Un hombre, un voto
EL PARTIDO Laborista brit¨¢nico est¨¢ celebrando esta semana su congreso anual. Y puede que haya conseguido, no sin dificultad, dejar de ser exclusivamente el "partido de los trabajadores" para convertirse en el de la m¨¢s amplia clase media. Era lo que pretend¨ªa su l¨ªder, John Smith, que de este modo seguramente refuerza su opci¨®n a convertirse en el pr¨®ximo primer ministro del Reino Unido.Para Smith se trataba de conseguir que el laborismo se desembarazara de unas servidumbres sindicales que han sido su peor enemigo en las cuatro elecciones generales que ha perdido consecutivamente. Pero, al tiempo, tambi¨¦n le era indispensable no enajenarse a las trade unions (las 19 organizaciones sindicales), que son origen del partido y, en gran medida, su sost¨¦n financiero. Lo que quer¨ªa John Smith era que dejaran de ser su mayor referente ideol¨®gico y que se convirtiesen en uno m¨¢s. La batalla, nada f¨¢cil (fue ganada por el estrecho margen del 47,6% de los votos del congreso contra el 44,3%), se plante¨® en torno al tema de "un hombre, un voto". Hasta ahora, los sindicatos controlaban la designaci¨®n de los candidatos laboristas al Parlamento. Se hab¨ªan convertido en una especie de comit¨¦ de listas en el que cada l¨ªder sindical ten¨ªa capacidad para comprometer en bloque los votos de sus afiliados a favor de uno u otro candidato. Y as¨ª los sindicatos pod¨ªan mantener radicalizadas las opciones ideol¨®gicas y los programas electorales del laborismo, lo que devino en buena parte en receta para la cadena de derrotas frente a los conservadores. Desde la votaci¨®n de anteayer, cada afiliado al Partido Laborista dispone de libertad para votar seg¨²n su preferencia individualizada.
Podr¨ªa parecer que el problema del voto de los afiliados era una ¨¢cida pero simple batalla interna, una rencilla hist¨®rica entre compa?eros. Una lucha por el poder en la izquierda: John Smith, el "modernizador", contra los grandes barones del sindicalismo, contra los "tradicionalistas" como John Edmonds (secretario general del GMB, el sindicato general que, junto con el T&G -Transporte y General-, controla el 28% de los votos del congreso). Nada m¨¢s lejos de esa realidad maniquea: el Reino Unido entero ha seguido el debate con atenci¨®n porque a parte importante de la ciudadan¨ªa, que considera que laborismo equivale a control sindical y fuerte presi¨®n fiscal, no le es indiferente el resultado final de una lucha cuyo vencedor puede acabar en el n¨²mero 10 de Downing Street. Ahora, John Smith se ha adecuado a las opciones socialdem¨®cratas del sur de Europa, que incorporan dosis alejadas de cualquier pol¨ªtica de nacionalizaciones.
La impopularidad del Gobierno conservador pr¨¢cticamente garantizar¨ªa ahora una victoria laborista en unos comicios generales. Pero el tiempo de elecciones es a¨²n lejano, y para entonces, los laboristas tendr¨¢n que enfrentarse probablemente a un duro como Kenneth Clarke (si ¨¦ste consigue desensillar a John Major) en un momento de presumible recuperaci¨®n econ¨®mica. John Smith necesitar¨¢ poder apoyarse en una dial¨¦ctica menos extrema y m¨¢s progresiva que la del sindicalismo irreductible. Por eso, en su discurso program¨¢tico del pasado martes, prometi¨® para el Reino Unido "una nueva Constituci¨®n para un nuevo siglo": un concepto diferente de ciudadan¨ªa y democracia; una nueva ley de derechos del individuo; la modernizaci¨®n de la vida parlamentaria y del gobierno local. El tiempo dir¨¢ si John Smith ha devuelto al laborismo su credibilidad como opci¨®n de Gobierno.
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