El Madrid se hunde en el abismo
El Deportivo destroza al equipo de Benito Floro y le condena a un nuevo drama apenas iniciada la temporada
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El Deportivo envi¨® al Madrid a los infiernos. El conjunto de Benito Floro lleg¨® a Riazor con la salud seriamente da?ada y sali¨® como un enfermo terminal. Ni la ausencia de los brasile?os Bebeto y Mauro Silva pudo ser aprovechada por el Madrid. Sin sus dos mejores estrellas, los de Arsenio Iglesias se dejaron de fantas¨ªas y asumieron humildemente su condici¨®n proletaria. Aguantaron la primera media hora, cuando el Madrid todav¨ªa respiraba y ofrec¨ªa una imagen atildada, muy lejos del patetismo final. Con la suerte de cara, los blanquiazules marcaron en su primera aproximaci¨®n a puerta. A partir de entonces el contraataque blanquiazul hizo el resto y la ¨¢gresividad de los de Arsenio acab¨® aplastando al Madrid.Descartado Prosinecki, la alineaci¨®n inicial de los blancos ech¨® m¨¢s le?a al debate sobre qu¨¦ piezas deben integrar el eje del juego madridista. Los ensayos realizados contra el Lugano no debieron convencer demasiado a Floro, que sorprendi¨® incluyendo en el equipo titular a Milla, un jugador que parec¨ªa casi desahuciado tras confesar p¨²blicamente que a?oraba al Barcelona. Pero en la situaci¨®n actual, el Madrid no est¨¢ para prescindir de nadie, aunque haya cometido la imprudencia de anunciar que desear¨ªa pasarse al enemigo. La inclusi¨®n de Milla devolvi¨® a Hierro al centro de la defensa, su posici¨®n natural.
El ensayo de Floro tropez¨® con la obsesi¨®n del Deportivo por cercenar la l¨ªnea de creaci¨®n madridista. Tantas precauciones tom¨® Arsenio que incluso desplaz¨® al centro del campo a Jos¨¦ Ram¨®n, el te¨®rico interior derecho, para soltar su aliento sobre Milla, mientras Donato se encargaba de echarle el lazo a Mart¨ªn V¨¢zquez. La superpoblaci¨®n de la zona ancha del terreno provoc¨® el previsible atasco. Probablemente era lo que buscaba Arsenio: convertir el partido en una jungla de piernas, en la que podr¨ªa sacar mucho partido de la vivacidad para robar el bal¨®n de hombres como Nando o Claudio y de la picard¨ªa y rapidez de Manjar¨ªn y Fran.
Pero los primeros minutos del Deportivo fueron de mucho m¨²sculo y poco cerebro. Como no pod¨ªa ser menos, el Madrid sali¨® nervioso hasta que Dubovski inyect¨® algo de ilusi¨®n a sus compafleros. La elegancia en el regate del eslovaco fue de lo poco que se le pudo ver al Madrid en todo el partido. Su primer aviso fue en el minuto 15, en una fant¨¢stica entrada por la izquierda que Mart¨ªn V¨¢zquez no supo culminar con el gol. Dubovski intervino poco en la primera parte, pero cada vez que lo hizo arranc¨® suspiros de inquietud en la grada. En el segundo tiempo, se hundi¨® con el resto del equipo.
Mal que bien, el Madrid manej¨® el partido con cierta soltura durante media hora. No es que los de Floro superasen claramente a su rival pero se aprovechaban de que el Deportivo continuaba demasiado el¨¦ctrico. Aunque no hubo grandes ocasiones, el gol parec¨ªa m¨¢s posible en la porter¨ªa de Lia?o que en la de Buyo.
Una hermosa combinaci¨®n de calidad y coraje cambi¨® el rumbo del partido. La jugada la fabricaron entre Nando y Fran, la sociedad de mejor convivencia dentro del conjunto de Arsenio. Una pared entre ambos acab¨® con un bal¨®n en la banda que oblig¨® a Fran a quemarse los pulmones. Por cent¨ªmetros, el capit¨¢n blanquiazul logr¨® evitar que la pelota saliese por la l¨ªnea de fondo y centrar al punto de penalti. Claudio burl¨® a la defensa con una imprevista media vuelta y bati¨® a Buyo de tiro raso.
Muchas prisas
Al Madrid le entraron todas las prisas del mundo y con ellas perdi¨® la m¨ªnima precisi¨®n que hab¨ªa exhibido hasta entonces. En esos momentos se necesitaba una personalidad fuerte, que cargase con todo el peso de la situaci¨®n. Nadie se atrevi¨® a asumir el papel. Michel parec¨ªa un jugador de regional disfrazado de Michel (fall¨® pases hasta a tres metros de distancia); Mart¨ªn V¨¢zquez se entreten¨ªa con fuegos artificiales, pasecitos intrascendentes y toques irrelevantes; Butrague?o hac¨ªa cargarse de raz¨®n a quienes reclaman insistentemente su relevo por Alfonso; Zamorano parece haber dejado en Chile la agresividad rematadora que mostr¨® en la segunda vuelta de la Liga pasada.
Sin duda, la apelaci¨®n a la furia ha sido uno de los males hist¨®ricos del f¨²tbol espa?ol. Pero no es menos cierto que en los instantes cr¨ªticos este juego tambi¨¦n requiere agallas. Al Deportivo, le sobraron; el Madrid, sencillamente, no las tuvo.
El segundo gol fue paradigm¨¢tico. El Deportivo pudo haber resuelto el encuentro antes del descanso si el larguero no repeliese un remate de Claudio a puerta vac¨ªa. En el segundo tiempo, los coru?eses salieron definitivamente agazapados, fiando ya todo a su poderoso contraataque. Y entonces lleg¨® la pifia de Hierro y con ella la sentencia definitiva en el minuto 57. El malague?o se tom¨® todo el tiempo del mundo para deshacerse de un bal¨®n aparentemente f¨¢cil a unos 30 metros de la porter¨ªa. Claudio se le ech¨® encima como un gladiador enfurecido. Se aprovech¨® de la lentitud del madridista, le rob¨® la pelota, enfil¨® velozmente la porter¨ªa y bati¨® a Buyo.
El partido tom¨® todo el aspecto de un drama, todav¨ªa m¨¢s desgarrador que el de hace siete d¨ªas en el Bernabeu. El Madrid se ech¨® hacia delante, con la t¨ªpica reacci¨®n desesperada del animal moribundo. Al Deportivo le bast¨® con armarse a¨²n m¨¢s en defensa y seguir peleando a muerte por cada bal¨®n. De entre los escombros del Madrid, surgieron primero Donato y luego Fran para redondear la desmesura del marcador.
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