La naturaleza en tr¨¢nsisto
El oto?o llena el 'zoo' de recogimiento
Yo si fuera asesino, que no lo soy, ya me gustar¨ªa, pero, si lo fuera, trabajar¨ªa exclusivamente en el zoo, porque matar en el zoo me parece que no es un crimen, ya que, m¨¢s que asesinar a ¨¦ste o aqu¨¦l, asesinas algunas zonas de ti mismo. Como aquella chica de La mujer pantera, que se pasaba la vida en el zool¨®gico y luego devoraba a los hombres que se enamoraban de ella, aunque, a medida que se los com¨ªa, se diger¨ªa a s¨ª misma, porque si eres Natasha Kinski no puedes alimentarte de otra cosa que no seas t¨² misma.Quiero decir que por el zoo tarde o temprano pasa todo el mundo, incluso la mujer pantera, pero tambi¨¦n ese vecino que coloca la bolsa de la basura en tu puerta; ese sargento que te hizo la vida imposible en la mili; ese jefe que te busca las vueltas; en fin, todo el mundo, todos, pasan tarde o temprano por el zoo con sus hijos o con sus nietos de la mano y, si tienes paciencia, puedes verlos llegar con esa cara de imb¨¦cil que proporciona la bondad y all¨ª mismo les puedes devolver los golpes que te ha dado la vida.
Una dimensi¨®n del alma
Por eso, en las novelas policiacas inteligentes hay un zool¨®gico o un sujeto desesperado que se pasea por un zool¨®gico comiendo cacahuetes en lugar de d¨¢rselos a los monos, porque el zool¨®gico es una dimensi¨®n del alma. O sea, que, aunque no hayamos visitado ninguno, cosa harto improbable, lo llevamos dentro de la cabeza, lo mismo que llevamos el escaparate de una jugueter¨ªa y, a veces, si has sido muy pobre, el de una panader¨ªa.Pero, aunque no seas asesino, el zoo est¨¢ muy bien para imaginar cosas, sobre todo en estos d¨ªas de la transici¨®n del verano al oto?o que produce m¨¢s muertes que el paso del comunismo a la econom¨ªa de mercado. O sea, que la casa est¨¢ fr¨ªa porque a¨²n no han dado la calefacci¨®n y, si te quedas quieto, te acatarras ote da un ataque de angustia, porque los d¨ªas tienen un color terminal y ha empezado a anochecer antes de lo debido, y, en fin, la rutina invernal y la seguridad que proporciona la costumbre todav¨ªa no se ha instalado en tu conciencia. O sea, que est¨¢s desazonado, como desazona el paso de la infancia a la adolescencia o de la adolescencia a lo que luego llaman juventud. Es un momento ideal para ir al zoo, aunque no sea s¨¢bado ni domingo; mejor que sea cualquier otro d¨ªa de la semana y, si est¨¢ nublado o llueve un poco, mucho mejor a¨²n, porque la mezcla de humedad y esti¨¦rcol produce un perfume que no s¨¦ si est¨¢ en la exposici¨®n de olores del Museo de Ciencias, pero, aunque no est¨¦, se trata de un olor esencial que, m¨¢s que de las jaulas, parece proceder del agujero de la conciencia.
Entonces entras, ya digo, con el d¨ªa nublado en el zoo de Madrid, que es estupendo, sin nada que envidiar a la mayor¨ªa de los zool¨®gicos de Europa los conozco todos-, entras, digo, y es como si penetraras en otra dimensi¨®n, o sea, como si entraras en ti mismo o como si hubieras llegado a un lugar de meditaci¨®n, no s¨¦, o a un hotel de lujo donde ves gente silenciosa barriendo los recintos o repasando la pintura de las cercas, todo al servicio de los animales, que, ajenos al mundanal ruido de la M-30, meditan y te invitan a meditar en ti. Y es que tambi¨¦n el zoo, y sus animales, est¨¢n sufriendo el tr¨¢nsito del verano al oto?o, igual que t¨². Y a lo mejor no se acatarran, porque no fuman, pero les pasan otras cosas. Por ejemplo, los ciervos est¨¢n ahora en plena berrea, que es la ¨¦poca de celo, y dan unos gritos desgarrados que atraviesan el zoo de punta de punta, quiz¨¢ porque s¨®lo lo hacen una vez al a?o y quieren que se entere todo el mundo; el caso es que es el ¨²nico ruido que se escucha en el parque, y la verdad es que no interrumpe el ambiente general de reflexi¨®n porque el bramido de los ciervos est¨¢ lleno de pensamiento, o sea, que viene a ser como el ruido de la m¨¢quina de escribir en un congreso de escritores. Y los camellos, por ejemplo, junto a los dromedarios, los culanes y los bisontes, empiezan a crear tambi¨¦n en estos d¨ªas la borra que les proteger¨¢ de los rigores del invierno; por eso est¨¢n tan feos, no porque tengan sarna. A los monos, que est¨¢n acostumbrados al calor, les preparan la calefacci¨®n, y muchas noches, si el fr¨ªo arrecia, duermen abrazados a ella como los ancianos en torno a la mesa camilla. Y a los reptiles -lagarto, lagarto- tipo cocodrilos o caimanes les climatizan el agua., En fin, que tambi¨¦n para ellos es un momento fronterizo, porque adem¨¢s de cambiar las condiciones clim¨¢ticas, han de acostumbrarse a caras nuevas, ya que los visitantes que han tenido durante el verano son muy distintos a los que tendr¨¢n a partir de ahora. Por eso reflexionan.
Meditaci¨®n del oso
Cada cual, es cierto, medita a su manera; por ejemplo, el oso adopta posturas infantiles, como si buscara la piedra filosofal que convierte a los animales en peluches, mientras que el tigre, que lleva el NIF grapado en la oreja, te mira desde el otro lado del foso como diciendo que en otra vida nos veremos. Da un poco de miedo observarlo as¨ª, frente a frente, sin ni?os alborotadores ni padres consentidos, pero no m¨¢s del que puedes sentir cuando al cerrar los ojos te encuentras con algunas versiones de ti mismo.Si sigues la flecha que indica el recorrido del circuito principal, enseguida llegas a la charca donde los hipop¨®tamos se ponen a remojo. Cerca de ellos puedes ver a los rinocerontes, que llevan encima un p¨¢jaro con el pico muy fino que comen de su piel. Mucha gente cree que se trata de un caso de simbiosis, o sea, de beneficio mutuo, porque, al tiempo que come, el p¨¢jaro le limpia, pero no es verdad: esos p¨¢jaros son el alma de los rinocerontes, lo que pasa es que la llevan fuera en lugar de llevarla dentro. Por cierto, que en las instalaciones de invierno donde viven algunas clases de gorilas hay un caim¨¢n del Misisip¨ª que siempre est¨¢ quieto y tiene el lomo lleno de monedas de duro que, no s¨¦ por qu¨¦, le echa la gente. 0 sea, que tambi¨¦n lleva el alma fuera, aunque la nuestra en lugar de la suya.
Lo que es un n¨²mero es ver a los papiones sagrados, que, a pesar del nombre, son esos monos de culo pelado, como los vi yo ayer, con un poco de lluvia y los primeros fr¨ªos oto?ales col¨¢ndose por las rendijas del recuerdo. Lejos de alborotar, permanec¨ªan en silencio en grupos familiares de cuatro o cinco, como si se hubiera muerto alguno y a lo mejor se hab¨ªa muerto, no s¨¦, el caso es que parec¨ªan apesadumbrados y procur¨¦ no hacer ruido al pasar por delante de ellos.
Ahora que, si quieres explorar las zonas m¨¢s inhabitables de tu identidad, debes entrar en un pabell¨®n en el que, bajo el r¨®tulo de Naturaleza Misteriosa, se exponen esa clase de bichos que han elegido para vivir las zonas m¨¢s oscuras de la conciencia.
Ah¨ª puedes ver sapos, ranas, escorpiones, ara?as de todos los colores, lombrices, peces aplastados o redondos, camaleones, gusanos.
De toda esta variedad, los que m¨¢s llaman la atenci¨®n son los insectos palos, que, aunque son insectos, se pasan la vida haciendo como que son palos, y la verdad es que disimulan muy bien. Me recordaron a un compa?ero del colegio que empez¨® a cojear en la infancia para hacerse el interesante y hace poco me lo encontr¨¦ y continuaba cojeando; o sea, que a veces a base de imitar lo que no eres te conviertes en otro.
Bueno, y no quiero hablar del macaco de las C¨¦lebes, ni de las hienas, ni de un gorila que me sac¨® la lengua porque, si no, no vas. Y lo que tienes que hacer es ir para que veas que tambi¨¦n la naturaleza se encuentra en pleno tr¨¢nsito, como tu estado de ¨¢nimo, y es bueno ver fuera el estado de ¨¢nimo que llevas dentro, porque es como contemplar un mapa meteorol¨®gico de la regi¨®n para saber qu¨¦ partes de ti mismo puedes escalar estos d¨ªas sin miedo a las ventiscas.
Yo voy, ya digo, porque el zoo es ese lugar por el que pasa todo el mundo y a lo mejor me encuentro con la chica de La mujer pantera. Pero no es necesario tener esa necesidad de que te devoren para ir al zool¨®gico; basta con que tengas ganas de estar un rato solo, o de reflexionar un poco, o de pasear, para que te des una vuelta.
De todos modos acabar¨¢s yendo, porque ya digo que todo el mundo va (es el lugar del crimen al que necesitamos volver de vez en cuando): mejor que lo elijas t¨², que bastantes cosas decide ya tu hijo por ti. Vale.
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