Turner, poeta de la luz
J. M. W. Turner (1775-1851)
Impresiones de Gran Breta?a y del continente europeo. Centre Cultural de la Fundaci¨® La Caixa. Barcelona. Hasta el 7 de noviembre.
En cierta ocasi¨®n Turner escribi¨® algo parecido a que cada mirada a la naturaleza hallaba respuesta en un nuevo refinamiento en su pintura. Tal vez la frase, que cito de memoria, no sea exactamente as¨ª, pero en realidad no tiene mucha importancia. Contemplando las obras que expone La Caixa se llega a la evidencia de que no pod¨ªa ser de otro modo. Turner es uno de los pocos artistas que m¨¢s magistralmente consiguieron hacer del paisaje una de las m¨¢s sensibles acotaciones de la naturaleza est¨¦tica.Antes de comentar algunas de las 85 obras -78 acuarelas y siete dibujos- que se presentan, tal vez convenga recordar que en cuanto al tema, el paisaje como motivo art¨ªstico y la acuarela como t¨¦cnica, este pintor fue un importante innovador.
Seg¨²n la rigurosa jerarqu¨ªa que en aquella ¨¦poca exist¨ªa en las academias, el paisaje era considerado un g¨¦nero menor dentro de la tem¨¢tica pict¨®rica, y la acuarela, una t¨¦cnica poco apreciada. Por otra parte, desde Durero, ¨¦sta pr¨¢cticamente no hab¨ªa evolucionado. Ten¨ªa que aparecer Turner para que la revolucionara con sus osados m¨¦todos experimentales (pintar con el dedo, ara?ar el papel con la u?a, alargar el color con la saliva ... ) motivando el inter¨¦s y subsiguiente aprecio del coleccionista, aunque, incluso hoy d¨ªa, sus acuarelas, que constituyen la llave del trabajo de toda su vida, no ocupan en la generalidad de sus creaciones el lugar preeminente que merecen.
Hay en el trabajo de Turner una lenta pero apasionada progresi¨®n de acuarelista topogr¨¢fico a poeta de la luz y el color, y la exhibici¨®n de sus obras, al seguir un orden cronol¨®gico, permite constatar esta evoluci¨®n. En Augera, peque?a acuarela ejecutada en su ¨¦poca de aprendizaje, podemos apreciar ya esta intuici¨®n por los aspectos lum¨ªnicos del paisaje, temprana sensibilidad que tambi¨¦n se aprecia en los efectos de luz, pero esta vez sombr¨ªa, sobre las agitadas aguas de Un faro visto desde la costa.
El mar como drama
El tema del mar ser¨¢ tambi¨¦n una constante en la obra del pintor, sobre todo el mar cuando deviene drama de la naturaleza, si bien esta vertiente turneriana, la de las fuerzas destructivas del universo, est¨¢ muy poco representada en la exposici¨®n. Pero, contrariamente a lo que pudiera interpretarse, ello no la hace menos atractiva, sino tal vez al contrario. El elemento de lo sublime, tan presente en su trabajo, deja paso aqu¨ª a un Turner m¨¢s sosegado, m¨¢s ¨ªntimo, tambi¨¦n m¨¢s desconocido (12 obras se exhiben por vez primera), como, por ejemplo, el de ilustrador de obras literarias.
A pesar de lo expuesto, el paisaje sublime tambi¨¦n cuenta con algunas pocas obras, entre las que destacan El paso de San Gotardo, imagen del vertiginoso precipicio cuyo esbozo realiz¨® el artista desde el conocido como puente del Diablo, cuando su primer viaje al continente. En rotundo contraste con sus trabajos para la ilustraci¨®n, ah¨ª su mano se libera y a base de una gama de grises y ocres, Turner ofrece una dram¨¢tica vista del desfiladero.
En Estudio para 'El naufragio de un nav¨ªo de guerra', al margen del tema, que tambi¨¦n se incluye dentro de las teor¨ªas de Burke, podemos apreciar perfectamente su inter¨¦s por expresar la forma mediante el color. Alrededor de los a?os del cambio de siglo, Turner empez¨® a realizar una serie de obras conocidas como colour beginnings (principios de color), en donde la forma, pr¨¢cticamente eliminada, ven¨ªa descrita, a veces s¨®lo sugerida, por manchas crom¨¢ticas.
Estos ¨®leos y acuarelas sorprenden al espectador contempor¨¢neo porque aparecen como obras abstractas avant la lettre, tal es el caso, por ejemplo, de Tempestad en el mar. Adem¨¢s, en contraste con sus primeras creaciones, su paleta es de tonos vivos, en donde el amarillo -de acuerdo con las investigaciones de Goethe- tiene un relevante protagonismo (Amanecer sobre las ruinas de un castillo).
Pero al aclaramiento de su paleta y a la viveza de colorido contribuy¨® sin duda alguna su descubrimiento de la luz del Mediterr¨¢neo. Venecia, m¨¢s que ning¨²n otro paisaje, permiti¨® a Turner liberar todo el color que llevaba dentro. Y, tal vez porque lo present¨ªa, huy¨® -al contrario que su contempor¨¢neo y rival Constable- de Inglaterra, march¨® en busca de la luz, y, a medida que ¨¦sta entra en sus cuadros, los elementos referenciales se van disolviendo, permaneciendo s¨®lo como leves alusiones: El Rigi rosa y con luna llena, imagen evanescente y a¨¦rea de un pintor que fue tambi¨¦n poeta por su capacidad de aprisionar sensiblemente los efectos lum¨ªnicos del paisaje.
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