El camino hasta Oslo
Con el acuerdo de Oslo, se?ala el autor, ¨¢rabes e israel¨ªes se acercan al final de un tortuoso proceso hacia la paz que la guerra del Golfo contribuy¨® a paralizar y a impulsar a la vez. Para que funcione, Israel y la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina deber¨¢n aplicar grandes dosis de inteligencia pol¨ªtica.
EL RECIENTE acuerdo alcanzado en Oslo entre israel¨ªes y palestinos, representantes oficiales aunque hayan negociado en secreto, no solamente convulsionar¨¢ positivamente el conflicto israelo-palestino sino la situaci¨®n en todo Oriente Pr¨®ximo y, por inevitable y positiva extensi¨®n, afectar¨¢ a las relaciones internacionales en general. Es una ducha de agua templada que debe contribuir a consolidar las posiciones moderadas en las sociedades palestina e israel¨ª. Posiciones significativas pero crecientemente asediadas por los respectivos extremismos sustentados en causas internas y externas. El acuerdo es, en todo caso, motivo de alegr¨ªa para todos aquellos que creen en el optimismo y en el progreso hist¨®rico. No escasean motivos para el pesimismo internacional (baste citar aqu¨ª el caso de la antigua Yugoslavia) pero no debemos olvidar -y lo hacemos con facilidad- que situaciones de meridiana injusticia han comenzado a atenuarse o se han saldado ya positivamente, por ejemplo en Sur¨¢frica o Am¨¦rica Latina.No obstante, para que el pacto de Noruega funcione -un pacto plasmado en un texto formal y muy elaborado, con pre¨¢mbulo, 17 art¨ªculos y cuatro anexos, que oportunamente EL PA?S ha reproducido al completo, salvo los anexos 3 y 4, referidos a los programas econ¨®micos y de desarrollo regional- y sea v¨¢lido instrumento conducente a la definitiva resoluci¨®n del conflicto son necesarios inteligencia Pol¨ªtica, recta intenci¨®n y la convicci¨®n por todas las partes concernidas de que sin altas dosis de justicia social y econ¨®mica el fin deseado no se lograr¨¢.
Se estar¨ªa llegando as¨ª, mediante contactos indirectos y reservados entre palestinos e israel¨ªes, al final de un largo camino que la ¨²ltima guerra del Golfo, parad¨®jicamente, contribuy¨® a paralizar e impulsar casi simult¨¢neamente. Impulsar porque si bien Estados Unidos se neg¨® siempre -como a partir de una fase de la crisis pretendi¨® Sadam Husein- a conectar la soluci¨®n de la misma al tema palestino, ya en aquellos meses dram¨¢ticos Bush realiz¨® una nueva y clave declaraci¨®n p¨²blica sobre el particular. Influido tambi¨¦n ¨¦l, siquiera parcialmente, por las preocupaciones de importantes dirigentes ¨¢rabes sobre este asunto, el presidente norteamericano, ante la Asamblea de Naciones Unidas, dijo: "Ciertamente creo que puede haber oportunidades para que Irak y Kuwait diriman sus di ferencias de un modo permanente, para que los Estados del Golfo concierten por s¨ª mis mos nuevos acuerdos en pro de la estabilidad y para que todos los Estados y pueblos de la regi¨®n solucionen los conflictos que separan a los ¨¢rabes de Israel".
Esto supuso un inteligente giro en la pol¨ªtica norteamericana no suficientemente destacado entonces. Pero, al mismo tiempo, el clima de tensi¨®n inter¨¢rabe e irano-israel¨ª que precedi¨® durante unos meses a la invasi¨®n de Kuwait se encarg¨® de paralizar un interesante y nuevo proceso. Me refiero a las conversaciones p¨²blicas y formales que tuvieron lugar en T¨²nez en diciembre de 1988 entre el embajador de Estados Unidos en aquel pa¨ªs y la OLP. Ello fue posible gracias a la aceptaci¨®n p¨²blica por Arafat, el 14 de diciembre de ese a?o, de la resoluci¨®n 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas, que en 1947 creaba en la Palestina hist¨®rica dos Estados distintos, uno palestino y otro jud¨ªo, soluci¨®n entonces rechazada por todos los ¨¢rabes. Ello implic¨® asimismo un giro en la pol¨ªtica de la OLP, dado que al declarar su m¨¢ximo dirigente que apoyaba la 181 "como fundamento de la independencia palestina" modificaba la naturaleza del conflicto, ya que aceptar tal resoluci¨®n equival¨ªa a enmendar de facto la Carta Nacional Palestina, que proclama que su pa¨ªs es "indivisible" y que persigue la "eliminaci¨®n del sionismo en Palestina". Con el nuevo enfoque de 1988, Arafat y su organizaci¨®n se encaminaban definitivamente a negociar (siempre que la parte israel¨ª y la norteamericana supieran recoger el guante) el establecimiento real del Estado palestino te¨®ricamente proclamado unas semanas antes en los territorios ocupados y a aceptar que la otra parte de la Palestina b¨ªblica es ya otro Estado, el israel¨ª, creado en 1947 por la ONU.
Con esta esperanzadora reconsideraci¨®n de los t¨¦rminos del conflicto se abren las conversaciones norteamericano-palestinas de T¨²nez. Durante m¨¢s de un a?o, y a pesar del escepticismo de algunos y del intento de boicoteo de los radicales hebreos y palestinos, los contactos avanzan. Fuerzas importantes tienen inter¨¦s en bloquearlos. El pretexto surge el 30 de mayo de 1990. Diecis¨¦is guerrilleros del Frente de Liberaci¨®n de Palestina de Abu Abas, hostil a Arafat, intentan una incursi¨®n contra Israel desde el mar. Todos son abatidos, sin v¨ªctimas israel¨ªes, pero la ocasi¨®n se ha producido. Poco despu¨¦s, el Departamento de Estado americano, sometido a la presi¨®n del Congreso y de los israel¨ªes, congela de mal grado el di¨¢logo bilateral de T¨²nez.
Pero la situaci¨®n era ya muy dif¨ªcil mucho antes. Tras la calculada decisi¨®n de Arafat de finales de 1988, el extremismo acosa. Tres o cuatro grupos minoritarios, disidentes de la OLP, se re¨²nen en Damasco con la intenci¨®n, vanamente reiterada, de "liberar Palestina por la fuerza armada". M¨¢s grave es -por lo que de ¨¦l se espera y por lo inoportuno del momento- la reacci¨®n del dirigente laborista, Sim¨®n Peres, quien, en medio de un dif¨ªcil ambiente en Israel, que ha cerrado filas y constituido un Gobierno de unidad nacional conservador-laborista, y tal vez por razones t¨¢cticas, publica un art¨ªculo en The New York Times (22 de diciembre de 1988), en el que refuta su tradicional postura de estar dispuesto a dialogar con "cualquir palestino que renuncie al terrorismo". En el art¨ªculo, obviamente dirigido a la Administraci¨®n y a la comunidad jud¨ªa norteamericanas, rechaza el fundamental cambio protagonizado, con elevado riesgo, por Arafat y no concede a la OLP el beneficio de la duda ni la posibilidad de que ¨¦sta, como sostiene Washington, pruebe con los hechos lo que formalmente ha proclamado.
Mucho se elucubr¨® en 1988, dentro y fuera de Israel, sobre las causas de este inesperado comportamiento de Peres. Hubo explicaciones para gustos diversos, incluida la que se puede definir, entonces y hoy, como s¨ªndrome Grossman, que alude al israel¨ª David Grossman, autor de un best seller sobre el holocausto y que en 1988 pronunci¨® una conferencia en la Universidad de Bolonia, en la que, entre otras cosas, dec¨ªa: "Durante a?os y anos hab¨ªamos esperado esas palabras. Y ahora que Arafat las ha pronunciado, reconociendo a Israel, s¨®lo sabemos decir: no puede ser verdad, no es sincero. ?sta es la trampa en que nos hallamos los israel¨ªes. Nos aterrorizan los cambios, pero no nos espanta el cambio a peor, s¨®lo aqu¨¦llos que suponen una mejor¨ªa, los que nos obligan a enfrentarnos con una situaci¨®n nueva". Grossman se refiri¨® en la ciudad italiana al miedo inherente a la sociedad israel¨ª: "Es el miedo el que siempre nos ha proporcionado la fuerza para seguir adelante, pero tambi¨¦n el que bloquea todo intento de comprender la realidad".
Esta es la cuesti¨®n. El mismo d¨ªa en que Peres publicaba su art¨ªculo, el propio The New York Times, en p¨¢gina contigua, editorializaba as¨ª: "Lo que resulta m¨¢s preocupante es la falta de voluntad de los pol¨ªticos israel¨ªes para encarar el cambio de proporciones s¨ªsmicas que se ha producido".
Un lustro despu¨¦s, la paradoja. Peres es ministro de Asuntos Exteriores de un Gobierno presidido por un laborista, Isaac Rabin, duro represor en el pasado de la rebeli¨®n palestina y que en los ¨²ltimos tiempos ha propiciado las conversaciones secretas de Noruega. Probablemente Rabin ha asumido que la violencia es simple y que las alternativas a la violencia son complejas, pero que merece la pena buscarlas. Parece que la OLP piensa lo mismo. Falta por ver cu¨¢l ser¨¢ la reacci¨®n de los Estados ¨¢rabes m¨¢s directamente implicados. Aunque el pre¨¢mbulo del pacto afirma que "ha sonado la hora de llegar a un acuerdo de paz global, justo y duradero", a Siria le seguir¨¢ preocupando que el Gol¨¢n contin¨²e ocupado. El tema es hasta qu¨¦ punto. Jordania puede adoptar alguna actitud suspicaz, pero la inteligencia y ductilidad pol¨ªticas del rey Hussein y el hecho de que ¨¦ste renunciara paladinamente hace tiempo a toda pretensi¨®n de soberan¨ªa sobre los territorios ocupados allanar¨¢n las dificultades. El papel de Arabia Saud¨ª y otros petroemiratos es clave para la buena marcha econ¨®mico-financiera del plan. En los pr¨®ximos meses, aunque los extremistas de uno y otro signo pueden protagonizar un cierto grado de violencia, la paz est¨¢ m¨¢s cerca que nunca. Salam, shalom.
es embajador de Espa?a en Italia y lo ha sido en Jordania.
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