Los que no quieren

EL APRET?N de manos entre Yasir Arafat e Isaac Rabin no ha sido un¨¢nimemente bien acogido. Para muchos no significa el comienzo de la paz, sino un motivo m¨¢s de rechazo. Los extremistas de uno y otro signo interpretan el acuerdo de Washington como un s¨ªmbolo de traici¨®n y de capitulaci¨®n.En Israel, el Gobierno va a tener que superar las reticencias del Parlamento. Pocos dudan de que lo conseguir¨¢, pero el problema de la paz es m¨¢s profundo, porque tiene que ver con la superaci¨®n de los traumas de cinco guerras. Los colonos jud¨ªos en territorios ocupados se sienten abandonados y tienen miedo. Los halcones se niegan a aceptar que el territorio israelo-palestino va a tener que ser compartido de ahora en adelante. Finalmente, las necesidades israel¨ªes de la defensa y de la conservaci¨®n del orden p¨²blico -sobre todo en el sur de L¨ªbano y en aquellas partes de los territorios ocupados en las que va a repercutir la presi¨®n desencadenada por la "victoria" auton¨®mica en otras- seguir¨¢n produciendo enfrentamientos armados y muerte.

En el frente ¨¢rabe, las reacciones negativas al acuerdo han sido de distinto signo y motivaci¨®n. Por una parte, en el interior de los territorios ocupados, la opci¨®n radical del fundamentalismo isl¨¢mico de Ham¨¢s rechaza la paz con Israel por cuanto encierra de contubernio con el imp¨ªo y de traici¨®n a la ideolog¨ªa integrista. Se suman a Ham¨¢s, aunque por razones laicas, las facciones de la OLP m¨¢s directamente reticentes al abandono de la lucha y destrucci¨®n del gran enemigo, Israel. Dentro de poco se reunir¨¢n todos, Ham¨¢s incluido, en Sanaa, la capital de Yemen, para intentar superar sus diferencias con Al Fatah, la facci¨®n palestina de Arafat hegem¨®nica en la OLP.

En el mundo ¨¢rabe no palestino, las reacciones negativas (descontadas las posiciones favorables de evidente sensatez, como las de Jordania, Egipto, T¨²nez y Marruecos) obedecen a tres tipos de motivaci¨®n. Por una parte, en L¨ªbano el rechazo es el que produce el odio que se siente contra un invasor que lleva a?os castigando a un pa¨ªs por la compleja raz¨®n de que ha tenido que acoger a los grupos guerrilleros que la confrontaci¨®n ¨¢rabe-israel¨ª ha empujado hacia- su territorio. Las objeciones libanesas desaparecer¨ªan en cuanto el Ej¨¦rcito jud¨ªo se retirara de la franja sur. En segundo lugar, el caso de Siria es de supervivencia pol¨ªtica y est¨¢ ligado a la recuperaci¨®n de los altos del Gol¨¢n y al uso conjunto del agua del Jord¨¢n; es evidente que las reticencias de Hafez el Asad tienen menos que ver con el fondo de la cuesti¨®n que con la consolidaci¨®n de una posici¨®n negociadora. En tercer lugar, para otros pa¨ªses del mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n (Irak, las monarqu¨ªas conservadoras del Golfo, Ir¨¢n), la oposici¨®n al acuerdo se relaciona sobre todo con el abanico de viejos argumentos antisionistas en unos casos (en Irak e Ir¨¢n) y antipalestinos en otros (sobre todo en Kuwait, en donde no se ha perdonado a¨²n el endoso de Arafat a la causa de Sadam Husein durante la guerra del Golfo). Ma?ana, domingo, empieza en El Cairo una reuni¨®n de la Liga ?rabe que no es crucial para la paz entre Israel y Palestina, sino para la paz entre los ¨¢rabes. Ojal¨¢ tengan la visi¨®n que se requiere en los momentos cruciales de la historia.