CAP, destituido
CARLOS ANDR?S P?REZ, el aparentemente incombustible l¨ªder socialdem¨®crata venezolano, conocido por sus iniciales, CAP, fue destituido anteayer de la presidencia de la Rep¨²blica, 101 d¨ªas despu¨¦s de que el Parlamento le ' suspendiera temporalmente de sus funciones. La destituci¨®n ha sido una redundancia impuesta a un presidente que, en cualquier caso, no iba a regresar. Pero es significativo que CAP, ligado desde hace cinco d¨¦cadas a todas las iniciativas democr¨¢ticas de su pa¨ªs y del resto del continente latinoamericano, no haya sido derrocado por un golpe de Estado ni desensillado por una elecci¨®n, sino por una acusaci¨®n de corrupci¨®n. En este sentido, por humillante que le resulte, su destituci¨®n es, sobre todo, indicativa de la voluntad democr¨¢tica de un pa¨ªs que, adem¨¢s de encontrarse en plena campa?a electoral, est¨¢ sometido desde hace meses a las tensiones golpistas de un Ej¨¦rcito t¨ªpicamente obsesionado por la defensa exclusiva de sus paranoias.Carlos Andr¨¦s P¨¦rez ha sido presidente de Venezuela en dos ocasiones. Y es, parad¨®jicamente, la doble magistratura lo que explica su ca¨ªda de hoy. En 1979 termin¨® su primer periodo presidencial, cuando la econom¨ªa venezolana iniciaba su derrumbamiento tras a?os de fulgor al calor del negocio del petr¨®leo, a cuya sombra hab¨ªan florecido tambi¨¦n el despilfarro y la corrupci¨®n. Era obvio que un pol¨ªtico as¨ª carec¨ªa de credibilidad para presentarse diez a?os m¨¢s tarde como el enderezador de todos los males del pa¨ªs.
Su popularidad se fue a los suelos a los pocos d¨ªas de llegar al poder: la toma de posesi¨®n de P¨¦rez en febrero de 1989 fue una exhibici¨®n de lujo y derroche coincidente con consignas de austeridad econ¨®mica a rajatabla. Menos de un mes despu¨¦s, los venezolanos, en un levantamiento popular conocido como el caracazo, protestaron sonoramente contra el nuevo presidente y su programa. Murieron cientos &,personas. CAP estaba definitivamente acabado, y as¨ª se lo hizo saber su propio partido, Acci¨®n Democr¨¢tica. Ni siquiera las dos intentonas golpistas de febrero y noviembre de 1992 o los buenos resultados de su dura pol¨ªtica econ¨®mica sirvieron para que mejoraran sus cotas de popularidad. Es interesante que la mera apariencia de un esc¨¢ndalo en un pa¨ªs en el que la vida pol¨ªtica no se distingue por la seriedad y honradez determinara, primero, la prohibici¨®n parlamentaria de que CAP acudiera a Madrid en el verano de 1992 a la II Cumbre de Jefes de Estado Latinoamericanos y, segundo, la concesi¨®n del suplicatorio que determin¨® su suspensi¨®n en mayo pasado.
La defenestraci¨®n de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez acaba con la vida pol¨ªtica de uno de los l¨ªderes m¨¢s coloristas y populistas del continente. Traer¨¢ cola. Porque, una vez m¨¢s, provoca un terremoto pol¨ªtico en un pa¨ªs que lleva a?os tambale¨¢ndose y sufriendo. Y por a?adidura, ocurre en las semanas previas a una nueva elecci¨®n presidencial que promete ser borrascosa y que ya tiene enfrentadas a todas las fuerzas presentes: a las pol¨ªticas entre s¨ª (con los peores recursos de la demagogia) y a las armadas contra todos.
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