Un estrepitoso fracaso
El nuevo plan sustituir¨¢ al de 1988-93, que result¨® ser un fracaso, reconocido por todos, incluido el ministro de Obras P¨²blicas, Jos¨¦ Borrell. Todas las previsiones se tradujeron en un debate sobre incineraci¨®n s¨ª, incineraci¨®n no, que bloque¨® diversos proyectos millonarios.Ese primer plan, que se?alaba que Espa?a produc¨ªa 1,7 millones de toneladas anuales de basuras t¨®xicas peligrosas, ya se marcaba como objetivo para 1993 reducir en un 15% la generaci¨®n de esos residuos -el mismo porcentaje que el nuevo plan fija para 1998-. Preve¨ªa incinerar unas 100.000 toneladas por a?o, para lo cual calculaba que se necesitar¨ªan tres plantas incineradoras de residuos industriales. Contemplaba una aportaci¨®n estatal de 22.000 millones de pesetas, que se complementar¨ªa con aportaciones de las comunidades aut¨®nomas y empresas privadas hasta llegar a una inversi¨®n total de 62.000 millones. Pero todo se qued¨® en pr¨¢cticamente nada. Y ah¨ª siguen alrededor de 18.000 instalaciones industriales generadoras de basuras t¨®xicas.
La sorpresa de Almad¨¦n
El traspi¨¦ m¨¢s sonado fue el de la incineradora de residuos industriales que se iba a construir en Almad¨¦n (Ciudad Real). Jos¨¦ Borrell la daba ya por hecha, cuando el Gobierno regional de Castilla-La Mancha decidi¨® prohibirla por su fuerte impacto ambiental. El incidente produjo incluso un tira y afloja entre Jos¨¦ Bono, presidente de Castilla-La Mancha, y Borrell.Otros proyectos de plantas incineradoras cayeron estrepitosamente. Entre ellos, el de Miramundo (en Medina Sidonia, C¨¢diz) y el de Monteagudo de las Vicar¨ªas (Soria).
Seg¨²n un informe de Greenpeace, el fracaso del plan se debi¨® a dificultades presupuestarias, falta de coordinaci¨®n entre comunidades aut¨®nomas y Gobierno, insuficiente informaci¨®n a la opini¨®n p¨²blica por parte de la Administraci¨®n, falta de di¨¢logo con las fuerzas sociales implicadas y una inercia industrial con escasa visi¨®n de futuro que no apuesta por las tecnolog¨ªas limpias (aqu¨¦llas que producen menos residuos).
Organizaciones ecologistas como Greenpeace y Aedenat, y sindicatos como CC OO, hicieron un espectacular despliegue de pancartas, manifestaciones y protestas de todo tipo para oponerse a las incineradoras, por considerar que de ellas emanan gases y sustancias t¨®xicas, perjudiciales para la salud y el medio ambiente. Las asociaciones de vecinos de las localidades donde exist¨ªan proyectos de instalar incineradoras se apuntaron enseguida a las protestas de los ecologistas.
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