Inmigraci¨®n y fascismo
Leo con asombro sus declaraciones en el diario EL PA?S del s¨¢bado 14 de agosto, en las que afirma -o al menos el titular le atribuye la afirmaci¨®n-que la inmigraci¨®n masiva genera fascismo. Este discurso supone admitir la normalidad de una reacci¨®n fascista de la ciudadan¨ªa si se sobrepasa un cierto umbral de extranjeros por metro cuadrado de territorio; es el discurso que cabe esperar de la derecha europea -pues, al fin y al cabo, es un espacio pol¨ªtico el que est¨¢ en juego-, pero no de la direcci¨®n de un peri¨®dico progresista. Insisto: estas palabras dar¨ªan por hecho que el fascismo es la reacci¨®n normal ante la presencia de un n¨²mero excesivo (seg¨²n qui¨¦n?) de extranjeros.El problema de la inmigraci¨®n admite un discurso estrictamente laboral. La Constituci¨®n espa?ola fija el pleno empleo como bien a procurar para todos losciudadanos;lospoderes p¨²blicos est¨¢n perfectamen-
te legitimados para actuar con medidas que prioricen el empleo de espa?oles frente a ciudadanos de otras nacionalidades (como de hecho ocurre, por ejemplo, en la funci¨®n p¨²blica).
Entre estas medidas, desde luego, deber¨ªa contarse la persecuci¨®n de quienes contratan -sin garant¨ªa alguna, adem¨¢s, para los interesados- mano de obra barata para construir la piscina de su chal¨¦, realizar servicios dom¨¦sticos, o como semiesclavos en explotaciones agr¨ªcolas.
A1 fascismo no hay que temerle, pues se alimenta de miedo. Invocar su peligro en discursos pol¨ªticos, sociales y laborales tiene, cuando menos, el molesto resultado de nombrarlo, lo cual ya es m¨¢s de lo que se merece.-
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