las islas. "Pero prefiero, los poemas a Sarajevo". "?Ha escrito algo sobre la guerra?". "No, nunca he hablado de pol¨ªtica, sino de amor y sentimientos. Quiero que mi nieta conserve un recuerdo de m¨ª y de la ciudad en que se cri¨®, aunque ya no pueda volver a vernos".
Bajamos la escalera a la luz de un mechero y, tras despedirnos de la asamblea de sombras congregadas todav¨ªa en el patio, regresamos al hotel por la avenida del Mariscal Tito. La ciudad est¨¢ desierta, sin peatones ni tr¨¢fico. Un hombre empuja a¨²n una carretilla cargada de bidones, otro atraviesa la calzada como un loco, huyendo de imaginarios obuses o tal vez de s¨ª mismo. Los faros de los autom¨®viles son peligrosos porque brindan un blanco f¨¢cil a los francotiradores y hay que circular velozmente sin ellos en los dudosos t¨¦rminos del d¨ªa.
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