La limpieza ¨¦tnica de los se?oritos
Con motivo de la muerte del ex alcalde franquista de Barcelona Jos¨¦ Mar¨ªa de Porcioles, las principales autoridades democr¨¢ticas de la ciudad y de Catalu?a asistieron a los funerales en una iglesia del Opus Dei, como era natural, dado que en la persona de Jos¨¦ Mar¨ªa de Porcioles se daban las caracter¨ªsticas del franquismo ex catalanista que hizo del Opus Dei la nueva fuerza defensiva y modernizadora del r¨¦gimen legitimado por la victoria en la sublevaci¨®n militar de julio de 1936. De hecho, la modernizaci¨®n de Espa?a, es decir, su evoluci¨®n como pa¨ªs neocapitalista homologado, la inici¨® el Opus Dei y alg¨²n d¨ªa le ser¨¢ reconocido por alguno de los actuales dirigentes dem¨®cratas y al m¨¢s alto nivel. El protocolo es el protocolo y como un acto protocolario hubiera quedado la complicidad de las autoridades democr¨¢ticas catalanas en un acto religioso, de no haber hablado el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, glosando la catalanidad posibilista de Porcioles y situ¨¢ndola por encima de otros catalanistas que, compartan o no sus idearios, tienen un claro pasado de luchadores antifranquistas, es decir, antifascistas. No creo que el se?or Maragall se pasara, como han precisado algunos de sus antagonistas pol¨ªticos, sino que cada vez es m¨¢s coherente con una etnia social que finalmente asume su identidad y pasa a una cierta operaci¨®n de limpieza ¨¦tnica de las culturas resistenciales. Respetar a Porcioles en el momento de morir me parece positivo, puesto que no fue un matarife del franquismo, y yo me he negado estos d¨ªas a dar mi opini¨®n sobre el personaje para no violar ese c¨®digo, no escrito y tan espa?ol, de dejar en paz a los muertos. Otra cosa es revalorizarlo, poniendo, no ya en entredicho, sino, impl¨ªcitamente, negando la acci¨®n de los resistentes democr¨¢ticos que hicieron de su oposici¨®n al porciolismo plataforma de negaci¨®n del franquismo que representaba y denuncia de las manos casi secretas sobre la ciudad. Es decir, si Porcioles ha sido tan positivo para Barcelona y la catalanidad, que caiga el peso de la sanci¨®n hist¨®rica m¨¢s condenatoria sobre los que le cuestionaron y le crearon dificultades para ultimar su preclaro proyecto. Reivindiquemos a Porcioles, que ya le llegar¨¢ el turno a Franco.
Se est¨¢ fraguando en Espa?a una nueva etnia mal llamada por algunos beautiful people, en un exceso de barbarismo modernizador, porque nuestra cultura ya tiene una palabra acu?ada hace m¨¢s de un siglo para llamarla. Son los se?oritos y no me refiero a los se?oritos ociosos, rentistas y latifundistas o hijos de pap¨¢ del pasado, sino a los que tratan de asumir el papel de una ¨¦lite de sabios gestionadores, d¨¦spotas ilustrados que cada vez soportan menos los lastres ideologizadores que en su d¨ªa, incluso, pudieron asumir. La dial¨¦ctica de la situaci¨®n les pudo desvincular de sus intereses y conexiones naturales de etnia, como elementos descontentos de la clase media que creyeron compartir los intereses de las clases oprimidas. Algunos incluso cayeron en el extremismo, enfermedad adolescente, y se adaptaron al riesgo de confundir sus aspiraciones individualistas de actuaci¨®n rom¨¢ntica y moralidad ut¨®pica, con objetivos revolucionarios extremos. De nuevo, la dial¨¦ctica de la situaci¨®n servir¨ªa para explicar c¨®mo han vuelto poco a poco a casa, y en la situaci¨®n de crisis, no ya de las ideolog¨ªas, sino de las alternativas, han hecho del pragmatismo y del elitismo t¨¦cnico su divisa. De hecho, Maragall ha asumido la Gran Barcelona, el proyecto de Porcioles, no porque coincida exactamente con su ideal urban¨ªstico original, sino por mandato gen¨¦tico: el estamento social es origen y fin y se ha hecho una Barcelona tal como la hab¨ªa pretendido la burgues¨ªa novecentista, c¨®mplice en el fusilamiento de Ferrer Guardia y en parte mecenas del golpe franquista; burgues¨ªa que estuvo en condiciones de, pragm¨¢ticamente, negarse a publicar a tiempo un art¨ªculo de Joan Maragall en el que ped¨ªa perd¨®n para el presunto inspirador de una de las tendencias culturales dominantes en la clase obrera catalana de su tiempo.
Y para no centrar el fen¨®meno de la limpieza ¨¦tnica en el caso Pasqual Maragall, frecuentemente, en estas p¨¢ginas de opini¨®n, soci¨®logos que prefieren los movimientos sociales como naturalezas muertas de las que poder sacar conclusiones estad¨ªsticas se han expresa do en contra de todo atisbo de cultura cuestionadora de la inevitabilidad de la situaci¨®n, y han arremetido contra el ¨²nico movimiento social realmente existente, los sindicatos, porque es el principal obst¨¢culo para conseguir la limpieza ¨¦tnica perseguida por los nuevos se?oritos. Es l¨®gico que a la cabeza de esta filosof¨ªa figuren se?oritos neoliberales confesos y confusos, que exigen a las izquierdas que se pongan de rodillas y pidan perd¨®n por haberles creado problemas de conciencia cuando ellos eran simplemente resistentes pusil¨¢nimes bajo palabra de honor. Es l¨®gico que el se?or Aznar ahora se vanaglorie de no haber sido nunca, nunca, un joven de izquierdas, porque... ya se ha visto. Al lado de estos ejemplares ¨¦tnicos m¨¢s coherentes, aparecen terribles ex revolucionarios de octubre de 1917 o de mes de mayo que a veces prolongaron su exilio ¨¦tnico hasta junio. Puede sorprender que el fundamental palo de este pajar sea el propio presidente del Gobierno, que es un desorientado ¨¦tnico converso, convenientemente asistido por proveedores de ideolog¨ªa de la Moncloa, que proceden, casi sin excepciones, de aquellas capas medias que generaron algunos v¨¢stagos transitoriamente desafectos, pero que est¨¢n ya en el correcto camino de modernizar el sistema y garantizar la hegemon¨ªa de la etnia.
El lenguaje puede acudir en su ayuda y refugiarlos en el confuso magma de la sociedad emergente, econ¨®mica, cultural, pol¨ªtica, socialmente hegem¨®nica, en condiciones de crear muy graves condiciones de desidentificaci¨®n y desorientaci¨®n hist¨®rica a los objetiva o subjetivamente no emergentes, que ir¨¢n en aumento, as¨ª en el Norte como en el Sur. En la marcha de ese rodillo desidentificador y desorientador s¨®lo se opone en estas latitudes del sub-Norte un obst¨¢culo serio, el movimiento sindical, y es l¨®gico que reciba un tratamiento especial de hostigamiento antes de poder emitir el ¨²ltimo parte, que como todos los ¨²ltimos partes, empezar¨ªa por el "cautivo y desarmado...". Siempre cautivo y desarmado, porque a lo que se va es a fijar unas relaciones de dominaci¨®n modernizadas y a un desarme de finalidad del antagonista social que ser¨ªa absoluto, ideal, es decir, perfecto, si ese antagonista perdiera toda idea de finalidad diferenciada de la de la etnia dominante, como s¨®lo es perfecto aquel crimen que no se sabe si ha sido cometido.
La operaci¨®n puede ser fina o burda y lamento que Pasqual Maragall no haya estado a la altura de los soci¨®logos oficiosos al reivindicar una parte de la peor memoria de Barcelona y Catalu?a, la del colaboracionismo con quienes negaban el derecho a la identidad de todo lo vencido en la guerra civil, y s¨®lo ped¨ªan limosnas al dictador y piedad para la Catalu?a equivocada. Alguien dijo que la guerra civil la ganaron, finalmente, el Rey y la democracia. No. La han ganado los se?oritos.
Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n es periodista y escritor.
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