Yanomamis 'versus
garimpeiros'Como dos p¨²giles, se baten dos culturas en la vasta Amazonia. Los primeros, los yanomamis, luchan por permanecer en su territorio. Los segundos, los garimpeiros, invasores, sufren una enfermedad, cuyo s¨ªntoma m¨¢s acuciado es la fiebre: la fiebre del oro.
Ambos aclaman justicia ante un tribunal internacional formado por cada uno de nosotros, nuestra civilizaci¨®n, nuestra sociedad civilizada, progresista y avanzada. Para ello se han valido de abogados defensores: los primeros, los yanomamis, acusados de ser un estorbo al progreso y de no explotar hasta el exterminio las tierras en las que moran, se han ayudado de las misiones cat¨®licas y de la Comisi¨®n para la Creaci¨®n del Parque Yanomami, una organizaci¨®n independiente y no lucrativa brasile?a fundada en 1978. Sus objetivos son la creaci¨®n de un parque ind¨ªgena para los yanomamis y defender a las comunidades yanomamis de los continuos ataques a su cultura y supervivencia. Miles de personas y asociaciones la apoyan en el mundo.
Los segundos, los garimpeiros, acusados de allanamiento de morada, transmisi¨®n de enfermedades -se anuncia que de aqu¨ª a cinco a?os la mitad de los yanomamis habr¨¢n desaparecido v¨ªctimas de la malaria-, contaminaci¨®n del medio ambiente -un 6% del total del mercurio vertido por el hombre a la atm¨®sfera proviene del proceso de separaci¨®n del oro-, son defendidos por pol¨ªticos, financieros y militares, quienes utilizan a los garimpeiros, a cambio de su defensa en todos los juicios que sean necesarios, como arma de choque contra los ind¨ªgenas, favoreciendo su exterminio y la explotaci¨®n de las riquezas que guardan en sus tierras.
Hasta ahora, el fallo de ese tribunal internacional no ha podido ser m¨¢s desalentador para los yanomamis: sus tierras han sido divididas en 19 peque?as reservas aisladas y se especula con la legalizaci¨®n de la situaci¨®n de los garimpeiros que ya est¨¢n dentro del ¨¢rea yanomami. Sin querer hablar de las matanzas de ind¨ªgenas acaecidas recientemente a manos de los garimpeiros.
Nosotros, nuestra civilizaci¨®n, nuestros gobernantes que nos representan en los foros internacionales que correspondan, debemos interponer un recurso de apelaci¨®n en todo este proceso. Debemos apelar a los principios generales de la humanidad. Principios que, por otra parte, tienden a ser pisoteados en aras de lo que llamamos progreso.-
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