Bella met¨¢fora del cazador furtivo
Hay en el enfoque de esta pel¨ªcula una elecci¨®n que puede quitarle alcance, ese alcance que segrega la proximidad y el rconocimiento instant¨¢neo de la imagen y que permite al espectador introducir en ella su propio ¨¢mbito de experiencia y establecer una conexi¨®n facil, veloz y fluida con los espacios que la pantalla pone ante sus ojos.Al elegir la Edad Media como lugar po¨¦tico de El aliento del diablo, sus guionistas nos ponen ante un paisaje distante y ajeno, que nos exige un esfuerzo inicial de acostumbramiento de la mirada para hacerlo propio, cuando, sin forzar el hermoso cuento que nos cuentan, pod¨ªan haberlo situado a nuestras espaldas: ayer, incluso ahora mismo, en las abruptas zonas residuales del feudalismo -pues es eso: el marco moral feudal, y no el hist¨®rico medieval, lo que requiere el fondo de la f¨¢bula- rural ib¨¦rico. Por ejemplo, y debe haberlos a cientos: este comentarista conoce al protagonista de una terrible historia ver¨ªdica de caza furtiva -¨²nica diferencia: hubo en ella un lobo en vez de un oso- que se parece como una gota de agua a otra a la que cuenta este filme: ocurri¨® hace poco m¨¢s de 25 a?os en un berrocal de la ¨¢spera lengua de Gredos que penetra en la planicie toledana: ayer mismo y ah¨ª al lado.
El aliento del diablo
Direcci¨®n: Paco Lucio. Gui¨®n: Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n, El¨ªas Querejeta y Paco Lucio. Fotograf¨ªa: Alfredo Mayo. Espa?a, 1993. Int¨¦rpretes: Alexandr Kaidanovski, Valentina Vargas, Fernando Guill¨¦n. Estreno en Madrid: cines Palafox y Renoir Cuatro Caminos.
Esta elecci¨®n de los guionistas nos obliga innecesariamente, durante los 15 minutos iniciales del filme, a hacer un esfuerzo de orientaci¨®n dentro de un paisaje abstracto, casi extraterrestre, para poder convertirlo en un ¨¢mbito propio y que nuestra memoria haga suyo el itinerario de la dram¨¢tica emigraci¨®n familiar que vertebra el recorrido po¨¦tico y narrativo del filme. Pero de pronto, en la primera y emocionante -trazada con un preciso ritmo interior y una graduaci¨®n de la acci¨®n digna de un gran western- escena de caza, entramos de lleno, nos sumergimos en la met¨¢fora y ya no salimos nunca de ella: olvidados los yelmos, corazas, cascos, andrajos, flechas y espadones -que pod¨ªan perfectamente haber sido tricornios, bandoleras de guardas jurados, ternos rurales, cepos de gordolobo, ondas de esparto, facas y carabinas-, y entramos en lo que importa: el c¨¢lido esp¨ªritu, la abrupta y no obstante delicada humanidad que anima a esa hosca y entra?able pi?a humana de cazadores trashumantes y furtivos.
Compleja simplicidad
Y vivimos de forma compleja su terca y esquiva simplicidad. Porque los escritores del filme -una vez salvados los inconvenientes de su enfoque inicial- dan una lecci¨®n de precisi¨®n y elocuencia en la combinaci¨®n de im¨¢genes con di¨¢logos lac¨®nicos y, sobre todo, con silencios. Porque el director Paco Lucio (apoyado en un fot¨®grafo maestro) da lecciones de la generosidad que hay en el buen oficio de ir al grano; del raro talento moral que requiere toda verdadera puesta en escena invisible; de la potencia creadora que genera la humildad no simulada, y de la intensa presencia que posee toda verdadera transparencia.Y, finalmente, porque en la pantalla asoma la cara -adem¨¢s de un reparto convincente, bien engarzado y lleno de rostros complementarios- el genio de la actuaci¨®n en la prodigiosa composici¨®n del actor ruso Alexandr Kaidanovski, un sujeto capaz de expresar los vaivenes escondidos de un violento desencadenamiento de su ¨¢nimo sin decir una palabra, mediante los cambios de ritmo de sus golpes de remo mientras boga callado y con ascuas en los ojos en un brumoso lago.
Dif¨ªcil llegar a tanto con tan poco. Pel¨ªcula escueta, asc¨¦tica, emocionante y contagiosa, es El aliento del diablo una obra rara en el variopinto paquete de la producci¨®n espa?ola reciente: una n¨ªtida apertura de caminos, por lo que tiene mucho de trabajo ejemplar, tanto por la alta profesionalidad de su factura como por su ingenio para sacar zumo de las rocas. Como los buenos chusqueros de su oficio, Paco Lucio huye de petulantes reducciones intelectuales y se comporta detr¨¢s de la c¨¢mara como un pudoroso y meticuloso conocedor de sus l¨ªmites. Y es un viejo y sagrado axioma de las leyes del talento de la direcci¨®n cinematogr¨¢fica que s¨®lo quien conoce sus propias limitaciones es capaz de superarlas y alcanzar -como ocurre en esta preciosa pel¨ªcula- el otro lado de ellas, su m¨¢s all¨¢ ?limitado.
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