El camino chino hacia Occidente
Los dirigentes de Pek¨ªn desean imponer la prosperidad econ¨®mica con mano de hierro pol¨ªtica
Desde la erupci¨®n de la guerra del opio, hace 150 a?os, China ha estado escudri?ando la v¨ªa para recuperar la ventaja sobre Occidente de la que disfrut¨® durante la mayor parte de su historia. Ahora, en los a?os noventa, los l¨ªderes chinos creen que han encontrado el camino.El plan es tirar por la borda el comunismo -que no la autoridad del partido comunista- y movilizar a los casi 1.200 millones de habitantes desde la tradici¨®n oriental del autoritarismo al libre mercado. Este modelo propio del este asi¨¢tico, encabezado por Taiwan y Corea del Sur, combina un duro r¨¦gimen monopartidista con la libre competencia. En resumen, a los disidentes se les aplica el palo, y a la econom¨ªa, la zanahoria.
Despu¨¦s de la purga sufrida en 1976 por el actual m¨¢ximo dirigente, Deng Xiaoping, el Diario del Pueblo puso en boca de Mao Zedong la afirmaci¨®n de que Deng "no sab¨ªa nada de marxismo-leninismo". uede que Mao tuviera parte de raz¨®n, porque Deng, de 89 a?os, hab¨ªa llegado a aconsejar a los visitantes de pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo que no prestaran atenci¨®n al marxismo. Al mismo tiempo, Deng y otros dirigentes chinos conservan cierto aprecio por el leninismo, entendido como un r¨¦gimen de un solo partido muy disciplinado donde la toma de decisiones est¨¢ centralizada. Su aspiraci¨®n, en otras palabras, es el mercado-leninismo.
De alguna manera, la China actual recuerda ahora menos a la Uni¨®n Sovi¨¦tica de Br¨¦znev o a la Alemania Oriental de Honecker que a la moderna Indonesia: una dictadura nepotista y corrupta que preside una boyante econom¨ªa de mercado con sectores estatales y privados. Mao habl¨¦ una vez de la transformaci¨®n de China en otra Uni¨®n Sovi¨¦tica; Deng reserva sus mayores elogios no para un pa¨ªs socialista, sino para ese basti¨®n del capitalismo que es Singapur.
Singapur como modelo
El atractivo de Singapur es que ha logrado un modelo de vida de Occidente sin infectarse de su modelo pol¨ªtico. Singapur es el para¨ªso para un l¨ªder supremo, porque est¨¢ poblado por ciudadanos aseados y respetuosos con la ley, que utilizan servicialmente sus votos para mantener a sus gobernantes en el poder.
"El sue?o de China es transformarse en otro Singapur", comentaba el otro d¨ªa un diplom¨¢tico occidental. Unos metros m¨¢s all¨¢, un embajador extranjero respond¨ªa: "Eso nunca suceder¨¢".
Si China logra o no convertirse en otro Singapur, o incluso en otra Indonesia, es una de las preguntas fundamentales para la pr¨®xima d¨¦cada. Si China puede realizar esa metamorfosis, un nuevo superpoder podr¨ªa emerger en el siglo XXI. Si fracasa en su transformaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica, sacudida quiz¨¢s por los resentimientos populares y las divisiones ¨¦tnicas y geogr¨¢ficas, el pa¨ªs podr¨ªa encarar, a decir de muchos funcionarios, la guerra civil. En ese caso, m¨¢s de una quinta parte de la humanidad se ver¨ªa envuelta en enfrentamientos y nuevos Estados con armas nucleares surgir¨ªan en Asia.
Pero suceda lo que suceda en el futuro, lo que ya est¨¢ bastante claro es que China ha dejado de ser un pa¨ªs comunista. Ning¨²n pa¨ªs comunista, al menos, ha abrazado con tanta fuerza los mercados de valores, la televisi¨®n por sat¨¦lite, los colegios privados, los perfumes, los v¨ªdeos musicales y los programas de radio. El partido comunista est¨¢ todav¨ªa al mando, pero sus filiales ya no dedican tanta energ¨ªa al control ideol¨®gico. En su lugar, en los a?os noventa el negocio del partido es, precisamente, los negocios. El Ministerio de la. Seguridad del Estado controla una panader¨ªa, el Ministerio de la Polic¨ªa vende porras el¨¦ctricas para arrear el ganado y, hasta que fue sorprendida, la organizaci¨®n oficial de mujeres del partido regentaba un burdel.
Un agresivo cuasi capitalismo impresiona a los visitantes: las rutilantes discotecas que mantienen a la gente dando botes hasta altas horas, los 30 Rolls-Royce vendidos en lo que va de a?o, los lujosos restaurantes que espolvorean en sus guisos briznas de oro de 24 kilates porque los patronos ricos creen que les garantiza la longevidad...
Todo esto es una frivolidad que llama a equ¨ªvocos. Cuando los extranjeros se asombran ante los rascacielos que se construyen en Pek¨ªn, los locales responden a veces con un viejo y c¨ªnico refr¨¢n: "Desde fuera, hasta la cagada del burro resplandece". Los visitantes que s¨®lo viajan a las principales ciudades aprenden tanto de China como el turista que pretende conocer Estados Unidos tras pasar unos pocos d¨ªas en un elegante hotel de Beverly Hills. En el campo, donde residen tres cuartas partes de la poblaci¨®n, los campesinos viven m¨¢s cerca de las cuevas que de las discotecas, y por cada chino que come oro hay millones que no pueden comprar carne.
Algo importante: esta fiebre por enriquecerse puede socavar el sistema de valores de China. Muchos chinos est¨¢n preocupados porque el contrato social se est¨¢ hundiendo, porque el pegamento que manten¨ªa unida la sociedad (el comunismo) ha perdido sus capacidad adhesiva. Los chinos tienen un dicho: "Yi fang, jiu luan": tan pronto como el control se relaja, llega el caos.
"La corrupci¨®n es mucho peor que con los nacionalistas", dice un anciano funcionario, refiri¨¦ndose al Gobierno derrocado por los comunistas en 1949. Es una afirmaci¨®n temeraria, por cuanto la corrupci¨®n era tan rampante bajo los nacionalistas que el Gobierno pr¨¢cticamente se hab¨ªa podrido para cuando llegaron los comunistas. Pero ese sentimiento no es raro, sobre todo entre los intelectuales. Se dice que muchos l¨ªderes comunistas han reconocido en privado que el gran experimento al que han dedicado sus vidas ha sido, en muchos aspectos, un fracaso.
Algunos chinos creen que el partido comunista es una vieja dinast¨ªa que se derrumba, y se?alan la irrelevancia de su ideolog¨ªa. Enfrentada a una crisis de legitimidad durante un periodo de corrupci¨®n galopante, la dinast¨ªa Qing respondi¨® hace un siglo con la misma combinaci¨®n de represi¨®n y reforma que el partido comunista intenta repetidamente. La diferencia es que, en los a?os noventa, China tiene el mayor crecimiento econ¨®mico del mundo. El profesor Thomas Gold, soci¨®logo de la Universidad de Berkeley (California), asegura: "En gran medida, lo que ocurre. en China hoy es m¨¢s revolucionario que lo que hicieron los comunistas", y se?ala que as¨ª como los cambios en China siempre han emanado de la c¨²pula pol¨ªtica, ahora son las fuerzas econ¨®micas las que est¨¢n remodelando la naci¨®n.
Un pa¨ªs a cambio de un juguete
"En la historia china, cada vez que no hay un r¨¦gimen fuerte llega el caos", dijo un funcionario militar situado en un puesto sumamente delicado. "Si tratamos de conseguir demasiada democracia, todo se hundir¨¢, China se desintegrar¨¢ y ser¨¢ peor que en la URSS". El funcionario se quejaba de que el orden social se estaba desintegrando por un deseo casi universal de hacer dinero, y parec¨ªa conocerlo bien. Hab¨ªa organizado el encuentro con el reportero para tratar de venderle informaci¨®n confidencial sobre la exportaci¨®n de misiles chinos a Pakist¨¢n.El sudor brillaba en su frente mientras contemplaba la bala que le partir¨ªa el cr¨¢neo si fuera capturado. Asegur¨® que China segu¨ªa vendiendo misiles bal¨ªsticos M-11 a Pakist¨¢n y se ofreci¨® a proporcionar todos los datos a cambio de dinero.
Durante dos largos encuentros, en los que el reportero trat¨® de convencerle de que le proporcionara la informaci¨®n gratis, el funcionario militar explic¨® c¨®mo decidi¨®, despu¨¦s de meses de agon¨ªa y remordimientos, traicionar a su pa¨ªs. "Si el hijo de mi vecino consigue un juguete, entonces mi hijo tambi¨¦n lo quiere", dijo una noche. "La vida ahora es una competici¨®n. Todo el mundo intenta hacer dinero. S¨®lo estoy tratando de hacer lo mismo con lo que tengo".
El capitalismo desbocado se muestra de mil formas. Muchos ni?os mueren, por ejemplo, despu¨¦s de ingerir falsas medicinas vendidas por empresarios irresponsables. Varios propietarios de restaurantes han sido sorprendidos echando a sus platos vainas de opio para provocar adicci¨®n. En el pueblo de Haotou, en la provincia de Guangdong, a los campesinos se les ocurri¨® una forma de unirse a la econom¨ªa de mercado. Empezaron a secuestrar a adolescentes de otras ¨¢reas y las obligaron a prostituirse. Muchos agricultores han transformado sus hogares en burdeles.
La corrupci¨®n ha llegado a tales proporciones que el presidente, Jiang Zemin, advirti¨® el pasado mes que el propio partido comunista estaba amenazado.
Los peque?os chanchullos se han convertido en crimen organizado al m¨¢s puro estilo de la Mafia. En las costas del sur, miembros del partido y del Ej¨¦rcito se han unido a las bandas criminales de Hong Kong. M¨¢s del 90% de los v¨ªdeos vendidos en China han entrado de contrabando. Funcionarios de polic¨ªa de Pek¨ªn dirigen una red de prostituci¨®n en un hotel propiedad de las Fuerzas Armadas. Los cirujanos exigen sobornos antes de operar y los periodistas piden retribuciones por asistir a ruedas de prensa.
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