Nueva luz sobre Gald¨®s
Era don Gregorio Mara?¨®n la persona que hubiera podido haber dicho todo sobre Gald¨®s, por la relaci¨®n que desde chico tuvo con ¨¦l y por el trato ¨ªntimo que le proporcion¨® ser despu¨¦s su m¨¦dico de cabecera, la "Facultad", como le llamaba don Benito cuando se asomaba por su aposento. Pero precisamente su pudor a revelar nada de alguien que hab¨ªa sido enfermo suyo ech¨® por tierra todas sus tentaciones de hablar del gran novelista. Algo dice de ¨¦l en su Amiel, al confesar que "no puedo dejar de pensar ahora en Gald¨®s, igualmente soltero, por probable influencia de la emoci¨®n materna, hombre superviril y mujeriego, aunque t¨ªmido con las mujeres y de inagotable ternura para los ni?os". M¨¢s detenido a¨²n es el cap¨ªtulo que le dedica en su Elogio y nostalgia de Toledo, donde describe c¨®mo se informaba exhaustivamente de las cosas que le interesaban, en este caso la catedral primada. "Pocos, muy pocos, han conocido como Gald¨®s el templo insigne, cuyas bellezas oficiales aprendi¨® de libros... y can¨®nigos... pero, como siempre, le interesaban a¨²n m¨¢s los aspectos entre bastidores y, para ello, el gran adecuado era Mariano, el campanero, que viv¨ªa en la torre ... ; juntos recorr¨ªan las Claver¨ªas y pasaban a los tejados de la catedral ... ; Mariano ense?¨® a Gald¨®s los toques de las campanas, desde los esquilones humildes a la imponente campana rnayor". Pero rendido Mara?¨®n a su ¨¦tica profesional dej¨® sin hacer esa biograf¨ªa que podr¨ªa haber sido uno de sus libros m¨¢s memorables.S¨®lo quedaba, pues, hasta hace poco, como biografla de investigaci¨®n, la que prepar¨® por los a?os treinta el profesor norteamericano Berkowitz y que no se publicar¨ªa hasta 1948, en ingl¨¦s y nunca en castellano. Una obra meritoria, entre otras razones por haber sido la primera en desbrozar algunos de los misterios que rodean la vida de Gald¨®s. M¨¢s adelante, los trabajos del profesor Jos¨¦ F. Montesinos -uno de los galdosianos m¨¢s enterados y penetrantes- y la creciente cosecha que van dando los nuevos galdosianos -centrados en Canar¨ªas y, en especial, la Casa-Museo de Gald¨®s en Las Palmas, y los Anales galdosianos, nacidos en EE UU y alentados desde all¨ª y desde Las Palmas- van descubriendo y precisando muchas inc¨®gnitas de su vida y de su obra, pues "pese al bi¨®grafo Berkowitz", dec¨ªa Montesinos, "el novelista nos sigue resultando ausente. Cierto que ¨¦l procur¨® por todos los medios, por su resistencia a ser conocido, y por su timidez, a que no sepamos nada de lo que nos interesar¨ªa saber".
Pero hay una persona que sabe mucho de lo que se puede saber sobre Gald¨®s, y esa persona es Pedro Ortiz Armengol, que acaba de terminar una decisiva biograf¨ªa del extraordinario escritor. Una nueva biograf¨ªa, elaborada con ayuda de una beca de la Fundaci¨®n March, y de la que seguramente habr¨¦ sido yo uno de sus primeros lectores en manuscrito. Pedro Ortiz es por oficio diplom¨¢tico; termin¨® su brillante carrera, hace pocos anos, como embajador de Espa?a en Filipinas, coincidiendo por cierto con el tr¨¢nsito democr¨¢tico de Coraz¨®n Aquino. Pero su gran vocaci¨®n es la historia literaria de nuestro movido siglo XIX. Su m¨¢ximo saber gira en tomo a Fortunata y Jacinta, la obra maestra de Gald¨®s, de cuyos personajes y lugares sabe todo: de d¨®nde proceden, qu¨¦ personas reales han servido de inspiraci¨®n, qu¨¦ s¨ªmbolos humanos representan, d¨®nde radicaban las casas y rincones en que transcurre la acci¨®n, y de cu¨¢les otros autores pudo Gald¨®s tomar alg¨²n pr¨¦stamo. Uno, por referirse a mi abuelo, me resulta divertido. "La novela de Jos¨¦ Ortega Munilla Cleopatra P¨¦rez-, dice Ortiz Armengol, "hab¨ªa aparecido en 1884 (un a?o antes de la publicaci¨®n de los dos primeros tomos de Fortunata y Jacinta). Abundaba en las letras el caso de la mujer de clase popular a la que hace un hijo un individuo de clase social m¨¢s elevada. Pero ya es menos frecuente la coincidencia de que, en ambas novelas, el ni?o fuera llevado a la Inclusa o instituci¨®n similar y que finalmente fuera reconocido por el padre verdadero. Y ya entra en lo sorprendente que en Cleopatra P¨¦rez un d¨¦bil personaje apellidado Rub¨ªn fuera un ser nocturno y mis¨¢ntropo... como lo ser¨ªa el otro Rub¨ªn de la novela galdosiana... y que uno y otro se apoderen de los ahorros hechos por la madre adoptiva... Demasiadas coincidencias", concluye Ortiz, "para que no pensemos en una reciente lectura de aquella novela por parte de Gald¨®s". Ortega Munilla -a?ade nuestro erudito- ser¨ªa el primero en hacer la recensi¨®n de la novela, sin aludir elegantemente a todo aquello, en uno de sus famosos Lunes que dirig¨ªa por entonces en El Imparcial.
Pero ahora Pedro Ortiz exhibe en su magna biograf¨ªa -cercana a mil p¨¢ginas- sus b¨ªceps de galdosiano, no s¨®lo respecto de su obra maestra, sino de toda la obra y la vida de Gald¨®s. Siempre es dif¨ªcil hablar sobre la vida de alguien, la cual, como dec¨ªa Dilthey, es "una misteriosa trama de azar, destino y car¨¢cter", pero Gald¨®s es un caso extremo porque, en opini¨®n de su bi¨®grafo, "trabaj¨® como nadie para ser una estatua que quedase invisible entre las estatuas del parque". Pedro Ortiz nos relata sus conexiones familiares -norteamericanas, cubanas y vascas sobre el n¨²cleo central canario-, la relaci¨®n entra?able con su sobrino Jos¨¦ Hurtado de Mendoza, ingeniero agr¨®nomo, que fue el entusiasta cireneo de su t¨ªo; su descubrimiento de Madrid, las amistades y desavenencias con sus colegas de la literatura y el periodismo, sus viajes, sus numerosos amores y amor¨ªos, desde los primeros de la adolescencia "fugaces y m¨¢s o menos mercenarios" a las mujeres que, ya adulto y triunfante, empiezan a aparecer en su vida, como la inteligente y temperamental Emilia Pardo Baz¨¢n, alguna actriz conocida, descubierta por el bi¨®grafo, y, ya en su declinaci¨®n, una Teodosia Gandarias que -extra?o destino- falleci¨® casi a la misma hora que su anciano enamorado.
Quiz¨¢ el cap¨ªtulo m¨¢s relevante e iluminador sea uno intermedio, rompiendo el orden cronol¨®gico que siguen los dem¨¢s, y que se titula ?Qui¨¦n era Gald¨®s? el cual no voy a desvelar al lector para que se sorprenda cuando se edite. B¨²squeda dificil sobre el ocultadizo personaje que, como todo escritor, habla forzosamente de s¨ª mismo a trav¨¦s de sus novelas y de sus entes de ficci¨®n. Naturalmente, la erudici¨®n de Pedro Ortiz aclara muchas de esas apariciones de Gald¨®s en sus p¨¢ginas, unas admitidas de antiguo, como la de ser Do?a Perfecta trasunto fiel de la madre del escritor o la m¨¢s reciente de relacionar El amigo Manso con aspectos biogr¨¢ficos de su autor, y su personaje Irene con alguna decepci¨®n amorosa de ¨¦ste. El bi¨®grafo se ayuda tambi¨¦n con las opiniones, recuerdos y semblanzas que hicieron de Gald¨®s sus coet¨¢neos, como el conocido retrato de Clar¨ªn. Recordando ¨¦ste su primer encuentro con Gald¨®s en el Ateneo de Madrid (entonces en la calle de la Montera), asegura que "no habla mucho, y se ve que prefiere o¨ªr, pero guiando a su modo, por preguntas, la conversaci¨®n", y se lamenta de la cerrada intimidad de su colega "que dificulta penetrar mejor en el alma de sus obras".
En 1862, Gald¨®s, bachiller en Artes por La Laguna, hace su primer viaje a Madrid pensando estudiar Leyes en la Universidad Central. El vapor Almog¨¢var le lleva desde Las almas a C¨¢diz; en l¨ªnea f¨¦rrea reci¨¦n estrenada viaja a Sevilla donde presencia la visita de Isabel II y toda la real familia, para seguir a C¨®rdoba y tomar all¨ª la diligencia (el paso ferroviario de Sierra Morena no estaba a¨²n acabado) hasta llegar a Alc¨¢zar de San Juan y tomar de nuevo el tren Madrid-Levante, y desembocar en la estaci¨®n de Atocha, entonces en forma de "U" y denominada Estaci¨®n del Mediterr¨¢neo.
Todas esas im¨¢genes juveniles las trasladar¨ªa m¨¢s adelante a sus libros, como esta maravillosa descripci¨®n que confirma, a mi juicio, la modernidad de su estilo literario: "Los campos de vi?as eran cada vez m¨¢s raros, hasta que la severidad del suelo les dijo que estaban en la adusta Castilla. El tren se lanzaba por aquel como triste, como inmenso lebrel, olfateando la v¨ªa y ladrando a la noche tard¨ªa que iba cayendo lentamente por el llano sin fin..."
Una biograf¨ªa -como dice su autor- "extensa porque extensa fue la vida del biografiado, muy llena de cosas: una existencia muy amueblada, muy llena de objetos y de sentires". Felicitemos a Pedro Ortiz Armengol por haberla culminado, precisamente en este a?o de 1993 en que se cumplen los 150 a?os del nacimiento de su protagonista, que as¨ª no quedar¨¢ vac¨ªo. Jacinto Verdaguer, E?a de Queiroz, Henry James, la cantante de origen hispano Adelina Patti, el compositor noruego Grieg y Robert Koch, el descubridor del bacilo de la tuberculosis, nacieron el mismo a?o que Benito P¨¦rez Gald¨®s: 1843. No vino al mundo, ciertamente, en mala compa?¨ªa.
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