"Me lo trataron como a un perro"
El padre de un enfermo -Mental cuenta su calvario en la sanidad p¨²blica y la privada para conseguir ayuda
Veinticuatro horas ingresado y a casa. As¨ª describe Francisco, un ingeniero de 50 a?os, su paso, una y otra vez, por las urgencias de varios hospitales desde que a su hijo Fernando, de 22 a?os, le diagnosticaron una esquizofrenia. En esas urgencias nadie le dijo nunca ad¨®nde pod¨ªa ir, ni qui¨¦n pod¨ªa ayudarle, para conseguir ayuda en la sanidad p¨²blica. En la privada, un psiquiatra tras otro, minutas de 10.000 pesetas la hora, incomunicaci¨®n y desesperanza, hasta dar con alguien que al menos escuch¨® sus explicaciones."Yo no creo ni en los psic¨®logos ni en los psiquiatras, porque lo ¨²nico que hemos conocido los de mi generaci¨®n eran los confesores", reconoce, como disculp¨¢ndose. Francisco es un padre de familia de clase media, con dos hijos m¨¢s de 16 y 20 a?os. "Qu¨¦ puedo decir, salvo que mi familia se ha roto y que mi hijo se ha convertido en un azote para todos", relata pesimista.
Este hijo, Fernando, un chavalote alto y de mejillas coloradas, no ha admitido todav¨ªa que est¨¢ enfermo y es capaz de fingir, sin resquicios, ante los m¨¦dicos y despistar a quien se le acerca sin saber lo que le pasa. Estaba en tercero de BUP cuando le dijeron a Francisco que padec¨ªa una esquizofrenia. "Una noche, est¨¢bamos viendo la televisi¨®n y le pregunt¨¦ qu¨¦ tal le iban los estudios", cuenta Francisco. "Empez¨® a sollozar, a decir que ten¨ªa alucinaciones y que quer¨ªa morirse porque no sab¨ªa qu¨¦ hacer con su vida".
Al d¨ªa siguiente, al ver que el desvar¨ªo de Fernando era cada vez mayor y que temblaba como si tuviera fiebre, Francisco se fue con su hijo a las urgencias de La Paz, donde le diagnosticaron un ataque esquizofr¨¦nico.
A las 24 horas, a base de medicaci¨®n, el chico reaccion¨® y le dieron el alta. "A nadie, ni al m¨¦dico que le atendi¨® ni a las enfermeras, se le ocurri¨® decirme cu¨¢l era el siguiente paso, as¨ª que me fui ¨¢ 'un psiquiatra privado que me recomendaron unos amigos", cuenta. El chaval iba a la consulta una vez por semana, y Francisco le recog¨ªa a la salida. Diez mil pesetas la hora, cuatro veces al mes. Y la medicaci¨®n -entre 10.000 y 15.000 pesetas m¨¢s al mes- aparte. El ni?o se convirti¨® en un zombie, alelado por los f¨¢rmacos. Tampoco le dijeron que podr¨ªa conseguir los f¨¢rmacos a trav¨¦s de la Comunidad de Madrid.
Pero aquello no solucion¨® nada, sino al contrario. Al cabo de un a?o, Fernando ingres¨® de nuevo en urgencias de un hospital p¨²blico en coma. Hab¨ªa intentado suicidarse atiborr¨¢ndose de pastillas. "A las 24 horas me lo pusieron en un pasillo, con su ropa dentro de una bolsa colgada de la camilla". Como si fuera un perro, repite una y otra vez Francisco, reteniendo la congoja. Y a casa otra vez.
El hombre trat¨® entonces de hablar con el m¨¦dico privado que estaba viendo al chaval desde hac¨ªa un a?o. Quer¨ªa contarle que no sal¨ªa de casa, que s¨®lo fumaba y ve¨ªa la televisi¨®n como un poseso y que su angustia iba en aumento, porque no ve¨ªa ninguna mejor¨ªa. "Me contest¨® que si no estaba conforme tirara la televisi¨®n por la ventana", cuenta. Unos meses antes, este mismo m¨¦dico se hab¨ªa negado a darle un recibo para que pudiera desgravarlo en la renta.
Francisco busc¨® un nuevo psiquiatra. Otro a?o y medio de incomunicaci¨®n y de angustia y el chico tomando m¨¢s pastillas, adormecido, enclaustrado. "Esc¨²cheme, d¨¦jeme que le cuente lo que yo veo", era lo que Francisco quer¨ªa decirle a los m¨¦dicos, en vano, una y otra vez. Fue en esa ¨¦poca cuando llam¨® a un centro de salud mental de la Comunidad de Madrid. "Una psic¨®loga nos recibi¨®, primero a ¨¦l y luego a mi mujer y a m¨ª". Escribi¨® el informe y les dijo que ya les avisar¨ªan para darles una cita. "De eso hace un a?o y aqu¨ª sigo, esperando".
Francisco continu¨® su b¨²squeda. Hasta 50.000 pesetas le cobraron en un gabinete privado por una entrevista y una respuesta m¨¢s inquietante: una esquizofrenia grave, con tendencia a mostrar signos de violencia, algo que afecta a un 3% de los esquizofr¨¦nicos. "S¨®lo en los ¨²ltimos meses he conseguido encontrar a una doctora que por lo menos ha sido capaz de dejarme hablar, de dedicarme tiempo y de tratarme de verdad como a un ser humano".
El miedo
En casa, el llanto, los disgustos y el miedo de que Fernandd haga un d¨ªa una barbaridad han ido en aumento. Hace poco tir¨® una maleta -"una Sanisonite de esas grandes y duras"- por la ventana porque sus padres no quer¨ªan darle dinero. Y despu¨¦s destroz¨® una puerta a patada limpia, por el mismo motivo. "No sabemos c¨®mo controlarle, como cuando cogi¨® una moto que no era suya, en un ataque, y se fue hasta ?vila, expuesto a matarse o a haber matado a alguien", afirma Francisco, que trat¨® entonces de buscar una cl¨ªnica para ingresarlo: entre 250.000 y 300.000 pesetas al mes en una privada. Francisco intent¨® que le atendieran en un centro madrile?o, tambi¨¦n privado, pero de car¨¢cter ben¨¦fico. "Me volvieron a decir que mi hijo estaba muy mal, pero no tanto, y que all¨ª no pod¨ªan tenerle
"Ya no me siento capaz de tenerlo en casa", confiesa Francisco. Su mujer trat¨® de suicidarse hace pocas semanas, al l¨ªmite de sus fuerzas. "Tal vez no soy lo suficientemente fuerte", argumenta Francisco. "?C¨®mo puedo asumir que mi familia se ha destrozado y que temo que mi hijo siga con nosotros?". "Parece que tengo que esperar a que haga algo gordo, que da?e a alguien, para que entonces un juez me d¨¦ una autorizaci¨®n y le admitan en alguna instituci¨®n p¨²blica".
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