Cuba: peligro de somalizacion
En 1959, Fidel Castro, caudillo indiscutido de la victoriosa insurrecci¨®n libertaria, ten¨ªa dos opciones: una transformaci¨®n social democr¨¢tica, reformista y americana,. o la ruptura con Estados Unidos, la alianza con la Uni¨®n Sovi¨¦tica y la revoluci¨®n comunista.Castro, cuya ¨²nica ideolog¨ªa es el poder absoluto y total, sab¨ªa que, como l¨ªder de una radical transformaci¨®n democr¨¢tica, tendr¨ªa que compartir el poder y someterse al voto popular, y conoc¨ªa que la geograf¨ªa de Cuba era "lo m¨¢s trascendente e importante de su historia".
La isla clave frente a las tres Am¨¦ricas, a 90 millas de EEUU, objeto durante siglos de las disputas de las grandes potencias, ser¨ªa preciosa, militar y pol¨ªticamente, para la URSS y el comunismo mundial.
A mediados de 1959, Castro invita al general L¨¢zaro C¨¢rdenas a un acto en apoyo de la reforma agraria como gratitud por su ayuda en 1956, cuando estaba en una prisi¨®n mexicana. All¨ª, en la tribuna, delante de todos, sin cuidarse de que era su invitado, de su prestigio y edad, con voz tajante, Castro le dijo: "General, ?por qu¨¦ M¨¦xico, despu¨¦s de nacionalizar el petr¨®leo, detuvo su revoluci¨®n?". C¨¢rdenas, irritado y sorprendido, le respondi¨®: "Olvida usted la historia de M¨¦xico y Estados Unidos, ?no sabe usted que no es lo mismo una gran frontera terrestre que los mares que separan a una isla peque?a del territorio norteamericano?".
Castro quer¨ªa ser un protagonista mundial. Sab¨ªa que para conseguirlo ten¨ªa que desafiar a Estados Unidos y revivir la leyenda de David y de Goliath. De buen maquiavelo, no ignoraba que para no perder esa guerra ten¨ªa que convertir a Cuba en una fortaleza sovi¨¦tica.
Y, ya en febrero de 1960, invita a Mikoy¨¢n, viceprimer ministro sovi¨¦tico, a La Habana, y tira a los norteamericanos su "c¨¢scara de petr¨®leo ruso, camuflado de venezolano", que las refiner¨ªas extranjeras alegan que no pueden refinar.
Comienza as¨ª la serie de golpes y contragolpes, en apariencia en defensa de la soberan¨ªa nacional, que transforman a Cuba en un pa¨ªs comunista, aun antes de declararlo oficialmente en 1961.
Nace as¨ª la leyenda mundial de que Estados Unidos es el responsable de que Cuba cayera en manos sovi¨¦ticas, que el propio Castro hace unos a?os desmintiera ante la televisi¨®n espa?ola al declarar que "Cuba era comunista por un acto de su voluntad, del que Estados Unidos fue s¨®lo c¨®mplice".
Por 30 a?os, Castro, desde su ambici¨®n de poder total, tuvo raz¨®n: el comunismo parec¨ªa inmortal, su inmenso poder militar, at¨®mico, econ¨®mico, industrial, energ¨¦tico y alimenticio, y su perfecto aparato de terror revolucionario, lo mantuvieron s¨®lidamente dentro de la isla, como en sus grandes aventuras internacionales en m¨¢s de quince pa¨ªses de Am¨¦rica y ?frica.
Pero cuando en 1989 la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el comunismo europeo desaparecieron, devorados por su enorme. fracaso interno, Castro se convirti¨® en un "condenado a muerte en espera de la sentencia", y Cuba, sin el petr¨®leo y los miles de millones anuales rusos que la sosten¨ªan -Castro la hab¨ªa convertido en un peladero-, cay¨® en vertiginosa picada.
Cuatro a?os despu¨¦s, los cubanos saben que s¨®lo les espera morir de inanici¨®n, o la fuga suicida en balsas de fortuna.
La impotencia, la desesperanza, el terror y la inercia que el totalitarismo comunista y castrista crearon en la gente paralizando su acci¨®n comenzaron a desaparecer.
Cuba vive hoy una especie de rebeld¨ªa soportada, el terror selectivo golpea a los opositores peligrosos que intentan crear una oposici¨®n organizada, pero es impotente ante la protesta popular.
En estos d¨ªas han sido detenidos much¨ªsimos opositores y han sido tiroteadas varias fugas, pero en calles y pueblos la gente habla abiertamente, protesta, grita; comienzan los estallidos populares espont¨¢neos, como el de julio, en Coj¨ªmar, cuando unas familias que a medianoche esperaban en la playa una lancha para huir de la isla fueron ametralladas y dejadas con muertos y heridos abandonados, provocando la ira popular que los recogi¨® y se enfrent¨® a perseguidores y esbirros a pedradas y empujones.
Otros episodios de protestas populares ocurren en Cuba en los ¨²ltimos meses. Opositores pac¨ªficos y moderados, como Osvaldo Paya Sardinas, del Movimiento de Liberaci¨®n Cristiana, afirman, en carta al Parlamento latinoamericano reunido en Uruguay, su preocupaci¨®n por la situaci¨®n preexplosiva de la isla, y alguien tan cauteloso como Elizardo S¨¢nchez, el de "la pulga y el elefante", reconoce el peligro de "somalizaci¨®n a que Castro expone a Cuba".
Cada d¨ªa es un infierno: no hay qu¨¦ comer; hay que caminar grandes distancias, pues el transporte no funciona; no hay agua ni jab¨®n; en los hospitales no hay ni medicinas ni ropa para las camas, ni comida; la electricidad falta casi todo el tiempo; cada d¨ªa se paralizan f¨¢bricas, granjas, y el peso cubano, en inmensas cantidades, no sirve para comprar nada en el mercado rojo-negro.
Su majestad, el d¨®lar, por obra y gracia de Castro, es due?o y se?or de todo lo que sirve para sobrevivir en el infierno castrista.
Los que tienen d¨®lares son una peque?a minor¨ªa. La gran mayor¨ªa no tiene c¨®mo llegar al d¨®lar, y ahora los pesos no sirven para nada.
En la isla de una de las tierras m¨¢s feraces del mundo no se produce ni carne, ni leche, ni huevos, ni viandas, caf¨¦ o frutas.
Castro, ciego y soberbio, no acepta el paraca¨ªdas reformista que le ofrecen Felipe Gonz¨¢lez y otros jefes de Gobierno amigos como ¨²nica v¨ªa de soluci¨®n a la irreversible crisis de Cuba.
El pa¨ªs perece entre limosnas y gritos.
El desplome es tan vertiginoso y total que, de durar tiempo, la poblaci¨®n cubana sufrir¨¢ horrendas epidemias, causadas por las hambrunas, o ser¨¢ trasladada por la fuerza a los campos y monta?as.
La naci¨®n toma conciencia del peligro: el socialismo castrista es muerte, la cuesti¨®n es morir o rebelarse. El verdadero peligro es la muerte lenta, no la ca¨ªda sangrienta o no, que ponga fin al horror presente.
Despu¨¦s de casi 35 a?os, Castro no va a suicidar su poder absoluto. Suyas son estas palabras, cuando la gente comenz¨® a reclamarle cosas: "Si das la u?a, te piden el dedo; si das el dedo, te reclaman la mano, y si das la mano, te cortan la cabeza".
Castro, condenado por la derrota del comunismo sovi¨¦tico y por su fracaso interno, condena a su vez al pueblo cubano a una ¨²ltima y dif¨ªcil alternativa: morir o rebelarse.
Al cronista le parece que un pueblo sin vocaci¨®n suicida se rebelar¨¢.
Carlos Franqui es escritor.
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