Tasas y becas
ESTUDIAR EN la Universidad va a ser entre un 8% y un 14% m¨¢s caro, seg¨²n las carreras y distritos. Matricularse, por ejemplo, en un curso de Medicina costar¨¢ unas 88.000 pesetas, en el supuesto de que el estudiante no sea repetidor y, en consecuencia, no se penalice econ¨®micamente su permanencia en cualquiera de las facultades espa?olas. Cada a?o, el previsible aumento de las tasas levanta el mismo revuelo entre sindicatos estudiantiles y asociaciones de padres. Critican que el aumento sea superior a la inflaci¨®n y no ocultan la sospecha de que esta mayor recaudaci¨®n no vaya en beneficio exclusivo de la Universidad, sino que sea una estrategia m¨¢s para que la Administraci¨®n pueda ahorrar algo en su maltrecha econom¨ªa.El problema, sin embargo, no radica tanto en un aumento de tasas. La sociedad no tiene conciencia clara del coste de la ense?anza universitaria -el estudiante paga un 20% del precio real de sus estudios- y el aumento de las tasas es una manera de hacer una dolorosa pedagog¨ªa sobre este desfase. Una matr¨ªcula barata lo es para todos: para las familias acomodadas y para las que pasan apuros. No es ¨¦sta la mejor f¨®rmula para perseguir un justo reparto.
El problema no reside en el coste de la matr¨ªcula, sino en las ayudas que permitan estudiar al alumno que no pueda pagarla. Por otra parte, en un presupuesto familiar, enviar al hijo a la Universidad no supone ¨²nicamente pagar la matr¨ªcula. La compra de material, el alojamiento fuera de la residencia familiar y otros gastos se a?aden a la cuenta universitaria. Por ello, una l¨®gica pol¨ªtica de aumento de tasas que tienda a aproximarlas al aut¨¦ntico precio de la ense?anza s¨®lo encontrar¨¢ su legitimidad en otra pol¨ªtica complementaria que garantice su disfrute a quien haya hecho los m¨ªnimos m¨¦ritos para ello. Abandonada la idea de beca como premio -s¨®lo para los m¨¢s aplicados- y aceptado el concepto de que debe servir para abrir la Universidad a quien la merezca, aunque no sea con matr¨ªculas de honor, el debate debe situarse en los criterios de reparto de este dinero.
Este a?o, la poblaci¨®n universitaria rondar¨¢ los 1.370.000 estudiantes. De ellos, unos 300.000 se beneficiar¨¢n de alg¨²n tipo de beca. Su insuficiencia en dotaci¨®n y cuant¨ªa s¨®lo queda matizada por la relativa baratura de las matr¨ªculas. La Administraci¨®n debe tener muy presente que jam¨¢s se entender¨¢ la subida de las tasas sin una mejora en la pol¨ªtica de becas; para enviar a estudiar a su hijo, una familia humilde no s¨®lo debe pagar una cantidad, sino renunciar a los ingresos de uno de sus miembros. En tiempos de mayor injusticia, la llegada a la Universidad de unos pocos garantizaba su futura colocaci¨®n laboral. Ahora, la Universidad no ofrece ese seguro, aunque es verdad que los titulados tienen m¨¢s posibilidades de colocaci¨®n que los no universitarios (aunque no necesariamente en la profesi¨®n para la que han estudiado). Sin aquella seguridad, la voluntad de ser universitario puede mermarse en los ambientes econ¨®mica y culturalmente poco propicios. Es un obst¨¢culo a la difusi¨®n del derecho a ser universitario m¨¢s diseminado e inapreciable que la cuant¨ªa-de una matr¨ªcula.
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