La tradici¨®n nacional-bolchevique
Cuando aparecieron los primeros indicios de la actual pol¨¦mica sobre el nacional-bolchevismo, Javier Valenzuela, corresponsal de este peri¨®dico en Francia, con su buen criterio y su habitual poder de s¨ªntesis, dibuj¨® el perfil del fen¨®meno al decir que en "una serie de art¨ªculos publicados en diversas revistas marginales, militantes comunistas y ultraderechistas descubren con satisfacci¨®n que comparten el odio a los norte americanos, los jud¨ªos y los socialdem¨®cratas". Naturalmente, de la alegr¨ªa del mutuo descubrimiento a los planes de boda hay un paso, y los que hoy se reconocen como semejantes en aspectos esenciales tramar¨¢n ma?ana alianzas eficaces.
Ni la comunidad de enemigos ni la posibilidad de establecer acuerdos entre concepciones pol¨ªticas aparentemente tan opuestas son novedad: en agosto de 1939, una semana antes de la invasi¨®n de Polonia por Alemania, M¨®lotov y Von Ribbentrop firmaron el pacto germano-sovi¨¦tico de no agresi¨®n que, seg¨²n el discurs¨® comunista oficial tradicional, dio a la URSS la posibilidad de prepararse para la guerra durante dos a?os m¨¢s. Es cierto que la industria militar sovi¨¦tica produjo sin cesar durante ese tiempo y el que sigui¨®, y que, desde 1941, present¨® la m¨¢s furiosa y enconada resistencia al avance alem¨¢n; hasta el punto de constituirse en fuerza decisiva en la contienda y ocupar Berl¨ªn en mayo de 1945. Pero tambi¨¦n es cierto que la lucha contra los alemanes no fue explicada a los soldados sovi¨¦ticos a partir de los principios del socialismo, sino a partir de la reivindicaci¨®n nacionalista —a¨²n no se habla en Rusia de II Guerra Mundial, sino de gran guerra patria—, y que el tratado suscit¨® en los partidos comunistas de Occidente un debate acerca de, sobre todo, el conflicto de intereses entre la URSS y los diversos Estados nacionales. Debate zanjado, las m¨¢s veces, seg¨²n la moda de la ¨¦poca: mediante la expulsi¨®n y la calumnia.
Es mod¨¦lico el caso de Paul Nizan, miembro del Partido Comunista Franc¨¦s (PCF) en los d¨ªas de la firma del pacto, separado del partido y acusado por su jerarqu¨ªa de delator y confidente policial. En su carta de dimisi¨®n, Nizan no se hab¨ªa opuesto al acuerdo, que estimaba necesario para la seguridad de la URSS, pero s¨ª a la aprobaci¨®n de ese acuerdo por el PCF, ya que los intereses sovi¨¦ticos y los de su pa¨ªs entraban en colisi¨®n, y sus compa?eros de partido deb¨ªan, a su entender, actuar, en primer t¨¦rmino, como franceses.
Hay que recordar que, para entonces, Alemania hab¨ªa promulgado leyes radicales discriminatorias. En 1933, hab¨ªa prohibido a los jud¨ªos el ejercicio de la medicina, el derecho y los cargos p¨²blicos. En 1935, las leyes de N¨²remberg hab¨ªan clasificado a los habitantes del Reich en ciudadanos y s¨²bditos, suspendiendo los derechos constitucionales de los miembros de minor¨ªas de sangre no germana y prohibiendo las relaciones, matrimoniales o extra matrimoniales, entre miembros de una y otra comunidad. En 1936 se hab¨ªa creado el Servicio para la Soluci¨®n de la Cuesti¨®n Jud¨ªa, ligado a las SS, y se hab¨ªan iniciado las deportaciones masivas. La noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 fue llamada noche de cristal: unas 300 sinagogas fueron incendiadas, hubo profanaciones de cementerios y ataques a industrias y comercios; fueron detenidos alrededor de 25.000 jud¨ªos, y asesinados aproximadamente 40. Esto era sabido, pero no contaba a la hora de examinar las pol¨ªticas de alianzas.
El antisemitismo fue elemento com¨²n al nazismo y al estalinismo, por lo que no debe sorprender su persistencia en ambos extremos del arco ideol¨®gico contempor¨¢neo. Hoy, en la izquierda, bajo la especie del antisionismo. La derecha neonazi no necesita argumentos: lo jud¨ªo, como en los a?os veinte, constituye un factor de perturbaci¨®n en la cultura de cada naci¨®n. La izquierda neoestalinista, en la que caben gentes de todos los pelajes, incluidas muchas que, en su d¨ªa, rechazaron el modelo sovi¨¦tico, pero que participan de su herencia, asume como justificaci¨®n el antiimperialismo, que, para el caso, se identifica con la causa palestina o la causa ¨¢rabe: la URSS sol¨ªa se?alar, mediante alianzas, cu¨¢les eran las causas progresistas, tal etiqueta cupo en su momento a reg¨ªmenes de tan magra propensi¨®n al progreso como el de Megistu en Etiop¨ªa o el de Gaddafi en Libia. En nombre del antiimperialismo, Radio Mosc¨² establec¨ªa una sutil diferencia entre el dictador Pinochet y el general nacionalista Videla.
Ese mismo antiimperialismo hizo del nacionalismo, en el curso de la guerra fr¨ªa, un valor positivo, oponi¨¦ndose a la tradici¨®n ilustrada que enso?aba una humanidad solidaria y un mundo sin fronteras. Stalin, a quien repugnaba el cosmopolitismo, sustituy¨® esa noci¨®n, en el discurso comunista, por la de internacionalismo: reemplaz¨® la solidaridad entre individuos por el acuerdo entre naciones. Ya Lenin, apropi¨¢ndose de la noci¨®n de imperialismo, definida por Hilferding y por Hobson, hab¨ªa dado el primer paso hacia la sustituci¨®n de la idea de explotaci¨®n de unos hombres por otros, por la de explotaci¨®n de unas naciones por otras. La aplicaci¨®n sistem¨¢tica de ese modelo, en gran parte imaginario, al mundo real, sirvi¨® m¨¢s de una vez para exculpar de cr¨ªmenes incontables a las oligarqu¨ªas de pa¨ªses perif¨¦ricos, y para perpetuarlas en el poder indefinidamente, postergando as¨ª toda posibilidad de desarrollo. Nada garantiza con m¨¢s certidumbre la continuidad y la impunidad de ayatol¨¢s y salvadores de patrias diversas que la convicci¨®n, afirmada en sus pueblos, de que el mal, todo el mal, radica en Washington.
El tercer demonio de los renacidos nacional-bolcheviques, herederos a la vez del nazismo y del estalinismo, antisemitas y antiamericanos, son los socialdem¨®cratas. En el lenguaje de las primeras d¨¦cadas del siglo, el gran fantasma pol¨ªtico era el liberalismo, t¨¦rmino aplicado entonces al pensamiento de quienes defend¨ªan la libre circulaci¨®n de bienes, personas e ideas, y no al de los abogados del capitalismo salvaje y la liquidaci¨®n del Estado social. La socialdemocracia ocupa hoy el lugar de aquel liberalismo.
Jean-Paul Cruse, periodista de Lib¨¦ration, militante de la CGT y del PCF y miembro del c¨ªrculo ¨ªntimo de Roland Leroy, director de L 'Humanit¨¦, proclama la necesidad de "una pol¨ªtica autoritaria capaz de enderezar Francia", realizada "por una alianza de los comunistas y de la derecha cat¨®lica, nacional y militar". Es decir, por una alianza entre fundamentalistas de or¨ªgenes diversos, cuyas principales coincidencias se dan en el autoritarismo, el racismo y la oposici¨®n al desarrollo capitalista, sin propuesta alternativa.
No se trata, desde luego, de una lucubraci¨®n abstracta, sino de una propuesta de acci¨®n concreta, de la tentativa de organizar un movimiento pol¨ªtico, y requiere, por tanto, una respuesta pol¨ªtica.
La respuesta pol¨ªtica democr¨¢tica debe construirse sobre la base de una cr¨ªtica seria de los nacionalismos, a los que se debe reconocer como tendencia real a modificar, antes que como reivindicaci¨®n a sostener; de una cr¨ªtica seria de la concepci¨®n multicultural de las sociedades, que tiende a perpetuar diferencias, y de una recuperaci¨®n de las ideas de humanidad, cultura humana, hombre y de la noci¨®n de igualdad que movi¨® a las grandes revoluciones burguesas. En estos tiempos, en que la prensa dedica demasiadas p¨¢ginas a justificar los errores biogr¨¢ficos del viejo soldado alem¨¢n Ernest Junger, y demasiado pocas a exponer la utop¨ªa del mestizaje universal de Derek Walcott, no resulta sencillo devolver a la palestra los ideales de la Ilustraci¨®n para oponerlos a los tarados y deformes descendientes del Romanticismo. No obstante, ya hay m¨¢s de un intelectual empe?ado en esa tarea. Es natural que, en la etapa final de los Estados nacionales modernos, Europa vuelva a ser escenario de ese mismo enfrentamiento ideol¨®gico.
Horacio V¨¢zquez Rial es escritor.
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