De la pertinaz sequ¨ªa a la ¨¦tica del agua
Aunque sea una referencia t¨®pica que nos trae resonancias de otras ¨¦pocas, la pertinaz sequ¨ªa es una triste realidad que afecta de forma muy desigual al territorio del Estado. Media Espa?a desborda agua y la otra media, en el sur y el centro, tiene graves problemas de abastecimiento urbano, industrial y agrario.El momento es bueno para retomar el complejo problema pol¨ªtico y t¨¦cnico de la planificaci¨®n hidrol¨®gica y analizar las previsiones y medidas adoptadas para hacer frente a la situaci¨®n presente. En primer lugar, ?la sequ¨ªa clim¨¢tica es verdaderamente aguda o enfatizamos su gravedad para encubrir una falta de previsi¨®n? Desgraciadamente, las cifras demuestran que desde 1990 asistimos al periodo m¨¢s severo de sequ¨ªa del siglo en la mitad meridional de Espa?a. La gravedad de esta situaci¨®n no es fruto de la escasez extrema de un solo a?o hidrol¨®gico, cuyos efectos aislados son amortiguados por el
sistema de embalses y ?. la regulaci¨®n natural de los acu¨ªferos, sino de la persistencia (de aqu¨ª viene lo de la pertinaz) durante varios a?os consecutivos de precipitaciones muy escasas.
Pues bien, el cuatrienio 90/93 es, hasta el momento actual, el de menor precipitaci¨®n del siglo -seg¨²n datos del observatorio de Madrid-Retiro, ejemplo representativo del ¨¢rea geogr¨¢fica afectada por la sequ¨ªa-, y, adem¨¢s, sus escasas lluvias se han producido m¨¢s bien en los meses c¨¢lidos -mayo, junio, septiembre, octubre- que en la estaci¨®n fr¨ªa -noviembre a abril-, con lo que la conversi¨®n de aquellas lluvias en caudales de agua ha sido, por causa de la evaporaci¨®n, todav¨ªa m¨¢s escasa. Es decir, la sequ¨ªa hidrol¨®gica est¨¢ siendo a¨²n m¨¢s severa que la clim¨¢tica, y como consecuencia, tanto en el sistema Entrepe?as / Buend¨ªa como en el conjunto de embalses del Guadalquivir o del Guadiana medio, las aportaciones de agua en el cuatrienio indicado han sido de tan s¨®lo el 40% de las medias, y menores que las de cualquier otro cuatrienio del siglo.
El resultado es que el conjunto de nuestros embalses est¨¢ al 38% de su capacidad. Pero este dato global es muy poco significativo, como el de toda media que encubre grandes disparidades no compensables entre s¨ª. La falta de conexi¨®n de nuestras cuencas impide utilizar los excedentes de aquellas que est¨¢n por encima del 60% para compensar el d¨¦ficit de las que no llegan ni al 15% de llenado de sus embalses. Aceptada la gravedad de la sequ¨ªa clim¨¢tica e hidrol¨®gica, pero siendo de sobra conocida la profunda irregularidad de nuestros recursos de agua, la pregunta que se formulan editorialistas y ciudadanos es: ?Ha sido la pol¨ªtica hidr¨¢ulica de la ¨²ltima d¨¦cada suficientemente previsora?
Todo es obviamente mejorable, y con mayores inversiones se hubiese, sin duda, podido resolver algunos problemas adicionales. Pero aparte de que nunca son suficientes los recursos econ¨®micos, algunas de las obras que hemos acometido con car¨¢cter de urgencia son realmente obras de emergencia que la raz¨®n econ¨®mica hubiese descartado hacer por razones de esperanza matem¨¢tica de su coste-beneficio. Queda, sin duda, mucho por hacer, y mucho de ello requiere de acuerdos pol¨ªticos previos que deben plasmarse en forma de ley en el Plan Hidrol¨®gico Nacional, pero ello no debe menoscabar la transcendencia de lo realizado por el conjunto de Administraciones p¨²blicas desde 1983, empezando por la Ley de Aguas de 1985 y su complejo desarrollo reglamentario.
En infraestructuras, la capacidad de los emblases construidos por el Estado se ha incrementado en un respetable 38% -en Andaluc¨ªa, nada menos que en el 70%-, al que debe a?adirse otro 15% de los embalses actualmente en construcci¨®n. La capacidad de desalaci¨®n de agua de mar y de reutilizaci¨®n de aguas residuales se ha m¨¢s que duplicado; se ha mejorado la coordinaci¨®n en el aprovechamiento de las aguas superficiales y subterr¨¢neas, funda mentalmente en las cuencas levantinas y meridionales; se han acometido proyectos importantes de modernizaci¨®n de regad¨ªos en Castilla y Le¨®n, Andaluc¨ªa, Murcia, Arag¨®n y Catalu?a; se ha incrementado del 15% al 50% la poblaci¨®n espa?ola cuyos vertidos se depuran y, en otros aspectos de la pol¨ªtica hidr¨¢ulica, se han reducido dr¨¢sticamente, aunque obviamente no anulado, los niveles de riesgo frente a las inundaciones de las zonas m¨¢s sensibles desprotegidas. Las muy importantes inversiones efectuadas en Valencia, Murcia y Pa¨ªs Vasco impiden ya, en gran medida, que puedan repetirse las cat¨¢strofes sufridas precisamente en la d¨¦cada de los ochenta; las obras en curso reducir¨¢n todav¨ªa m¨¢s ese riesgo en los dos pr¨®ximos a?os. Ello ha sido posible gracias a unas inversiones del Ministerio de Obras P¨²blicas que se elevan en la ¨²ltima d¨¦cada a un nada despreciable bill¨®n de pesetas.
Pero a¨²n aceptando ese esfuerzo inversor, el mayor, con mucho, de nuestra historia hidr¨¢ulica, cabe preguntarse leg¨ªtimamente si se han tomado las medidas coyunturales adecuadas para evitar o paliar los da?os de la sequ¨ªa sobre la poblaci¨®n. Aqu¨ª, la pregunta debe dirigirse, y contestarse, por las distintas administraciones competentes, porque las autoridades realmente competentes en abastecimiento son la municipal y la auton¨®mica. Desde la perspectiva de la Administraci¨®n central, directamente y a trav¨¦s de sus organismos de cuenca, las actuaciones efectuadas han permitido adelantarse incluso a los problemas planteados por las autoridades territoriales, algunas de las cuales han estado m¨¢s interesadas en desmelenarse frente a sus electores, desviando as¨ª su responsabilidad.
As¨ª, a lo largo de 1992 y 1993 se han aprobado una serie de medidas administrativas para la mejor gesti¨®n de las aguas disponibles en cada cuenca, de acuerdo con lo previsto en la ley para situaciones excepcionales, y al mismo tiempo, se han reforzado y ampliado numerosos sistemas de abastecimiento, adelant¨¢ndose a la ejecuci¨®n de unas infraestructuras en buena medida incluidas en el Plan, Hidrol¨®gico Nacional. Con este fin se han invertido unos 35.000 millones de pesetas -el 27% del presupuesto anual para obras hidr¨¢ulicas- en muchas de las grandes y medianas ciudades de todas las zonas afectadas, de Guadalajara a C¨¢diz y de C¨¢ceres a Murcia, pasando por Madrid, Ciudad Real, Sevilla o Ja¨¦n y por Zafra, Huelva o la costa malague?a. Las grandes obras, por ejemplo -verdaderos minitrasvases en partepara el abastecimiento de Sevilla y Madrid, efectuadas en un tiempo r¨¦cord, pero que no se hubieran justificado en ese momento salvo por la gravedad de la situaci¨®n, han exigido invertir m¨¢s de 12.000 millones.El resultado de estas inciativas y de la valios¨ªsima e imprescindible colaboraci¨®n de los usuarios -fundamentalmente Ayuntamientos, regantes e hidroel¨¦ctricos- ha sido hasta ahora aceptablemente satisfactorio teniendo en cuenta la intensidad de la sequ¨ªa; aunque subsisten algunas pocas ciudades importantes con restricciones -en la pr¨¢ctica, C¨¢diz, Ciudad Real y algunas localidades de la Costa del Sol-, debe recordarse que las pasadas restricciones de Sevilla han sido menos importantes que las sufridas por la ciudad a principios de los ochenta, con una sequ¨ªa menos grave que la presente. En cuanto a los regad¨ªos, la oportuna sustituci¨®n por cultivos menos consumidores de agua y una administraci¨®n rigurosa de las aguas disponibles han permitido que, de un mill¨®n de hect¨¢reas afectadas inicialmente en total, s¨®lo una tercera parte haya sufrido problemas importantes de suministro, especialmente en Andaluc¨ªa y Murcia.
Y queda una ¨²ltima pregunta, que a mi modo de ver es la verdaderamente importante: ?qu¨¦ otras medidas se pueden tomar para garantizar que la sociedad espa?ola resulte cada vez menos vulnerable frente a estas situaciones de extrema sequ¨ªa? Aunque el riesgo no puede anularse totalmente frente a un problema -como el de los recursos hidr¨¢ulicos- que depende de un factor aleatorio, el anteproyecto del Plan Hidrol¨®gico Nacional pretende reducir ese riesgo en todas las regiones espa?olas a una probabilidad m¨ªnima compatible con el nivel de calidad de vida a que debemos aspirar.
Para ello se propone un debate que permita establecer medidas integradas y multisectoriales, que incluyen la mejor eficiencia de los sistemas hidr¨¢ulicos actuales y el consiguiente ahorro de agua, el mayor aprovechamiento coordinado de los recursos superficiales y subterr¨¢neos propios de cada cuenca, la depuraci¨®n de vertidos, la reutilizaci¨®n de aguas residuales debidamente depuradas y la desalaci¨®n y, como ¨²ltima medida para resolver el problema de las cuencas deficitarias, el trasvase hacia ellas de recursos excedentes de otras cuencas. Esta soluci¨®n, si se decidiera llevar a cabo tras los exhaustivos estudios que requiera en cada caso concreto, puede permitir acabar con el contraste que estamos viviendo estos a?os entre un norte hidrol¨®gicamente abundante y un sur escaso.
Obviamente, hay que hacer un gran esfuerzo de ahorro y racionalidad en el consumo, lo que exige movilizar pautas culturales de comportamiento, pero tambi¨¦n estrategias de precio y de gesti¨®n. Todo ello deber¨ªa generar entre nosotros, pa¨ªs desarrollado con graves problemas de acceso homog¨¦neo y garantizado a un recurso natural b¨¢sico, lo que podr¨ªamos denominar una ¨¦tica del agua que persiga compaginar su uso adecuado y suficiente con la protecci¨®n del ecosistema. Ello es posible, como lo demuestran experiencias en ¨¢mbitos tan dispares como Jap¨®n o Massachusets, en los que se han conseguido ahorros muy importantes de agua en las ¨²ltimas d¨¦cadas, o Dinamarca, en donde el Gobierno aplica una tasa ecol¨®gica al consumo de agua (y tienen toda la que quieren, no es un problema de escasez), para reducir con estos ingresos las cotizaciones de la seguridad social y abaratar el coste del factor trabajo.
El ministerio intenta que el Plan Hidrol¨®gico sea enviado lo antes posible a las Cortes, escenario natural de un debate pol¨ªtico de tanta transcendencia. Mientras ello ocurre, y no depende s¨®lo de su voluntad, sino tambi¨¦n de las actitudes de muchos sectores afectados, el Gobierno aprob¨® el pasado abril un programa previo de infraestructuras hidr¨¢ulicas para 1993/94, para acelerar aquellas que son m¨¢s urgentes y que no requieren aprobaci¨®n legal; en ¨¦l se prev¨¦ poner en marcha proyectos por valor de unos 700.000 millones en todos los campos se?alados anteriormente, con excepci¨®n de los trasvases entre cuencas, que han de ser aprobados por ley.
El problema no es s¨®lo espa?ol, es un problema mundial que empieza a afectar a pa¨ªses de paisaje verde, como Francia, que ha lanzado un ambicioso programa de inversiones hidr¨¢ulicas, y creado agencias de gesti¨®n del agua en cada cuenca que marcan el camino que deber¨ªan seguir nuestras entra?ables confederaciones. Pero en el mundo hay ya 26 pa¨ªses cuya poblaci¨®n es superior a sus recursos de agua, y las tensiones fronterizas, incluso b¨¦licas, no har¨¢n sino agravarse.
Por ello, entre la pertinaz sequ¨ªa como t¨®pico acu?ado en el pasado reciente, y la ¨¦tica del agua como objetivo pol¨ªtico de nuestro futuro inmediato, debemos ser capaces de definir una pol¨ªtica hidr¨¢ulica que garantice el desarrollo cohesionado de Espa?a (realidad pol¨ªtica que existe, integrando sus comunidades aut¨®nomas) y la protecci¨®n de sus recursos naturales.
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