El Paso, a cinco kil¨®metros
La aprobaci¨®n del TLC puede convertirse en una de las claves para la reelecci¨®n de Clinton
Es mucho m¨¢s de cinco kil¨®metros de carretera lo que separa a Ciudad Juarez de El Paso. La primera es una ciudad superpoblada y mal urbanizada, llena de comercios desali?ados y prostitutas baratas, rodeada de salas de baile, escombros contaminantes y chabolas intermitentemente ocupadas por nuevos emigrantes. El Paso es un lugar aseado y triste, una ciudad fea, pero ordenada y de buena renta per c¨¢pita. Ciudad Ju¨¢rez es mexicana y El Paso, estadounidense. Ambas tienen, sin embargo, algo en com¨²n: los negocios. Los empresarios del norte tienen sus industrias en el sur, y los obreros del sur tienen sus puestos de trabajo en el norte.Hace poco m¨¢s de una semana estuvo a punto de estallar la violencia en esa frontera. Un cord¨®n de polic¨ªas norteamericanos fue desplegado una ma?ana en el lado de El Paso para evitar as¨ª la entrada de nuevos emigrantes ilegales. Inmediatamente, la poblaci¨®n de Ciudad Juarez levant¨® barricadas en sus carretera para impedir la llegada de norteamericanos, que suelen acudir a comprar medicinas y cervezas a bajo precio. Los mexicanos quemaron banderas de Estados Unidos y profirieron gritos contra sus vecinos gringos.
Ambas poblaciones, s¨ªmbolos de sus respectivas sociedades, se ignoran en casi todo. D¨¦cadas de incomprensi¨®n mutua han levantado un muro entre Estados Unidos y M¨¦xico que ahora se trata de derribar con un tratado de libre comercio. El debate sobre ese tratado, que s¨®lo est¨¢ pendiente de su ratificaci¨®n por el Congreso norteamericano, se ha hecho tan agrio porque lo que est¨¢ en juego es mucho m¨¢s que la adopci¨®n de unas reglas comerciales entre vecinos. Lo que se dilucida aqu¨ª es, primero, la convivencia futura entre dos naciones que han estado separadas siempre por un profundo recelo, segundo, el modelo en una nueva relaci¨®n de Estados Unidos con toda Am¨¦rica Latina y, por ¨²ltimo, las posibilidades reales de construir un mundo sin barreras comerciales. Para Estados Unidos hay algo m¨¢s en juego, comprobar si est¨¢ social y pol¨ªticamente preparado para abrirse a la competencia con naciones que reclaman ya un puesto entre los pa¨ªses desarrollados.
Seg¨²n todos los c¨¢lculos, el Tratado de Libre Comercio (TLC, o NAFTA en ingl¨¦s) ser¨ªaderrotado hoy en una votaci¨®n en el Congreso. El presidente Bill Clinton, que pidi¨® correcciones al tratado anteriormente y lo apoya ahora sin reservas, necesita por lo menos medio centenar de votos m¨¢s para asegurarse el ¨¦xito de la iniciativa, que fue negociada y firmada por George Bush y que tiene que ser votadas antes de final de a?o.
En contra del TLC se han situado el sector m¨¢s populista del pa¨ªs, simbolizado por Ross Perot, y los congresistas dem¨®cratas que representan, fundamentalmente, los intereses de los sindicatos. A favor del Tratado est¨¢n los republicanos, tradicionales abanderados del libre comercio, y el sector del Partido Dem¨®crata que sostiene puntos de vista m¨¢s aperturistas y modernos. En esquema, los llamados nuevos dem¨®cratas, favorables a abrir el partido a sectores m¨¢s amplios, est¨¢n a favor. En contra est¨¢n los viejos dem¨®cratas, partidarios de respetar la coalici¨®n ) cl¨¢sica de ese partido, dentro de la cual destacan los sindicatos.
El argumento principal en contra del tratado es que destruir¨ªa puestos de trabajo en Estados o Unidos porque los empresarios invertir¨ªan en M¨¦xico, donde la mano de obra es m¨¢s barata. Esto es f¨¢cil de vender publicitariamente pero dif¨ªcil de sostener cient¨ªficamente. De hecho, 18 de los 19 estudios independientes que se han hecho sobre las consecuencias del TLC descartan ese peligro.
Varios expertos recuerdan que la mano de obra no es el ¨²nico factor que influye en los gastos de producci¨®n. Existen otros, como transporte, comunicaciones, trabas legales o corrupci¨®n, en los que Estados Unidos tiene clara ventaja sobre M¨¦xico. Los estudios mencionados coinciden en que, en los pr¨®ximos a?os, seguir¨¢ siendo varios d¨®lares m¨¢s a barato la fabricaci¨®n de un coche S en EE UU que en M¨¦xico.
M¨¦xico lleva cinco a?os, desde que Carlos Salinas lleg¨® al poder, con un sistema casi absolutamente abierto al exterior. En ese periodo, las exportaciones norteamericanas a M¨¦xico han pasado de 12.000 a 41.000 millones de d¨®lares. El d¨¦ficit comercial de EE UU con su vecino del sur se ha reducido de 5.700 millones de d¨®lares a 5.400.
Los partidarios del TLC mencionan frecuentemente como ejemplo las consecuencias de la entrada en la Comunidad Europea de Espa?a y Portugal, pa¨ªses menos desarrollados que el resto de sus socios. Pese a que los salarios espa?oles o portugueses eran m¨¢s bajos que los de los dem¨¢s, el efecto no fue que estos descendiesen sino que aumentaron los primeros. Todas las econom¨ªas de la Comunidad Europea han crecido sin que se haya registrado ninguna consecuencia negativa para cualquiera de los miembros.
El debate sobre el TLC en Estados Unidos es tan complejo porque, adem¨¢s, esconde un sentimiento racista. Muchos norteamericanos que se oponen al tratado lo hacen, en buena medida, porque piensan: "?Qu¨¦ nos puede aportar esa miserable naci¨®n?". Lo que los norteamericanos conocen de M¨¦xico es una legi¨®n de emigrantes semianalfabetos que creen en la Virgen, tienen muchos hijos y podan el c¨¦sped de su jard¨ªn. M¨¦xico suele combatir ese racismo con un falso sentimiento de patriotismo que el Gobierno imparte en dosis apropiadas y oportunas.
Los detractores del TLC, tanto en la derecha como en la izquierda, aprovechan el momento delicado por el que atraviesa este pa¨ªs -Estados Unidos vive una ¨¦poca de transici¨®n entre superpotencia indiscutible y potencia preocupada por la competencia- para apelar al proteccionismo y ganar f¨¢cilmente adeptos. El ex presidente Jimmy Carter, que es uno de los m¨¢s activos partidarios del tratado, afirma que el TLC est¨¢ amenazado por "demagogos con grueso talonario", en referencia a Ross Perot, el millonario texano que fuera candidato independiente en las ¨²ltimas elecciones.
El m¨¢s peligroso rival del tratado para Bill Clinton es el jefe de la mayor¨ªa dem¨®crata en la C¨¢mara de Representantes, Richard Gephardt, quien considera que el TLC perjudica a los trabajadores norteamericanos y al medio ambiente. Los grupos ecologistas, que tienen en el Capitolio el apoyo de algunos congresistas dem¨®cratas, aseguran que el escaso nivel de exigencia medio ambiental de M¨¦xico puede elevar considerablemente el, deterioro ecol¨®gico de la frontera. Clinton ha introducido en el tratado algunas medidas que obligar¨¢n a los mexicanos a mejorar las condiciones de su industria en lo que respecta al da?o sobre el medio ambiente.
Para la Casa Blanca, la batalla parlamentaria sobre el TLC es crucial. Una derrota del proyecto, no s¨®lo abrir¨ªa un abismo en las relaciones entre M¨¦xico y Estados Unidos, sino que pondr¨ªa tambi¨¦n en evidencia la autoridad de Clinton. Por ello, desde la Casa Blanca se trata diariamente de desmentir los argumentos del contrario.
Enfrente de Roos Perot, Clinton ha colocado a otro hombre r¨¢pido en la elaboraci¨®n de argumentos de calado popular, el expresidente de Chrysler Lee lacoea. Con ¨¦l, Clinton intentar¨¢ una victoria en un asunto que puede convertirse la cuarta pata sobre la que asentar su reelecci¨®n. Las otras tres son la reforma sanitaria, la recuperaci¨®n econ¨®mica y la creaci¨®n de empleos.
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